Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda
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03/03/2010


Una oferta que nadie podrá rechazar


Empecinados en apropiarse de la candidatura a la alcaldía de la Alianza Opositora, los panistas de las familias custodias no caben de felicidad pues saben que Eduardo Rivera Pérez se impondrá con facilidad a Humberto Aguilar Coronado. El impulso de los Quintana, Regordosa y compañía al émulo de Cantinflas, un nuevo Patrullero 777, no proviene del hecho de que su cachorro posea un posicionamiento electoral competitivo. De hecho, de acuerdo con la encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica, el ex titular de Gobernación se impone fácilmente a Rivera por un margen de 21 puntos, una auténtica paliza. Sin embargo, los barones tienen un plan perverso: negociar, en algún momento de la campaña, la cabeza de Rafael Moreno Valle a cambio de la de Mario Montero. En otras palabras: buscarán un pacto con Javier López Zavala y el gobernador Marín para dejar en el abandono al candidato de la megacoalición a la gubernatura a cambio de que ellos dejen pasara a su cachorro a la alcaldía sacrificando al hijo de Don Enrique.

 

La contienda interna panista no es un obstáculo para los barones del Yunque, y tampoco los acuerdos de César Nava con el resto de los dirigentes nacionales de los partidos que integran la megacoalición. En algún sentido, Rafael Moreno Valle es su rehén, pues parte de los acuerdos que adoptó con las familias custodias fue reservar a uno de sus lacayos la candidatura a la alcaldía. Por ello, aunque sabe que Enrique Doger es una garantía para fracturar al PRI y retar al sistema marinista, no puede presionar lo suficiente para llevarlo a la megacoalición en la única posición que le interesa al ex alcalde para abandonar al tricolor.

 

Su preocupación es mayúscula pues sabe que la alcaldía es básica para ganar la gubernatura, no sólo por su aportación en términos electorales, sino porque la chispa que impulse una transición democrática o un repudio generalizado al régimen marinista debe prender en la capital y la zona metropolitana para luego extenderse al interior del estado. Todas las encuestas muestran que ni Eduardo Rivera y tampoco Humberto Aguilar Coronado podrán encender esa chispa.

 

De momento, Moreno Valle pierde en cualquiera de sus decisiones. Si decide dar un último impulso a Enrique Doger para darle la candidatura a la alcaldía, sus amarres con la facción más conservadora del PAN se desatarán y será acusado de traidor. Si se queda con el Patrullero 777 conservará el apoyo de los barones, pero remontar los 21 puntos que Montero le saca al panista será una tarea imposible. Total, se trata de un juego pierde-pierde. En la indecisión busca una coyuntura favorable que le permita modificar la situación y vivir en el mejor de los mundos posibles: mantener sus pactos con las familias custodias, deshacerse de Lalo Rivera y conseguir un candidato competitivo para la alcaldía.

 

Pero el mejor de los mundos no existe. No por lo menos teniendo de frente a un sistema autoritario como el marinismo, y detrás a una mescolanza de partidos cuya unidad es frágil a nivel de operadores. De hecho, la candidatura del Patrullero 777 rompe con el ideal de la alianza: una amalgama de posturas ideológicas que atraigan al electorado de centro-izquierda y centro-derecha. ¿Qué sentido tiene la alianza si sus dos principales candidatos son panistas? ¿Qué le tocó a la izquierda? ¿Cómo levantarán el entusiasmo de los operadores de tierra? Y es que el problema de la megacoalición, todos los saben, no es poner de acuerdo a las elites, sino a las bases.

 

Moreno Valle no ve salida al dilema, pero el Yunque sí: su pacto con el senador es provisional en tanto cuanto pueda negociar su cabeza con el marinismo a cambio de una victoria de Lalo Rivera. Los barones calculan que en algún momento de la campaña, allá por mayo, los números de la Alianza con los del PRI se emparejen y por tanto Zavala tenga oídos para una negociación que a todos convenga. Una oferta que nadie pueda rechazar: la gubernatura para el tricolor, la alcaldía para el PAN, y en medio, las cabezas degolladas de Rafael Moreno Valle y de Mario Montero.

 



 
 

 

 
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