Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda
@Nigromanterueda
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26/06/2012


El arroz tricolor ya se coció y la victoria de Peña luce inevitable


Andrés Manuel López Obrador continúa un recorrido incansable llenando plazas por todo el país en sus cierres de campaña, demostrando que su estructura es más fuerte y organizada que en 2006. Plazas en las que hace seis años fue arrasado, como Monterrey y Guadalajara, ahora dieron concentraciones de por lo menos 30 mil personas cada una. Y sin embargo, el ánimo nacional e internacional es la resignación a la restauración tricolor. En otras palabras: la victoria de Enrique Peña Nieto parece inevitable. Tanto, que las mentes más lúcidas del país ya prefieren dedicarse a imaginar cómo será un posible gobierno del mexiquense, y las posibilidades que avances democráticos en materia de libertad de expresión y transparencia sufran un retroceso. Incluso aliados mediáticos del tabasqueño, antes que en un eventual gobierno, ya prefieren concentrarse en el discurso del fraude y de la resistencia tras el 1 de julio.


El final de la campaña electoral 2012 es una vuelta al principio: la sensación de que el telegénico Enrique Peña Nieto es de teflón porque todo se le resbala. Que la fortaleza territorial de su partido, más las alianzas mediáticas y empresariales idóneas, constituyen un frente casi invencible pese a la debilidad intelectual del mexiquense. El único cambio entre el principio y el final es el hecho de que indiscutiblemente el candidato de las izquierdas trepó al segundo lugar y desplazó a la candidata de partido en el poder. Sus números le dan para casi alcanzar los 15 millones de votos del 2006 y darle a sus tres partidos una representación poderosa. Y aunque el saldo es muy bueno, parece no bastar desde la perspectiva de principios de junio.


¿Qué ocurrió para que Andrés Manuel López Obrador se desinflara? De entrada, que Josefina Vázquez Mota paró de desangrarse. De acuerdo con diversas encuestas, la candidata presidencial se sostuvo en el rango de los 22 puntos y nunca bajó de ellos. Además, tras el segundo debate presidencial, recuperó un poco de terreno y con ello evitó el fenómeno del voto útil. Las estructuras territoriales del PAN, resignadas ya a perder, ahora se aferran al segundo lugar en la contienda, para evitar presencia en el Congreso de la Unión y convertirse en el gozne de la gobernabilidad. O más cínicamente: devolverle al PRI el favor de 2006 y avalar la presidencia de Peña Nieto pese al conflicto poselectoral.


Dos: la guerra sucia volvió a afectar al tabasqueño. No con la misma intensidad que en 2006, pero sí fue capaz de detener su tendencia ascendente. Previo al segundo debate, los papeles se voltearon y el fuego mediático de PAN y PRI tuvo como objetivo reactivar los negativos que se quitó con el discurso de la República Amorosa. Solamente un porcentaje de electores volvió a creer en eso del radical y violento, pero fue suficiente para detener su tendencia ascendente. Los viejos clichés se reactivaron junto con el viejo o el de siempre López Obrador.


Tres: los movimientos alternativos que le dieron un empujón al tabasqueño como el movimiento #YoSoy132 tuvieron el mismo destino que han sufrido ese tipo de colectivos en la historia del mundo: un fuego fatuo de esperanza que se apaga casi inmediatamente. El viernes negro de Peña en la Ibero, para muchos, cambió la campaña. Pero visto el final nadie sabe en qué, porque el candidato tricolor mantiene los mismos porcentajes de votación antes del parto universitario. Sus errores estratégicos producto de la ingenuidad, como declararse anti Peña, solamente movieron a risa. Y su momento estelar, el debate de los candidatos presidenciales, fue otro acto de estulticia que solamente vieron 80 mil mexicanos tras caerse la transmisión en YouTube.


Cuarto: la cima de las tendencias electorales le provoca a López Obrador severos ataques de soberbia. En el peor estilo de 2006, el mal de altura del tabasqueño culminó en un pleito con los gobernadores que ni la debían ni la temían. El ejemplo más claro es Moreno Valle, quien arrancó una operación en su contra. Y de la misma forma actuaron el resto de los 20 gobernadores del tricolor. En lugar de darle cauce, negociación, nuevamente les dio portazo. La fortaleza de su estructura y movilización se verá el domingo 1 de julio.

 

Cinco: las encuestas fueron alfa y omega de López Obrador. Reforma le dio vida y luego se la quitó. El último clavo a su ataúd se lo puso su ¿ex? amigo Federico Arreola cuando la noche de ayer publicó el sondeo de Covarrubias y Asociados, que pone a Peña Nieto con una ventaja de 10 puntos. El arroz tricolor ya se coció.

 

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