Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda
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artrueda@yahoo.com


05/03/2010


Reparación no, y restauración tampoco


Bajo la segunda presidencia panista, el país vive una descomposición política sin precedentes, solamente parecida a los estertores del priísmo en el segunda mitad de los noventa. La autodestrucción, sin embargo, le tomó a los tricolores 71 años de ejercicio de poder. Al albiazul únicamente una década infeliz en la que generó esperanza en los mexicanos, los mismos que ahora piden la restauración de la Presidencia Imperial. El deterioro de muchas instituciones parece irreparable, pero nada como la carencia de autoridad que exhibe el Presidente Calderón para conducir los asuntos de su casa, y después, para mantener fijo el timón de la nave nacional. Uno de los déficits más difícil de restaurar es el respeto a la institución presidencial. Desde hace unos días, parece que cualquiera puede zapear al Ejecutivo Federal. Y no en términos mediáticos, sino literales. Hace dos semanas una madre de familia de los muchachos asesinados en Chihuahua le gritoneó en red nacional. Una semana después, en un evento del gobierno federal en Yucatán, los beneficiarios le tenían preparada una super rechifla que el mismo Calderón detuvo bajo la amenaza de irse. Y ayer, otra ciudadana le gritoneó la falta de empleo. ¿Quién respeta hoy al Ejecutivo Federal?

 

Quizá antes de responder habría que preguntar ¿Quién protege hoy al presidente? El asunto de las megacoaliciones dejó en evidencia que Calderón no usa chaleco antibalas y tampoco ninguno de sus funcionarios se muestra dispuesto a protegerlo. Gómez Mont lo intentó con pobres resultados, pues al final la cloaca se destapó: a cambio del apoyo en el aumento de impuestos, el albiazul firmó un convenio por el que se compromete a no coaligarse con el PRD en el Estado de México para blindar la candidatura presidencial de Peña Nieto, tal y como ayer lo reconoció César Nava. Vaya estupidez: si el documento escrito existía, ¿para qué negaron tanto tiempo el pacto e incluso provocaron la renuncia del secretario de Gobernación a su militancia?

 

De las megacoliaciones todavía no se sabe su rentabilidad electoral, pero políticamente hasta ahora han resultado un pésimo negocio pues ya costaron la cabeza de dos calderonistas cercanos. Gómez Mont fue exhibido como un funcionario sin capacidad de operación ni autoridad, y César Nava desde ayer es un mentiroso oficial. Y eso que hablamos de las alianzas con el PRD, sin hablar de las megacoaliciones fácticas como la que mantiene Calderón con Elba Esther Gordillo. Ahí el costo todavía fue más alto, pues la nominación del pederasta Miguel Ángel Yunes terminó en la renuncia a su militancia del aspirante mejor posicionado Gerardo Buganza. ¿A él de qué se le puede acusar? De perder por unos pocos votos frente a Fidel Herrera? ¿De mantener su trabajo en la entidad para volver a pelear la gubernatura? ¿De no tener el madrinazgo de Elba Esther que le dio a Yunes la candidatura?

 

Si el objetivo de las megacoaliciones era sacar al PAN de la batalla mediática para que el desprestigio de la marca no alcanzara a sus candidatos, pues hasta ahora no se logró. Una y otra vez el PRI los exhibe de una u otra forma. Y eso que todavía la batalla no inicia, pues hasta ahora las Alianzas Opositoras se han negociado en las elites partidarias, pero falta que el convencimiento llegue a las bases y militancias.

 

La postulación de ex priístas, por si fuera poco, tiene altos costos en todas las entidades en disputad excepto en Puebla. Ello se debe a que Moreno Valle conquistó al albiazul desde dentro y no se trata de una imposición calderonista negociada con Elba Esther Gordillo. ¿Qué la mano de La Maestra está presente? Sí, pero no le debe a ella la candidatura. Por eso aquí no hay renuncias al estilo Buganza, pues la única opositora fue Ana Teresa Aranda y todo indica que se disciplinó luego de la contienda interna. Pero tanta tersura también implica un costo: llevar como candidato a la alcaldía a un personaje al que enorgullece tener un marketing tan malo que lo llevó a ser comparado con un émulo del Patrullero 777. Tal compañero de fórmula, en sí, es una condena pues su aportación será tan mínima que la megacoalición y todos los costos que paga el Ejecutivo Federal no serán redituables.

 

¿Qué llevó a Calderón a situarse en una estrategia tan riesgosa como firmar pactos con el PRD y darle la espalda al PRI? Puede aducirse que la desesperación. Pero tampoco lo creo: hace tiempo que se dice que la Presidencia terminó en los hechos luego de que perdiera la Cámara de Diputados. El problema es que la Constitución no prevé que Calderón salga de la Presidencia pese a no tener ninguna clase de mayoría. Así que como ya no puede construir algo, lo único que le queda es tratar de destruir la restauración que pretende el tricolor.

 

Lo mismo le ocurrió a Fox: la segunda mitad de su sexenio la dedicó a destruir a López Obrador. Calderón tiene su molino de viento en la restauración, cuando debía concentrarse en la reparación de un país que francamente luce desastroso.

 



 
 

 

 
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