Aunque Pacheco Pulido tenía todo para reelegirse, el Maestro de varias generaciones de abogados estaba intranquilo. La sombra de la ilegalidad lo perseguiría.
Tiempos de Nigromante
Arturo Rueda
El adiós de Pacheco Pulido
Nunca estuvo mejor aplicado el calificativo: Guillermo Pacheco Pulido es un hombre de Estado en toda la extensión de la palabra. Probablemente se trata de la decisión más difícil de toda su vida política. Con una dignidad que servirá de ejemplo para todos los políticos poblanos, el magistrado se retira con la frente en alto y deja la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia después de nueve años de lucha constante por dignificar las condiciones de trabajo en el Poder Judicial. Se trata, y así lo consignará la Historia, del jurista de Puebla. Ni más ni menos. Su legado será imperecedero.
Lo habíamos advertido desde el miércoles pasado: aunque Pacheco Pulido tenía todo para reelegirse, aún con la dudosa interpretación del artículo 224 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, el Maestro de varias generaciones de abogados estaba intranquilo. La sombra de la ilegalidad lo perseguiría en caso de seguir al frente del Tribunal Superior de Justicia. En su fuero interno, o en su íntima intimidad, no bastaba el respaldo directo de casi todos los magistrados, el agradecimiento de jueces y secretarios, y aún la venia del gobernador. La cabeza del Poder Judicial no puede ser acusada de ilegal. La duda mancharía una carrera política intachable, llena de triunfos y orgullos.
Pacheco Pulido maduró su decisión a lo largo de la semana. El respaldo público de varios magistrados –incluido el de Alfredo Mendoza- lo animó. Una plática profunda con el gobernador le revalidó su apoyo. Pero las aguas ya estaban muy revueltas y el golpeteo interno era inminente. Uno de sus férreos opositores, el magistrado Villar Borja, fue el primero en abrir fuego. Seguirían otros. Un grupo de abogados encabezados por Pablo Rangel Sarrelange preparaba un amparo contra la reelección. No había necesidad de todo eso.
La convocatoria de un pleno por la mañana sorprendió a los magistrados. La tarde del jueves, sin embargo, Pacheco Pulido había enviado un obsequio a sus jueces más cercanos. Un gesto de despedida. Así lo entendieron. En el Pleno de Ciudad Judicial Pacheco Pulido anunció su decisión. No habrá reelección y optaré por la jubilación. Entre el derecho y el poder, Pacheco escogió su vocación más íntima: la del jurista. El respeto irrestricto a la ley. Abrir el paso a las nuevas generaciones y disfrutar el prestigio que estuvo en peligro durante el escándalo Marín-Cacho. Ocupar el lugar histórico que se merece.
La jubilación le da a Pacheco Pulido el contorno justo: más que un político, es un estadista. En su dilatada carrera política-jurídica lo fue prácticamente todo: abogado postulante, siguiendo el ejemplo de su padre, Macario Pacheco. Presidente Municipal en los años de crecimiento de la capital. Diputado federal en la histórica Legislatura que reformó los artículos 27 y 130 de la Constitución en 1991. Devoto constitucionalista, devoraba libros enteros sobre el tema y los sometía a discusión con sus estudiantes de la UAP y la Libre de Derecho. En 1999, con la llegada al poder de su amigo Melquíades Morales, ocupó por segunda vez la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia. Una reforma ad hominem le permitió brincar el sexenio para seguir en el cargo, ahora con Marín, quien su secretario particular en la alcaldía.
La carrera de Pacheco Pulido es brillante, y tan sólo le faltó ser gobernador. Diferentes circunstancias se lo impidieron. ¿La principal? Su vocación de intelectual y el desprecio a la cuarta Ley de Newton se lo impidieron. En vez de arrastrarse para subir, Pacheco Pulido se dedicó a dignificar el trabajo judicial. Antes de él, los juzgados de la capital estaban regados por toda la ciudad, en instalaciones indignas. Ciudad Judicial es su éxito personal. Al interior del estado, las instalaciones fueron remozadas y reubicadas.
Su legado se amplía también al campo jurídico. Inspirado en la legislación europea, la conciliación fue instaurada en las leyes como un procedimiento obligatorio. Gracias a su iniciativa se creo el Instituto de Estudios Judiciales, y varios de los mejores juristas del mundo vinieron a impartir cursos y seminarios. Pacheco Pulido siempre estuvo en contra de un Consejo de la Judicatura. En su lugar apoyó la creación de un Comité de Administración. Algunas de sus decisiones fueron erradas, pero nadie puede reprocharle mala intención.
Raro en los políticos, Pacheco Pulido decidió retirarse a tiempo. En su mejor momento. Como los buenos toreros.
El próximo Presidente del Tribunal Superior de Justicia tiene unos zapatos muy grandes por llenar. Las ambiciones se han desatado. Hay un lugar de magistrado vacante, y Blanca Laura Villeda tiene muchas posibilidades de llegar. Para la terna del Presidente, anote desde hoy a Fernando Rosales Bretón, a Gerardo Villar Borja y al maestro León Dumit. Por capacidad apostaría por el primero. ¿Y Arturo Madrid? ¿Por la amistad con Marín?
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