Tiempos de Nigromante
Arturo Rueda / Distrito Federal / Enviado Especial
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28/09/2011
La tentativa de un crimen perfecto en el tricolor
Huele mal el encuentro de Ernesto Cordero y Manlio Fabio Beltrones la tarde de ayer en The Palm, un presagio de tormentas para los aspirantes número uno tanto del PAN y del PRI. Un adelanto de que falta un largo camino para que, eventualmente, Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto se conviertan en los candidatos de sus respectivos partidos. En el drenaje profundo de la política mexicana las aguas negras crean remolinos para enturbiar los procesos internos de ambos partidos. En ambos casos su código genético partidario determinará el resultado del conflicto. En el caso del tricolor la falta de institucionalización provoca flexibilidad suficiente para atender las negociaciones. Los peñanietistas ven las cosas tan sencillas, o de forma tan soberbia, que están dispuestos a aprobar el próximo 8 de octubre una contienda abierta para, dicen, aplastar a una disidencia que definen como "insignificante". ¿Están seguros?
La politológa norteamericana Joy Langston, adscrita al CIDE, tiene un modelo claro sobre el liderazgo tricolor a partir del 2000: el dominio del Presidente fue sustituido por el dominio de las encuestas. Roberto Madrazo fue el Dios tricolor hasta diciembre del 2005 cuando lideraba la carrera presidencial en los sondeos. Todos los gobernadores se cuadraban e incluso nadie le discutió la polémica expulsión de Elba Esther Gordillo. Pero cuando comenzó su largo tobogán hacia el tercer lugar de la carrera su dominio se resquebrajó.
Cuando Madrazo empezó a caer en la encuestas se convirtió en rehén de los gobernadores. Debió soltar las candidaturas al Senado y los diputados federales. Y cuando en marzo se instaló en el tercer lugar, los virreyes entendieron que no iba a ganar. Se dedicaron a trabajar por conseguir la medalla de plata: una robusta bancada en el Congreso. Al mismo tiempo, de la mano de Elba Esther Gordillo, establecieron líneas de negociación con Felipe Calderón.
El liderazgo de Enrique Peña Nieto se funda en las encuestas y su —todavía— enorme ventaja en la carrera presidencial. La apuesta de Manlio Fabio es resquebrajar esa enorme ventaja en los sondeos de tal forma que los gobernadores empiecen a dudar de sus lealtades. El analista simplón considera que el mejor alumno de Gutiérrez Barrios estira la liga para negociar unas candidaturas y posiciones en el eventual gabinete. Se equivocan: la apuesta de Beltrones es más grande.
El hombre fuerte del Senado ya fijó su precio: una reforma constitucional de gran calado que escinda al Presidente en Jefe de Estado y Jefe de Gobierno a través de su propuesta de gobiernos de coalición. Claro, él mismo se ha reservado la jefatura de gabinete, algo que el exgobernador mexiquense considera intransitable. Pero la reforma constitucional es el dulce con el que Beltrones endulza el oído a los gobernadores priistas. El único camino para la restauración del Presidente todopoderoso capaz de cortarles la cabeza.
La clave es el método del proceso interno para elegir al candidato presidencial. Pese a las presiones y los intentos de cooptación Don Beltrone apuesta por ir a la contienda interna. Me quieren aplastar, adelante. Que nos van a arrasar, muy bien. Y en clave debe entenderse el convite con Ernesto Cordero: en una interna abierta, el gobierno federal puede meter mano para dinamitar a Peña Nieto desde dentro. El crimen perfecto. La mejor oportunidad de deshacerse del exgobernador mexiquense antes de llegar a la contienda constitucional.
La soberbia amenaza devorar al proyecto peñanietista si menosprecian la capacidad de movimiento de Manlio Fabio. ¿Qué hablaron él y Ernesto Cordero? Esperemos a los días por venir.
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