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Para los priístas el núcleo de la campaña electoral 2007 radica en evitar el enjuiciamiento electoral a Marín, ya que la figura del gobernador polariza a los poblanos en marinistas y antimarinistas.

 

Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda


La estrategia ganadora del marinismo

 

En su corte de caja hasta el día de hoy, Mario Marín debe sonreír satisfecho por el desempeño tricolor en la campaña 2007. Las previsiones catastróficas de inicio de año se han evaporado; la lucha en los distritos del interior del estado poco a poco se equilibra y en la capital, para sorpresa de propios y extraños, Blanca Alcalá amenaza con tener una victoria contundente el 11 de noviembre. Por si fuera poco, gracias a la operación de Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, su bestia negra, la Suprema Corte de Justicia, quedó bien amarrada y desarmada por lo menos hasta que pase el proceso electoral. La conjunción de circunstancias favorables al PRI, sin embargo, no se trata de un accidente o producto de la alienación planetaria. En el fondo, los éxitos relativos que ha tenido el grupo en el poder descansan en una cuidadosa estrategia destinada a evitar el error fundamental que cometieron en el proceso federal del 2006. El gran logro que Marín ha tenido es evitar que los comicios de noviembre se conviertan en un referéndum de facto sobre su gestión, y específicamente sobre su papel en la catástrofe política llamada Lydia Cacho.

 

Imperceptiblemente, los ciudadanos han sido distraídos en la campaña electoral en un sin fin de cosas que no tienen nada que ver con el fondo de la elección. Que si Toño Sánchez es o no misógino; que si Zavala o no perdió centralidad al dejar la secretaría de Gobernación; que si la proyección de Blanca Alcalá está definida por su condición de género; si las encuestas dan ventaja de tres, once o 23 puntos al priísmo; que si hay debate o no. En realidad, todo se trata de un acto de ilusionismo al estilo David Copperfiel: la estatua de Libertad sigue ahí, pero simplemente no la vemos. El eje de la elección es, ni más ni menos, el enjuiciamiento de medio sexenio a la gestión marinista. Pero nadie se ha dado cuenta, y la operación política se ha dedicado a encubrir los pecados de la clase gobernante, ampliamente reprobada el 2 de julio de 2006.

 

Usando sus mismas palabras, Marín está ahí, pero no está ahí. Me explico. A contracorriente de lo ocurrido en el 2006, cuando su cabeza pendía de un hilo y el mundo se le había venido encima, ahora el gobernador se encuentra en el eje de la operación política, moviendo sus fichas y con la serenidad de que por el momento su puesto no está en juego. La distribución de las piezas ha sido magistral. Primero, el aparato gubernamental fue realineado a servir a los intereses del propio gobernador, pero sin alterar la lógica de funcionamiento que traía. La llegada de Mario Montero a Gobernación, sin expectativas de momento por la sucesión, fue la contratación de un capataz de mano suave para eficientar el funcionamiento del aparato social del gobierno, dígase Sedeso, Sep, Dif y Salud. Alejandro Armenta, Darío Carmona, Arturo Hernández Davy y Roberto Morales hoy caminan por la misma senda, lejos de los enfrentamientos de grupo que provocaba Javier López Zavala. En el grupo monterista ya militaba Javier Sánchez Galicia, así que las pugnas internas de gabinete se han aparcado de momento.

 

Al mismo tiempo, la salida de Javier López Zavala eficientó el aparato político del marinismo. Así como el ex secretario de Gobernación metió mano en la designación de la mayoría de candidatos a alcaldes y diputados, justo era que se responsabilizara de lo que ocurrirá con ellos. Zavala, literalmente, fue lanzado a la calle, es decir, a la operación electoral en concreto, recorriendo distritos y municipios, reagrupando a los enemistades y prometiendo el oro y el moro a los dispuestos a traicionar a la oposición. Sin embargo, Marín mantuvo como dirigente formal a su compadre, Valentín Meneses, para dar la batalla en el discurso y mediática a Acción Nacional, ya con un bagaje producto del vendaval que sufrió después del 14 de febrero. En conjunto, Zavala y Meneses forman un dirigencia bicéfala que funciona correctamente cuando el protagonismo no le gana al primero de ellos.

 

Marín está ahí, pero no está ahí. Para los priístas el núcleo de la campaña electoral 2007 radica en evitar el enjuiciamiento electoral a Marín. Después de lo ocurrido con Lydia Cacho, la figura del gobernador polariza a los poblanos en marinistas y antimarinistas. El gobierno sabe que en condiciones de politización alta, es claro que los antimarinistas ganarían en número a los marinistas. Por ello parte de la estrategia ha sido desaparecer la figura del gobernador de los medios de comunicación: ni para lo bueno, ni para lo malo. Desaparecerlo significa la supresión de la avalancha mediática de spots anunciando obras y lo benéfico de su gestión. ¿O a poco aceptaron tan de buen grado la cancelación de la propaganda gubernamental para un mes antes de los comicios? Claro que no, sino que tal medida responde a sus intereses.

 

En el proceso electoral no hay Marín para lo bueno, y tampoco debe haberlo para lo malo. Por ello es fundamental desaparecer de los medios de comunicación poblanos toda referencia al escándalo Lydia Cacho, y en específico, cualquier spot que desate la polarización que llevará necesariamente al referéndum sobre la gestión marinista. La operación encubierta con los concesionarios de radio tan sólo es una muestra de hasta dónde están dispuestos a llegar con tal de silenciar cualquier referencia que ponga el nombre del gobernador en el centro del proceso electoral.

 

Lo que sorprende es la ceguera panista para activar el referéndum contra Marín. Y si a su tardanza sumamos la pésima operación política para desatar la polarización sobre la figura del gobernador, queda muy claro que sus opciones de ganar la mayoría del Congreso estatal y la mayoría de los ayuntamientos se reduce. En cualquier caso, la dirigencia estatal no tiene idea de cómo capitalizar sus expectativas de victoria, y sin el apoyo del gobierno federal, el marinismo consolidará su avance por la buena o por la mala.

 

El sol empieza a clarear para el marinismo siempre que se respete la primicia básica: en el proceso electoral de noviembre, no debe haber Marín ni para bien, ni para mal.



 

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