Tiempos de Nigromante
Arturo Rueda @Nigromanterueda
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28/02/2012
Puebla, la ciudad que nadie queremos
Atrapado entre el juego de mentiras de su extesorero y el afán del Yunque por controlar la caja del Ayuntamiento poblano, a Eduardo Rivera se le escapa de las manos el hilo de la seguridad pública que por varios años ha sido la única fortaleza real en el discurso para atraer inversiones. Con la mente ocupada en el futurismo presidencial y en su sordo enfrentamiento con el gobierno estatal, al alcalde ni sabe ni se entera de la ola de violencia, que lo mismo ataca a los ciudadanos de pie que a los empresarios. Los robos crecen de manera exponencial como muestran las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública y las denuncias ante la PGJ aumentan a un ritmo sostenido. Ayer, delincuentes armados hasta los dientes provocaron pánico el atracar una joyería en el centro comercial de Las Ánimas, pero ya desde la mañana se produjo un asalto tumultuario al interior de una sucursal de Bancomer en la colonia Santa María a punta de armas blancas. La delincuencia organizada no protagoniza balaceras al estilo de los estados del norte del país, pero los criminales de baja y media estofa provocan estragos en Puebla capital.
Las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública condenan el trabajo del toluqueño Lara Terrón. En 2011, la cifra global de delitos cometidos crecieron en 180 por ciento, pasando de 2 mil 552 delitos en enero a 4 mil 633 en diciembre de 2011. El promedio de delitos cometidos en la capital es de 102 al día, y de esos, 14 se caracterizaron por una extrema violencia. La cifras del Secretariado Ejecutivo demuestran que en Puebla capital se comete el 44 por ciento de todos los delitos en la entidad, al registrar 37 mil 310 del total de 83 mil 225 del fuero común.
Las cifras se complementan con una percepción de violencia inusitada. Lo mismo en el transporte público que en las colonias de clase acomodada los robos son cosa de todos los días. Empresarios que llegan a abrir sus negocios y los encuentran vacíos. Poblanos que pierden la vida apuñalados en microbuses por defender la quincena. Guardias de seguridad que se juegan el físico ante el crecimiento de las bandas de asaltantes. Nada parece funcionar en lo que antes era considerado una ciudad de relativa tranquilidad.
¿Qué diablos hizo Eduardo Rivera con la seguridad de los poblanos?
El capítulo más lamentable es la controversia por el retorno de las plazas de policías al gobierno estatal, provocada por la rivalidad diaria que promueve el alcalde en contra del gobernador Moreno Valle. Hasta la administración de Blanca Alcalá, el convenio de seguridad pública entre el ayuntamiento capitalino y Seguridad Publica le daban alrededor de 900 policías estatales comisionados al Ayuntamiento pero pagados por el gobierno estatal. En pleno periodo de transición, Fernando Manzanilla advirtió a Eduardo Rivera que el convenio no se renovaría y el Ayuntamiento tendría que pagar su propia Policía.
Rivera no lo creyó hasta que en septiembre pasado recibió el oficio en el que se dictaba que 454 policías de la capital debían reportarse ante el mando de Ardelio Vargas y abandonar sus trabajos en el municipio. Tras tirarse al piso, encontró recursos para pagar a la mitad, 227, y los otros permanecieron en la capital pero ahora sí, sin pretexto, deben reportar a finales al mando de Seguridad Publica estatal. En medio de la crisis Lalo Rivera se engalló y afirmó que podía restituirlos con los egresados de la Academia municipal, pero hasta el momento lleva apenas 78 graduados exprés. Manzanilla ya aclaró que los policías que regresen al gobierno estatal seguirán patrullando la capital, pero ahora al mando de Ardelio.
Enero hasta el momento ha sido el mes más violento del trienio como reportan las mismas cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública, y de continuar la tendencia el 2012 podría terminar en Puebla capital con casi 50 mil denuncias por delitos cometidos, y la mayor parte en robo con violencia. La inversión en cámaras de vigilancia parece más un negocio que una política efectiva de prevención de delito.
Discursos van y discursos viene, pero el tema de la seguridad pública es uno de los que afectan la vida real de los ciudadanos, más allá de las truculencias de la clase política. Lo peor es que hasta hace unos meses Puebla era una ciudad de relativa tranquilidad y ahora parece que la vida no vale nada ante un asalto con armas largas, según el pánico desatado ayer con el asalto a la joyería.
El futuro de Puebla capital luce oscuro. La Tesorería quedó en manos de inexpertos. Las Mil Calles fueron un fraude electorero que no reducirá la pobreza ni nos quitará el campeonato que nos dio el Coneval. La seguridad pública, al mando de Lara Terrón, se desmoronó.
Eduardo Rivera debería pensar menos en Josefina y más en la ciudad que gobierna. O que desgobierna.
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