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Tiempos de Nigromante
Arturo Rueda El usurpador El invento sexenal llamado Javier López Zavala regresó a su verdadero nivel: Zavalita. El liderazgo ficticio que le otorgó la secretaría de Gobernación se terminó cuando pretendió rivalizar con el gobernador y se entronizó a sí mismo como “el hombre más poderoso del sexenio”, en detrimento, precisamente, de Mario Marín. Regla básica del poder que Zavalita nunca entendió: nunca opaques a tu jefe. Por momentos, se convirtió en el vicegobernador. Más que eso: casi en el verdadero gobernador. La expresión constante de la clase priísta era que preferían reunirse con el titular de Gobernación antes que con el gobernador: “él sí resuelve cosas”. La caída de Javier López Zavala tiene una sola explicación: soberbia. Un Lucifer redivivo. El ángel favorito que quiso rivalizar en poder y hermosura con la verdadera fuente. Zavala se sintió Marín, pero no era Marín.
En esa lógica, Zavala dibujó su propia caída y era cuestión de tiempo para que el gobernador se enfadase por el exacerbado protagonismo de su pupilo. La hora llegó el miércoles de la semana pasado, cuando Marín se preparaba para viajar a Miami y durante el recorrido su tradicional repaso a la prensa del día. Después de leer la columna Serpientes y Escaleras de Ricardo Morales –ubicada desde el principio del sexenio como el espacio en el que Zavala filtraba información a diestra y siniestra- el gobernador montó en cólera. ¿La causa? El mensaje de que no se iba de Gobernación y que seguiría siendo el hombre más fuerte del sexenio.
Porque si Zavala es el hombre más fuerte del sexenio, ¿Marín qué diablos es? Así lo escribió Ricardo Morales: “Zavala, inamovible en Gobernación. Aunque se llegó a especular con la probable salida de Javier López Zavala de la Secretaría de Gobernación, para buscar encabezar la lista de candidatos a diputados plurinominales por el PRI, lo único cierto es que el funcionario no se moverá de esta posición y por el contrario, como ya lo señaló Enrique Núñez en su columna Contracara, se mantendrá como el hombre fuerte del gabinete marinista y como el operador por excelencia del gobernador Marín. No por nada López Zavala es quien se ha encargado de llevar a cabo la ‘operación cicatriz’ entre los grupos priístas que quedaron resentidos luego del proceso interno de selección de candidatos. La operación del secretario de Gobernación se ha extendido durante los últimos días con otros actores políticos de la entidad”.
La tendencia de Zavala a autoelogiarse a través de sus plumas favoritas acabó pasándole factura y fue la gota que derramó el vaso. Pero los elogios pagados son apenas la muestra del modus operandi del hoy candidato plurinominal al Congreso local. Durante su intenso pero efímero poder, Zavala se dedicó a fortalecer su proyecto político en detrimento del grupo del gobernador. La especia es claramente demostrable en el trato que recibieron personajes que apoyaron a Marín en campaña y que actualmente se encuentran alejados: solo los que se alinearon con Zavala sobrevivieron. Peor aún: personajes desconocidos para el gobernador se hicieron cargo de áreas centrales del gobierno estatal por recomendación de Zavala, en detrimento de los verdaderos amigos de Marín.
La soberbia del invento sexenal es más que demostrable a través de sus últimas declaraciones en la conferencia de prensa en que anunció su salida: “dejo un estado en paz social y con gobernabilidad”. ¿Y quién diablos es él para usurpar la responsabilidad del gobernador?. Erika Rivera Almazán lo entrevistó en sus últimas horas como secretario de Gobernación –léala en Los Conjurados- y dejó un verdadero testamento de su soberbia:
“—Zavala: el hombre fuerte de la administración marinista, la mano derecha del gobernador. Esa es la etiqueta que muchos te colgaron. ¿Cómo crees que hiciste este papel?
Leyendo estas expresiones, uno se pregunta quién era el verdadero gobernador: si Marín o Zavala. Después de saber quién sigue en el cargo, se entiendo que Marín fue siempre el gobernador y el otro apenas un usurpador.
El ataque de los cadáveres En sus treinta últimos agitados días se intensificó su extrema debilidad al frente de Gobernación: su candidatura a la alcaldía se frustró, impuso a su grupo en la mayoría de las candidaturas a diputaciones y alcaldías, adelantó la elección de Estado y puso en peligro de plan del gobierno para retener la mayoría del Congreso local. Pero al decir que la citada columna fue la gota que derramó el caso, se infiere que la caída de Zavala se fraguó desde el mismo momento en que comenzó a absorber su exacerbado poder.
