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Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda


¿Qué vende el PRI?

 

La frase es trillada entre los mercadólogos, pero todavía funciona: el medio es el mensaje. En el mundo globalizado las campañas electorales, antes que todo, se han vuelto medios de comunicación. Malo o bueno, sólo existe lo que está en los medios y lo que, no existe. Así, siguiendo el paradigma de Marshall McLuhan, se puede demostrar el desastre mediático en el que se encuentra hundida la campaña tricolor, desprovista de contenido, desarticulada en el mando estratégico e inexistente en su despliegue aéreo. El episodio de la despigmentación de la piel de Blanca Alcalá es apenas la punta del iceberg del desbarajuste tricolor. Y es que, nadie puede dudar, que al día de hoy existen 216 campañas a la alcaldía, 26 a la diputación, de la Blanca Alcalá y próximamente  la de Javier López Zavala. En suma, 244 mensajes diferentes que están llegando a los oídos y ojos de los poblanos. Algo muy parecido a lo que ocurrió en el 2006, cuando por lados diferentes se desplegó la estrategia de Roberto Madrazo, las de la fórmula de senadores y las de los dieciséis candidatos a diputados federales. Y todo sabemos como acabó esa desastrosa experiencia.

 

La campaña electoral, como bien saben los mercadólogos, es un fenómeno multifactorial. El problema es que el PRI falla en todos ellos, y en todos se les ha adelantado el PAN, lo que muy pronto se reflejará en las encuestas. Tomemos como ejemplo el inicio de Blanca y Toño. El panista fijó como mensaje primario “Saquemos a Puebla del bache”, atacó una de las preocupaciones sociales recurriendo a la teatralidad, desplegó sus Toñopendones por toda la ciudad y subió sus spots de radio y televisión en menos de una semana, lanzando propuestas y recordando a la ciudadanía su labor como subsecretario de Desarrollo Social.

 

¿Y Blanca? Nunca pudo fijar un mensaje a la ciudadanía y tampoco darle razones de voto. Eligió un evento con taxistas y después recorrió las juntas auxiliares más pobres de la capital. Su despliegue consistió en subir su nueva imagen gráfica –que ha sido la comidilla de la clase política por su look a la Lucía Méndez- carente de contenido y propuestas. Es increíble que sus spots de radio y televisión todavía no estén listos para transmitirse, lo cual refleja una completa inexperiencia de su war room. Pero incluso todavía es más increíble que ni siquiera tenga una página de Internet, cuando Toño Sánchez ya tiene presencia en la red.

 

Así, Blanca Alcalá ni tiene medio, ni tiene mensaje. Pero el problema no es exclusivo de la candidata priísta a la alcaldía. La misma enfermedad sufren el resto de los abanderados, ya que cada uno ha tomado sus propias definiciones en cuanto a su manejo de imagen y mediático. Por ejemplo, Jorge Ruiz propone seguridad en sus espectaculares y se pirateó la imagen de un Superman. ¿Tiene eso algo que ver con el PRI?

 

Malinalli García y Bárbara Ganime pretenden seguir el ejemplo de Blanca Alcalá, al posicionar su rostro en medio de un fondo blanco. El problema es que tampoco proponen nada, a excepción de una muy vaga idea de “las mujeres al poder”. Más increíble es que Luis Alberto Arriaga y Angélica Hernández mantengan sus bardas en blanco y negro, pero todavía se desconozca su imagen gráfica, y por supuesto, su propuesta.

 

En el interior del estado las cosas no son mejores. Los abanderados a la alcaldía manejan el mensaje que quiere cada uno, y los candidatos a diputados han debido recurrir a un discurso hueco y que privilegia sus características personales. Así, Enrique Marín, en lugar de ofrecer empleo o seguridad, se promociona como el “amigo de la mixteca”.

 

En el fondo se observa una ausencia de mando estratégico que coordine y dé unidad al priísmo estatal. Y cuando me refiero a mando estratégica, hablo de un experto en marketing electoral que frene las ansias de novillero y la inmadurez de los candidatos. En el PRI no hay mando, y tampoco hay nadie a la vista con la autoridad política e intelectual para hacerlo.

 

Gabriel González Molina, considerado icono en los años noventa por su modelo de polarización, ha sido considerado un cero a la izquierda después del tremendo fracaso en las elecciones federales del 2006 y a sus pésimas sugerencias en la crisis de Lydia Cacho. Mario Marín le perdió toda la confianza y ya no está en su mente como general de la estrategia tricolor. ¿Quién queda?

 

Pues el PRI sólo tiene dos opciones: una, entregarle a Javier Sánchez Galicia la responsabilidad para meterlo a tareas partidistas, con el costo de sacarlo de Comunicación Social y descuidar la imagen del gobernador en el probable embate de la Suprema Corte de Justicia antes de las elecciones.

 

La otra es importar a algún estratega de confianza de Beatriz Paredes o alguno de los que tuvo responsabilidad en los procesos de Oaxaca y Veracruz. Pero como dirían los expertos, cada elección es diferente, y para muestra habría que ver el desbarajuste que traen las mujeres del Sostén al interior de la campaña blanqueada, como lo reporta hoy David Lubezki, quien se reincorpora a las páginas de Cambio después de terminar sus estudios en Paris.

 

Hasta hoy el fracaso monumental, y que quizá le llevará toda la campaña reparar, es que el PRI no encuentra razones de voto para darle a la sociedad. ¿Por qué los poblanos tendrían que votar por los candidatos priístas? ¿Qué tienen para ofrecerles después del desastre político del 2006? ¿Del derrumbe del gobernador?



 

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