Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda


13/01/2010


El costo de la disidencia panista


Javier López Zavala y Rafael Moreno Valle, candidatos a la gubernatura perfilados, tienen problemas para manejar el disenso interno en sus respectivos partidos, una de las causas principales para desincentivar la participación del electorado. Si los miembros de un partido exhiben sus diferencias en público cual verduleras, y las elites no son capaces de ofrecer un proyecto común a la sociedad, cómo esperan convencer a sus potenciales votantes sobre su capacidad para gobernar. Ninguna cruz más pesada que un integrante de la misma familia: los ataques son más virulentos que los de los enemigos. Sobran los ejemplos históricos de candidaturas fuertes que se derrumban con las críticas de los aliados. Andrés Manuel López Obrador nunca pudo pactar con Cuauhtémoc Cárdenas su respaldo en la elección presidencial del 2006. Quizá el fundador del PRD pudo darle los 300 mil votos que le faltaron para ganar. En esa misma elección, Roberto Madrazo decidió deshacerse de sus críticos al interior del PRI por la vía fast track: a Elba Esther Gordillo la expulsó y a Arturo Montiel le cortó la cabeza exhibiendo su patrimonio malhabido. El tabasqueño reinó en solitario dentro de su partido, pero se fue al tercer lugar.

 

De una u otra forma, Rafael Moreno Valle alienta desde fuera la división del PRI presumiendo a los cuatro vientos su amistad con Enrique Doger con el objetivo de hacerle la vida imposible al PRI y Javier López Zavala. Dicen que para que la cuña apriete debe ser del mismo palo: nada para apretar a los priístas con otro priísta. Pero un acto de justicia poética –o perversidad política- hace que el senador panista pruebe la misma amarga medicina del disenso interno personificado en Ana Teresa Aranda, guerrillera de mil batallas que el lunes pasado puso el ejemplo de cómo sacar de quicio a Moreno Valle. Y podrán decir que La Doña rompió los pactos, pero lo cierto es que evitó que el neo panista se llevara la nota de ocho por su inscripción al proceso interno, y en su lugar la nota se convirtió en la disputa infantil de ambos por registrarse primero. Nadie duda que Aranda ganó el primer asalto.

 

Pero lo cierto es que Moreno Valle tiene todo para convertirse en el candidato panista al gobierno estatal. Por ejemplo, tiene grandes alianzas con medios de comunicación, capacidad financiera para enfrentarse al Leviatán marinista y, por si fuera poco, logró unificar a las familias escindidas del Yunque encabezadas por Ángel Alonso Díaz Caneja y Pablo Rodríguez Regordosa. Por si fuera poco, mantiene comunicación codificada con Luis Paredes Moctuzuma para abrirle espacios. Y sus alianzas con poderes fácticos nacionales las encabeza nada más y nada menos que la maestra Elba Esther Gordillo. Con la candidatura en mano, gracias a los contactos de su papá, tiene la puerta abierta en Televisa para negociar con Bernardo Gómez. En resumen: una lista interminable de fortalezas que lo convierten en el adversario más peligroso.

 

El capital político de Ana Teresa, comparado frente a las fortalezas de Moreno Valle, luce cuando menos modesto. Su potencial electoral no supera al 30 por ciento, pese a la levadura que le inyectó el sondeo manipulado de GEA/ISA. Sus alianzas nacionales se reducen al grupo del ex presidente Fox, y todos son dignos practicantes del ostracismo. No tiene en qué caerse muerta y tampoco inversionistas a la vista. Y jure usted que si de alguna forma obtuviera la candidatura, todos los medios de comunicación la ignorarían olímpicamente dándole a Zavala un triunfo de facto. Las familias yunquistas la aborrecen, como ya se lo hicieron saben en el 2007, cuando infructuosamente buscó la candidatura a la alcaldía. Y de su cercanía a Felipe Calderón poco queda luego de que el Presidente la degradó a subsecretaria primero, y luego la corrió del gabinete.

 

Sólo en algo Ana Teresa es superior a Moreno Valle: encarna la legitimidad panista que el senador no tiene por su condición de ex priísta. La Doña está forjada en el fuego de la oposición, mientras que Moreno Valle pertenece al ejercicio de la institucionalidad. El discurso de Ana Tere encuentra receptores entre los ¿cientos, miles? de panistas decepcionados por la ventaja electoral del senador y quisieran un panista panista como candidato a la gubernatura.

 

Para empeorar las cosas, Ana Teresa es una guerrillera irreductible: no negocia, como lo demostró en la crisis política de Huejotzingo. Lo mismo puso a parir chayotes a Manuel Bartlett que al entonces presidente Zedillo. Moreno Valle es el anverso de la moneda: un negociador nato, para que el todo puede acomodarse. Resumiendo: Aranda representa la vuelta los orígenes, el partido de oposición, mientras que Moreno Valle encarna el pragmatismo de la conquista al poder.

 

Nadie duda que en la consulta a la base, el senador aplastará a Aranda por varios miles de votos. ¿Y luego qué? ¿Ana Teresa detendrá sus críticos o lo que seguirá llamando panista pirata? ¿Su sumará al barco o se convertirá en la francotiradora de Javier López Zavala? ¿Cuántos votos le costará a Moreno Valle? ¿Los votos suficientes para perder?

 



 
 

 

 
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