publicidad  
 
Abrir el índice

 

 
       
   
   
   

Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda


Intervencionismo presidencial

 

La Presidencia de la República ya aterrizó en la elección local prevista para noviembre y Mario Marín, así como los funcionarios del gabinete estatal, sintieron el poder de la institución en la visita que Calderón hizo a Zacatlán el viernes pasado, cuando les dejó una sola advertencia: “no permitiré que los programas sociales se desvíen a las campañas electorales”. El mensaje caló fuerte en el marinismo, que se sabe desde hoy vigilado en extremo por el gobierno federal para poner en práctica la elección de Estado. La batalla de estructuras está por llegar y Veracruz, que celebra elecciones el próximo domingo, es el laboratorio en el que debería reflejarse el marinismo en su lucha por mantener el Congreso del Estado.

 

La interrupción de la gira de Felipe Calderón por Canadá para trasladarse a Puebla y Veracruz con motivo de la destrucción dejada por el huracán Dean no se dio por el buen corazón del Presidente, sino para reforzar la imagen de la institución en dos de las entidades con mayor padrón electoral del país y que pronto celebrarán elecciones. Así que por tres días, los medios de comunicación nos bombardearon con las imágenes de un Presidente arremangado, caminando en medio de inundaciones y tendiéndole la mano a los necesitados de consuelo y apoyo gubernamental. Una auténtica joya del presidencialismo nacional que sólo beneficia a Acción Nacional. Un reforzamiento mediático a las campañas electorales de su partido.

 

No es la primera vez que Calderón recurre a tal estratagema para apuntalar a su partido en elecciones locales. La primera vez lo hizo en Yucatán a dos semanas de los comicios en los que al final resultó triunfadora la priísta Ivonne Ortega. También se apareció en Baja California –con todo y cuerpos de seguridad, así como el tradicional operativo del diario Reforma al servicio del blanquiazul-. En Oaxaca no se apareció y el PRI arrasó en los comicios para renovar su Congreso local.

 

Lo irónico es que la presencia de Felipe Calderón en la zona del desastre natural nos dejó, al mismo tiempo, la imagen de unos gobernadores presurosos por seguirlo el paso en la estela del desastre para entregarle cuentas al gobierno federal. Las fotos hablan por sí mismas: frente a un Marín solícito para explicar la actuación del gobierno local para paliar las consecuencias del meteoro, el Presidente mantuvo un gesto ceñudo y de permanente irritación, al grado de que tomó la potestad de regañar al secretario de Salud, Roberto Morales, cuando éste no es empleado del presidente, sino del gobernador. En los hechos, como si el reloj del sistema político no se hubiera adelantado, Marín apareció en Zacatlán como un subordinado del Presidente. Un empleado, vaya. Callado y sumiso.

 

La prepotencia de Calderón fue tan grande que se dio el lujo de amenazar al gobierno estatal. Marín permaneció sentado, imperturbable, cuando el Presidente le prohibió al marinismo que los recursos para paliar el desastre no debían condicionarse por razones electorales. Es cierto que el Presidente tiene razón, pero ¿quién le reclama a Calderón el doble discurso de apuntalar a su partido en las elecciones locales mediante su presencia física y del aparato presidencial?

 

¿Cuál es la traducción de todo esto? Pues que la institución presidencial sigue manteniendo un peso específico al interior del sistema político que hace que los gobernadores, aún emanados de otro partido político diferente a Acción Nacional, se postren ante el y les permitan supervisarlos, olvidando los principios más elementales del federalismo mexicano. Tan arraigado está el poder presidencial en la cultura política del mexicano que todavía cuando el Presidente habla, el resto calla.

 

Y Felipe Calderón sabe perfectamente que los gobernadores no se atreven a desafiarlo. Mucho menos un gobernador debilitado como es Mario Marín, precisamente, gracias a al operación del gobierno federal en la producción del escándalo Cacho y en el mantenimiento de sus consecuencias en la Suprema Corte de Justicia.

 

La presencia de Calderón en Puebla no tiene otra lógica más que la apertura oficial del intervencionismo del gobierno federal en la elección local. Al buen entendedor pocas palabras bastan. Así que la amenaza al PRI poblano se cierne desde dos frentes: la Presidencia de la República y la Suprema Corte de Justicia. Aunque al final sigue siendo una sola, porque lo ministros no han dejado de ser empleados de Felipe Calderón.

 

¿Tendrá el gobierno estatal poder de resistencia frente al intervencionismo que ya dibuja el gobierno federal en la campaña electoral? ¿Hasta dónde el marinismo tendrá la intención de entrar a un choque de trenes con el poder presidencial panista en aras de mantener su coto de poder?

 

*** Otro choque de trenes. El enfrentamiento entre el sindicato magisterial y el PRI empieza a subir de tono. Y es que Gustavo Espinoza y Jorge Rodríguez, en mancuerna con Rafael Moreno Valle, buscan colocar al PANAL como la tercera fuerza electoral de la entidad por encima del PRD. Y para lograrlo, el magisterio tendrá que votar sus propios candidatos en demérito de los abanderados tricolor.

 

Javier López Zavala se ha puesto al frente de las negociaciones para impedir el choque de trenes con el magisterio y para ello se entrevistó ayer por la mañana con Gustavo Espinoza en su nueva base de operaciones, el Hotel Camino Real. El ex titular de Gobernación tiene posición privilegiada para el acuerdo con los maestros en virtud de que él llevo las negociaciones salariales 2006 y 2007 con el magisterio. Así que él, y nadie más que él, sabe como agarrar de ya sabe donde a los líderes magisteriales.



 

Versión Online

Columnistas

 
Haga cic aquí para ampliar la imagen

   

 
RSS Feeds
En tu Movil
Video
En tu E-Mail
 
   
Estadisticas

© Copyright, 2007 www.diariocambio.com.mx
Avenida 16 de Septiembre 4111, Col. Huexotitla, CP. 72240, Puebla, Pue. - México Tels.(+222)243- 8392 / 243-8439
Abrir el índice