Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda
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25/10/2010


Moreno Valle y su inestable relación con el Congreso local


Es una verdad de Perogrullo que una parte importante del éxito del gobierno morenovallista dependerá de su relación con el Congreso local. Ahí, el gobernador electo cuenta con la ventaja de una mayoría simple de los partidos que integran la fracción mayoritaria, una mayoría inestable, pero mayoría al fin de la que no gozaron en su momentos los presidentes Fox y Calderón, quienes una y otra vez encontraron en el poder Legislativo un dique contra sus propuestas de reforma. Se trata, sin embargo, de una amalgama inestable por dos razones: una, que al contar justo con 21 diputados cualquier deserción puede provocar una crisis; y dos, que los sólidos lazos de la camaradería forjados en la lucha contra el marinismo se romperán ante los todavía más fuertes de los intereses provocados por la lucha presidencial del 2012. Moreno Valle cuenta con apenas un año, todo el 2011, antes que la conflagración nacional dinamite la alianza local. Por ello, el primer año de la Legislatura resultará vital para que sus reformas prosperen.


La agenda morenovallista pasa por el Congreso local íntegramente y sus 21 diputados son suficientes para algunos temas y en otros quedan lejos de la mayoría calificada de 28 legisladores. Con su mayoría inestable, por ejemplo, Moreno Valle podrá reformar la Ley Orgánica de la Administración Pública para adecuar la nueva estructura gubernamental, y podrá llamar a comparecer a los secretarios marinistas para exhibirlos antes de abandonar el poder.


Las grandes reformas, aquéllas que tocan a la Constitución, requieren de la participación inexcusable de los diputados del tricolor —o de algunos de ellos— para alcanzar la mayoría de 28 votos. Entre ellas, por supuesto, se encuentra la apuesta más fuerte: la primera y trascendental reforma al régimen de Gobierno del Congreso del Estado. La cuestión no es si la Gran Comisión se sustituye por una Junta de Coordinación Política, sino si la alianza opositora puede convertirse en un frente legislativo y traducir su mayoría precaria de 21 votos en una mayoría institucionalizada y estable. En otras palabras: en el control del Congreso Moreno Valle no entiende de vocaciones democráticas y va por todo el pastel al precio que sea para institucionalizar su pequeña mayoría.


Hasta ahora siguen entrampados en sus análisis jurídicos. Algún brillante sugirió por ahí que todo podría arreglarse con una reforma a la Ley Orgánica del Congreso y serían suficientes los 21 votos, pero el régimen de gobierno del Congreso es materia constitucional y se requieren votos tricolores para sacarla adelante. De no hacerlo, el PRI echaría todo atrás con una controversia constitucional ante la Suprema Corte de Justicia, con lo que permanecería el statu quo actual: los cinco votos mayoritarios de la Gran Comisión pertenecen a la fracción parlamentaria más robusta, y, por ende, pertenecen inevitablemente al PRI que tendrá 16 diputados por 14 de Acción Nacional.


El periodista Rodolfo Ruiz aventuró que todo podría solucionarse con que un buen día los 21 diputados de la alianza opositora se presenten al Congreso como panistas. Tal hecho es política y jurídicamente inviable y afecta numerosos intereses, como los recursos que reciben los líderes parlamentarios. ¿Renunciarán a su identidad partidista? Yo no lo creo.


Como hasta hoy no hay vías jurídicas para mantener estable la imprescindible mayoría, Moreno Valle recurre a la vía política de, en los hechos, convertirse en militante de todos los partidos de su alianza. Lo mismo un día es un panista que acude a avalar la inscripción de Gerardo Maldonado como candidato único a la dirigencia municipal de Acción Nacional, que un perredista que festeja el cumpleaños de Marcelo Ebrard, y otro más asiste en su calidad de convergente al informe de Luis Walton, dirigente nacional de Convergencia. En estricto sentido, Moreno Valle es al mismo tiempo de todos, y de nadie. ¿Cuánto tiempo resistirá la multimilitancia del gobernador electo?


El segundo reto ya ha sido planteado por Convergencia: una reestructuración completa en las instituciones de la rendición de cuentas y la desaparición del Órgano de Fiscalización para sustituirlo por una Oficialía Mayor encargada no sólo de la fiscalización para entidades, dependencias y municipios, sino un mega-organismo encargado de cuidar el patrimonio público. Tal Oficialía presuntamente sería ocupada por Cabalán Macari, actual presidente estatal del Panal y uno de los mejores amigos del gobernador electo.


Last but no least, la reforma-político electoral, de la que la semana pasada tratamos ampliamente, requerirá, nuevamente, de la votación favorable del tricolor.


En conjunto, la reforma político-electoral, los reajustes a la administración pública, la modificación de la estructura de gobierno del Congreso local y los cambios fundamentales en la estructura de rendición de cuentas constituyen una auténtica reforma del Estado que los cerebros del morenovallismo no están conceptualizando de esa forma, por el simple y sencillo hecho de que todavía trabajan en las sombras pero no salen al debate público, más que con las declaraciones de Fernando Manzanilla.

 

Moreno Valle requiere del PRI para sacar adelante su reforma del Estado, pero al mismo tiempo agrupar a su mayoría inestable en el Congreso por lo menos a lo largo del 2011. Sus grandes retos dependen de que sus proyectos legislativos no se atoren, algo que no pudieron evitar Vicente Fox y Felipe Calderón.

 



 
 

 

 
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