Y es que cada posición que el secretario de Gobernación ganó para su grupo, dejó regados varios cadáveres hasta que terminaron por desbordarse en su clóset. El mejor ejemplo fue la designación de candidatos a alcaldes y diputados. Viejos aliados del marinismo se vieron desplazados para dar paso al zavalismo como grupo hegemónico al interior del PRI. Ninguno de los perjudicados se quedó callado y las protestas llegaron al gobernador. También contó, por supuesto, la voz de su hermano y la de Valentín Meneses quienes, sin entrar a un enfrentamiento directo, le hicieron a saber a Marín las interferencias que provocaba el secretario de Gobernación.
Al interior de la administración estatal las cosas no funcionaron mejor. Su autoritarismo al interior del gobierno y su autodesignación como “jefe del gabinete” le concitaron odios y rencores. En dos años, Zavala acabó enfrentándose a todas las posiciones de primer nivel, a excepción de Darío Carmona y Alejandro Armenta. Todavía se recuerda la célebre reunión de El Chimuchurri, en la que el mayor parte del gabinete mostró en público un frente contra los agravios y desplantes que les hacía Zavala. Así lo relatamos en su momento:
“De los roces en privado pasaron a las muestras de división en público. Las desavenencias entre los pesos pesados del gabinetazo marinista ha partido al gobierno por la mitad. Frente a la hegemonía que por dos años mantuvo inalterable Javier López Zavala, hoy se alza un bloque de secretarios hartos del trato despótico que les dispensa el titular de Gobernación. La oposición al zavalismo encontró la conducción de Javier García Ramírez, quien acusa desde hace semanas los golpes –mediáticos y políticos- provenientes del primer piso de Casa Aguayo. Los bandos están definidos y el enfrentamiento es de pronóstico reservado.
“De una lado, los asistentes a la comida convocada por García Ramírez en El Chimichurri, reportada por e-consulta. La procuradora Blanca Laura Villeda Martínez, el secretario de Seguridad Pública, Mario Ayón Ramírez; el de Finanzas, Gerardo Pérez Salazar; de Desarrollo Económico, Gerardo Fernández Sánchez; Javier García Ramírez; de Comunicación Social, Javier Sánchez Galicia; el coordinador de asesores del gobierno del estado, Lauro Sánchez; y el secretario particular del gobernador, Guillermo Deloya Cobián.
“Todos y cada uno de ellos, de una forma u otra, han sido agraviados por López Zavala en el ejercicio omnímodo de su poder. A todos los ha grillado con el gobernador, aprovechando la confianza casi incondicional que éste le profesa. Y es que el secretario de Gobernación, educado políticamente en el complicado arte de abrir puertas, sólo conoce una concepción del poder: la patrimonialista.
“Poseedor único de la voz del gobernador, ha llegado a suplantarla y usarla para sus propios intereses: montar una estructura que le permite llegar a la gubernatura. Por eso, cuando Zavala da una orden, casi todos entienden que se trata de una instrucción de Marín. Pero no es así necesariamente. Así Zavala ha logrado imponer a sus allegados en los niveles de mando en todo el gobierno; ha impulsado posiciones políticas; autorizado la creación de plazas y la asignación de sueldos; bloqueado y desbloqueado programas y acciones gubernamentales; intentado conducir las relaciones con medios de comunicación; visitar todo el estado y designar delegados; bloquear presupuestos y privilegiar sus proyectos.
“Zavala, en los dos años de gobierno, gozó de un poder desmesurado, pero al mismo tiempo sembró las tempestades que hoy empieza a sufrir. Su closet está lleno de cadáveres. Por cada nombramiento que ha impulsado, hay varios heridos. Por cada grilla, otros tantos más. Por cada triunfo, muchos enemigos. En suma, los agraviados del zavalismo suman una legión”. Fin de la larga pero necesaria cita.
Las horas bajas de Zavalita están por llegar, sobretodo por el arribo de Mario Montero a Gobernación, después de que el chiapaneco operó en su contra en las elecciones federales del 2006 para hacerlo perder la senaduría y sacarlo de la sucesión. Pero esta historia aguanta para mañana.
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