Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda


2008: el año de la violencia


El corte de caja del 2008 para el marinismo parece redondo, excepto por el rubro de la seguridad pública. Y es que el año que acaba será recordado como el de la explosión del crimen organizado en la entidad. Una explosión que hasta ahora ha cobrado la vida de cuatro judiciales, un número indeterminado de secuestros, casi una decena de ejecuciones, un atentado en contra del número dos de la PGJ, así como una creciente paranoia en los poblanos, quienes vieron derrumbarse aquel mito de que Puebla era “la entidad más segura del país”. Lo que en un principio fue calificado como “hechos aislados” poco a poco se convirtió en una bola de nieve imparable. 2008, es, el año de la violencia.

 

Al igual que ocurre a nivel nacional, conforme dicha violencia se incrementa, disminuye nuestra capacidad de asombro. Porque, finalmente qué son los dos judiciales asesinados en el fin de semana, comparados con los decapitados de Yucatán, los 24 ejecutados en La Marquesa o las matanzas de Chihuahua. Pero ahí están las bajas de la PGJ, comenzado por el agente 646, levantado en el enfrentamiento de Córdoba, Veracruz, y encontrado muerto días después. Y qué decir del segundo comandante de Tehuacán, Laurencio Muñoz, de quien no se captura a los asesinos, pero Archundia deslizó que trabajaba para el crimen organizado y por ello no tuvo ni homenaje en su sepelio. Ahora sí que le dieron entierro de traidor.

 

Homenaje si hubo para los dos agentes caídos el fin de semana. El primero fue emboscado afuera de su casa, en el conflictivo corredor de Atlixco-Izúcar, donde operaban los seis Zetas detenidos en Tlapanalá. El segundo cayó víctima de una granada lanzada a las instalaciones de la PGJ en Cañada Morelos. La reconstrucción de los hechos indica que los criminales primero llamaron la atención de los judiciales disparando sobre la puerta, y ya que salían en tropel, lanzaron el artefacto explosivo. Queda claro que se trata de venganzas. Y es que en los pasillos de la corporación corre el rumor que el crimen organizado ha desatado una cacería de judiciales para ayudar a convencerlos de ingresar a sus filas. Una oferta que no puede rechazarse: morir emboscado o cobrar los 30 mil pesos que ofrece Manuel Antele, el jefe de la plaza.

 

Si el segundo comandante de Tehuacán murió en la orfandad, el homenaje si alcanzó a los dos agentes muertos el fin de semana. La ceremonia fue protegida casi con medidas extremas, casi casi con armas en la manos. ¿Y por qué? Porque entre Archundia y Arzola trata de evitar que los agentes se desmoralicen, y en efecto, acaben desertando para aceptar los ofrecimientos de Antele. Parece difícil que tengan éxito. Hugo Isaac Arzola, por ejemplo, no es respetado en la corporación, y menos ahora que tiene enfrente a un viejo lobo de mar como Manuel Méndez Marín. Crecen los rumores de que en pocos días asumirá el puesto, y Arzola no llegará a cargar los peregrinos. Archundia, a pesar de toda su experiencia y años en la Procuraduría, no tiene un mapa claro del funcionamiento del crimen organizado en la entidad, además de que se sabe infiltrado.

 

¿Por qué 2008 es el añosde la violencia? ¿Qué ocurrió para que el marinismo perdiera el control de una situación de paz en medio de un caos de violencia nacional? Por supuesto que hay causas internas y externas. En las primeras resulta obligado señalar el pleito casado entre el general Mario Ayón y Alejandro Fernández Soto, quien le dio funciones operativas al Consejo Estatal de Seguridad Pública. Fernández Soto se fue entre aplausos unánimes, y el general se quedo en su puesto con la victoria. ¿Pero puede Ayón controlar la situación ahora que todo el sistema de seguridad descansa en sus manos? Por los hechos del fin de semana parece que no.

 

Entre las externas debemos señalar que nadie sabe a ciencia cierta cómo se mueve el mapa de la delincuencia organizada. El gobierno federal, se ha visto con la Operación Limpieza, está más que infiltrado. Las sospechas empiezan a llegar directamente a García Luna, el secretario de Seguridad Pública. La guerra encabezada por el gobierno federal, más que ganada, lo único que crea es mayor confusión en el movimiento de los capos. Y por si fuera poco, los cárteles comienzan a radicalizarse, en específicos Los Zetas y La Familia.

 

¿Hasta dónde son culpables los marinistas en que Puebla haya dejado de ser una entidad de paso, un oasis de tranquilidad o un centro de lavado de dinero, para convertirse en una plaza de disputa? Por una parte es cierto que se han visto rebasados por el baño de sangre que se vive a nivel nacional. Por la otra, hace falta reconocer que Puebla vive ya en los márgenes del pantano, y sólo un diagnóstico certero –más un trabajo de inteligencia- darán las herramientas para prevenir el asentamiento específico de un cártel en la entidad.

 

Para mal, nos ha tocado ser testigos de la inauguración de la violencia. Todo empezó en el 2008. Pero aquí no acabará, porque el poder del crimen organizado sigue creciendo en la entidad, y falta poco para ver matanzas con las del norte del país. Por ejemplo, inició la cacería de judiciales.

 



 
 

 

 
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