Lo único claro es un sentimiento generalizado de desánimo. Ninguno de los nuestros gobernantes o políticos parece capacitado para ser el héroe que requerimos. Ninguno de los que son ni de los que aspiran a ser
Tiempos de Nigromante
Arturo Rueda
Ya nos llevó la chingada
El alcalde de Tecomatlán, uno de los once presidentes municipales que han recibido amenazas telefónicas provenientes del crimen organizado, tomó el teléfono y escuchó las injurias de aquellos quienes pedían la cantidad de 100 mil pesos al mes para no atentar en contra de su familia e hijos. Aceptó el monto, y el sicario, al otro lado de la línea, le dijo que ahora debían ponerse de acuerdo en el lugar para la entrega del dinero. El presidente respondió tajante: “vengan aquí por el dinero, pero vengan muchos y armados, porque les vamos a partir la madre”. La llamada concluyó. Y es que varios de los alcaldes amenazados, ante su desesperación por la incapacidad de las policías estatales para brindarles seguridad, han decidido seguir el ejemplo de Tlapanalá: hacerse justicia por la propia mano. Linchar a los delincuentes, porque los gobiernos no pueden protegerlos. Hemos regresado al estado de naturaleza.
La violencia incontrolable del crimen organizado se ha transmutado en terrorismo. El problema es que ha diferencia lo que ocurre con ETA, aquí no hay grupos ni causas que se atribuyan el atentado en Morelia, los 24 ejecutados de “La Marquesa”, los decapitados de Yucatán o la matanza de Creel en Chihuahua. Es, simple y sencillamente una matanza. El término específico le causa pavor al gobierno calderonista: el país se encuentra inmerso en una guerra civil. Sólo así puede explicarse que mexicanos maten a mexicanos.
La violencia avanza entre terrorismo y guerra civil sin ajustarse plenamente a alguno de esos modelos. Los Zetas, el Cártel de Sinaloa, los Beltrán Leyva, los Arellano Félix y compañía ya no sólo atacan a sus rivales en el transporte y distribución de la droga, o los policías que los persiguen, los jueces que los encarcelan o los políticos que no quieren tratos con ellos. Con los atentados de Morelia ahora han atacado a la población civil lanzando granadas en pleno festejo de independencia. En eso se parecen a los terroristas. Pero la diferencia es que no los Cárteles no tienen reinvidicaciones políticas, nacionalistas o religiosas. No quieren cambiar el mundo por la vía del terror. Simple y sencillamente quieren seguir vendiendo estupefacientes ahí donde puedan. Continuar un negocio multimillonario en sociedad con otros mexicanos y norteamericanos. Un negocio sucio, como lo llamaba Vito Corleone.
Por supuesto que es si esto es una guerra, sin duda que es una guerra civil por la matanza de mexicanos a manos de otros mexicanos. Pero es una guerra absurda porque no se sabe quién la libra: de un lado, por supuesto, aparece el gobierno, ya sea en su vertiente federal, estatal o municipal, obligado a garantizar seguridad a cambio de la libertad. ¿Y del otro lado? ¿Cuántos ejércitos diferentes hay ahí afuera? Incluso, estos ejércitos son enemigos entre ellos mismos, y solo tiene en común su enfrentamiento con el gobierno. ¿Quiénes son los líderes? ¿El Chapo, los Arellano, Ociel Cárdenas? ¿Y desde Estados Unidos por qué nunca se sabe quiénes son sus capos? ¿Y quién provee de armas a estos ejércitos? ¿Dónde depositan su dinero? ¿Cómo las ingresan a territorio nacional?
Por si fuera poco, los gobiernos tienen todas las de perder en esta guerra: su actividad es pública, así como sus líderes, que además deben rendirles cuentas a los que los eligieron. Del otro lado trabajan en la clandestinidad absoluta, y por si fuera poco, han infiltrado a sus rivales. En cualquier nivel de gobierno, hay policías, ministerios públicos, burócratas, jueces, magistrados y mandos en la nómina del narcotráfico, aprovechando la corrosión de la corrupción.
En una guerra civil, por supuesto, se disputa el poder político entre dos facciones. ¿Pero quieren los Cárteles derrocar a Felipe Calderón? Por supuesto que no. ¿Quieren destruir al Estado para instaurar uno nuevo? Tampoco. ¿Entonces cuál es el sentido de esta guerra civil? No parece claro.
Lo único claro es un sentimiento generalizado de desánimo: a México ya se lo llevó la chingada. Ninguno de los nuestros gobernantes o políticos parece capacitado para ser el héroe que requerimos. Ninguno de los que son ni de los que aspiran a ser. El PAN dejó que le crecieran mil cabezas al monstruo. El PRD ni se entera de lo que pasa. ¿La respuesta está en el regreso de la mafia tricolor para volver a organizar la mafia del narco?
Guerra civil o terrorismo, el gobierno pierde porque no tiene idea de las cabezas, mandos y recursos de enemigo. No sabe todavía quienes decapitaron en Yucatán ni a los autores de la matanza en Creel. No saben todavía porque ejecutaron a los 24 del paraje de “La Marquesa” y mucho menos quiénes fueron. Hasta, ni hipótesis de los criminales de Morelia.
No es que los medios de comunicación de pronto de hayan vuelto rojos, en el sentido de priorizar la nota policíaca. Es que simplemente la sociedad mexicana se ha vuelto roja. Lo único que hacemos es relatar el regreso al estado de naturaleza.
*** Arderá en el infierno. En los finales de su vida, Norberto Bobbio escribió el llamado “ensayo sobre la templanza”, en el que preguntaba cómo podía existir la justicia cuando Stalin había muerto, apaciblemente en su cama, después de provocar la muerte de millones de seres humanos.
Pues en ocasiones la justicia existe: Salvador El Chato Martínez murió el lunes pasado después de pasar años en un cáncer terrible. Nadie puede lamentarlo. El concesionario de la 10.10 AM fue quien nos vendió al gobierno marinista para cerrar La Quintacolumna radio a cambio de varios millones de pesos. Después de la transacción, entregó la administración a José Hannan Brady, uno de los empresarios más cercanos al gobernador.
Lo malo fue que ni tiempo tuvo para disfrutar su dinero malhabido. El cáncer comenzó a carcomerlo y los últimos meses los pasó en terapia intensiva en un hospital en Estados Unidos.
Ojalá que no descanse en paz.
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