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Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda


La jugada presidencial

 

Las coordenadas del sistema político se alteran vertiginosamente. Paradojas de nuestra incipiente democracia: para cortarle el cuello a Luis Carlos Ugalde y los consejeros electorales fradulentos, así como limitar el poder fáctico de la radio y la televisión, los ciudadanos deberemos pagar el costo del alza a la gasolina, la creación de un impuesto a los depósitos bancarios en efectivo y el aumento de la carga fiscal a los empresarios a través de la IETU. Los representantes populares viven una esquizofrenia peligrosa. Los senadores, por un lado, libran una batalla heroica, quizá del tamaño de la que libraron Juárez y sus liberales, para someter a unos concesionarios ensoberbecidos. Los diputados, de su lado, acuchillan al pueblo al aprobar una reforma fiscal impopular que le dará más recursos al gobierno federal, pero al mismo tiempo fortalecerá los feudos antidemocráticos de los gobernadores priístas.

 

Reforma fiscal por reforma electoral. Intercambio absurdo de prisioneros. Héroes y villanos al mismo tiempo. Y en medio de la reformitis que ataca al Congreso de la Unión, se cierne la mano presidencial. Felipe Calderón, convenientemente, observa el enfrentamiento desde lejos y al mismo tiempo opera desde la India y Australia. En política no hay casualidades. El Presidente hará acto de presencia el sábado, cuando todo se haya consumado. Cuando la cabeza de Ugalde haya rodado por los suelos, los medios masivos hayan perdido su tajada multimillonaria del festín electoral, los ciudadanos nos preparemos para el nuevo golpe impositivo y el gobierno federal haga cuentas alegres con los nuevos recursos que llegarán a su bolsillo el próximo año.

 

La política, siempre he creído, es un ejercicio de realismo. Que nadie se engañe: el terremoto que recorre el sistema político mexicano tiene un único origen: la voluntad presidencial. Sin su venia, Acción Nacional jamás se hubiera atrevido a remover al Consejo General del IFE y pactar su defenestración. Tampoco se hubieran puesto tan valientes como para enfrentar a los concesionarios y sus gángsters, alias conductores y periodistas. Mucho menos a que surgiera una hermandad con el PRD y hasta gozaran los chantajes del priísmo. Como en el Viejo Testamento, todo sucede por obra y gracia del Señor.

 

Pero, ¿qué diablos pretende Felipe Calderón con jugadas tan arriesgadas que modifican imperceptiblemente la naturaleza del sistema político? El discurso oficial dice que el Presidente decidió ceder en el tema del IFE y la reforma a los medios para obtener el consenso necesario, primero, para tener un informe sin sobresaltos que equivalió al reconocimiento legal del PRD, y después, para lograr la aprobación de su propuesta de reforma fiscal. Una reforma que, sin embargo, no le dará los recursos esperados en el proyecto original, y que al final terminará beneficiando a los gobernadores priístas con la repartición del alza a la gasolina. Y lo peor, peor de todo, es que Acción Nacional pagará parte del costo electoral en las próximas elecciones de Puebla, Michoacán y Tamaulipas.

 

A simple vista, parece que Calderón obtuvo poco y cedió mucho, porque el gran ganador de terremoto político es el PRD y Andrés Manuel López Obrador. La guillotina que cayó sobre la cabeza de Ugalde y compañía no es otra cosa que la confirmación histórica del fraude electoral en las elecciones presidenciales del 2006. No me cabe en la cabeza: Calderón permitió la historia absolviera a López Obrador. El IFE tuvo una irregular –por no decir parcial e ilegal- actuación en el 2006, y el castigo a los consejeros es su remoción, increíblemente avalada por Acción Nacional, el partido que ganó por un raquítico .56 por ciento.
No tiene lógica. El panismo desconoce al árbitro con el que ganó la contienda. Pero en un sentido más perverso, Calderón acuchilla al árbitro que le dio una ventaja ilegal, un empujón ilegítimo, y que pecó de omisión al permitir la guerra sucia y la descarada intervención de Vicente Fox. Eso se asemeja mucho a una traición entre cómplices. Asesinato del amigo mafioso que te ayudó a cometer el crimen. Y eso nunca acaba bien.

 

El hecho de que la Historia absuelva a López Obrador le da credibilidad a su lucha social y le resta legitimidad a Felipe Calderón, aunque éste pueda quitarse la imagen de una parálisis gubernamental gracias a la aprobación de la reforma fiscal. En términos de poder, es dar mucho y recibir poco.

 

Al dejar caer la guillotina, Felipe Calderón no sólo traiciona al árbitro vendido que lo ayudó a ganar ilegalmente. También le clava una daga a la titiritera que movía la voluntad de los consejeros y formó ese Consejo General, es decir, Elba Esther Gordillo. En términos reales, es el primer golpe que sufre la Maestra de parte del poder presidencial. A lo mejor están tratando de darle un mensaje. Que como Ugalde, ella pronto también dormirá con los peces.

 

Pero si tuviéramos que elegir el mayor riesgo que tomó Calderón, sin duda sería la ejecución financiera de la radio y televisión, sus grandes aliados en la conquista del poder presidencial. Sin spots negativos, sin la contratación de publicidad por entes ajenos como el Consejo Coordinador Empresarial, sin las aportaciones millonarias para denigrar a López Obrador, y sobretodo, sin la complicidad de Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas Pliego, Olegario Vázquez Raña y Rogerio Azcárraga, Felipe Calderón nunca hubiera llegado a la Presidencia.

 

El golpe, eso sí, fue una jugada maestra, asestado precisamente en la ausencia de su autor intelectual, el Presidente de la República. Con Calderón de gira por Australia y la India, ¿con quién diablos iba a quejarse la poderosísima Cámara de la Radio y la Televisión? La impotencia de los concesionarios fue tal que, como viles gángsters, enviaron a sus estrellas a defender los 3 mil millones de pesos anuales que los partidos políticos les entregan en cada campaña electoral.

 

Para el PRI y el PRD se trata del plato de venganza que frío sabe delicioso. El PRI lleva años acumulando agravios por el maltrato televisivo del que ha sido objeto, y el PRD afilaba su cuchillo para desagraviar a López Obrador, sin muchas esperanzas hasta que el PAN decidió participar del festín.

 

El que la mano presidencial esté detrás de los senadores no demerita su heroico papel para resistir las presiones de un poder fáctico acostumbrado a someter a los actores políticos. Aunque los medios poblanos no se dieron cuenta, el martes pasado, en el enfrentamiento entre conductores y senadores el sistema político sufrió un vuelco del que pasará algún tiempo antes de descubrir sus verdaderos efectos. La disyuntiva, sí, parece triste, pero algo se tiene que elegir. ¿Partidocracia o telecracia? No hay respuesta sencilla.

 

En una sola semana, y desde la distancia, Felipe Calderón ejecutó a sus antiguos aliados: a Ugalde y compañía, a los dueños de los medios de comunicación, y le envió el primer aviso a Elba Esther Gordillo. De igual forma, encumbró al PRD, legitimó la lucha social de López Obrador e hizo que la historia lo desagraviara. Con la aprobación de la reforma fiscal se hizo de algunos recursos extras y le hizo llegar unos más a los gobernadores priístas, a costa de que el PAN pague el costo electoral en las próximas elecciones.

 

¿Y todo para qué?

 

¿Qué hay detrás de la jugada presidencial?



 

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