Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda

29/05/2009

Venderse por un plato de lentejas


No imagino a Josep Guardiola, entrenador laureado en todo el mundo, venerado por los catalanes y respetado por el gremio global de directores técnicos, dilapidar su prestigio cinco minutos después de obtener su Triplete añorado y la Champions League prestándose a apoyar a un partido político en un spot para campaña electoral. Dinamitando su celebridad histórica a cambio de algún tipo de beneficio momentáneo. Salvadas las distancias, es lo que hizo precisamente la celebridad Chelis a quien en lo futuro sólo conoceremos como el priísta Chelis luego de prestarse a posar su fama momentánea en un spot que circula desde la tarde de ayer para apoyar al PRI y sus candidatos a diputados federales. Sánchez Solá vendió sus valores de heroicidad, competencia, pundonor, y los mezcló con los marchitos y degenerados valores pregonados por los partidos políticos.

 

Aclaro: no es un pecado de Chelís prestarse a trabajar para el PRI. Opinaría lo mismo, vendió su celebridad, si lo hubiera hecho para el PAN, el Verde o Convergencia. El pecado es prestarse a un acto de oportunismo: aprovechar su fama momentánea, el sentimiento generado entre los poblanos, para potenciar campañas que no le interesan a nadie, una lucha estéril por el poder que tiene hartos a los mexicanos. Intentar transmitir sus valores a unos candidatos a diputados, la gentuza con menos credibilidad y confianza según todas las encuestas, sin importar del partido que provengan.

 

Bien por los estrategas del PRI, especialmente porque después de que Chelis evidenció que está al servicio del “señor gobernador” y que renovó con el equipo gracias a la intervención de Mario Marín, pues se muestra el interés del alto mando para reforzar un equipo tricolor luego de tres semanas de conducción al estilo Armentista. La presencia del técnico de la Franja vendrá a ser un anti-Místico, puntal de la campaña federal panista junto a otros deportistas como Iridia Salazar y Hermosillo.

 

Vuelvo al ejemplo de Guardiola: bonito sería verlo, por ejemplo, apoyar a un partido nacionalista como Esquerra Republicana en un spot luego del triplete. Nunca lo haría, una vez que su equipo defiende valores universales –paga por llevar el logo de UNICEF en la camiseta y rechaza ofertas comerciales millonarias de empresas y telefónicas-, y aunque de cierta forma están conectados al nacionalismo catalán nunca han apoyado un partido político o iniciativa independentista. De hacerlo, Guardiola sería el héroe de unos pocos ultras para decepcionar al resto de sus fans por confundir sus valores deportivos con los políticos.

 

Tampoco es descubrir la leche tibia que los partidos y los políticos, ante su falta de credibilidad y/o carisma, buscan refuerzos en celebridades: músicos, deportistas, actores de cine y televisión. La mayoría de los que aceptan acaban arrepintiéndose, porque al identificarse con una marca mezquina como un partido político venden por un plato de lentejas el cariño de la gente. Solamente para ejemplificar, recuerdo el caso de Juan Gabriel que después de protagonizar el famoso jingle en la campaña perdedora de Francisco Labastida en el 2000 –ni Temo, ni Chente, Francisco será presidente- enterró una carrera extraordinaria como ídolo de la música popular.

 

Supongo que para eso el poder marinista quería fútbol en Puebla, y por eso su interés en participar en el equipo. Para que algún tipo de triunfo deportivo ayudara a transmitirle fuerza y credibilidad a un gobierno que en tramos ha carecido de ello.

 

Pero también supongo que Warhol tenía razón: que todos los seres humanos tenían derechos a 15 minutos de fama. Y que la diferencia entre los famosos y las celebridades es que hay unos que tratan de extender esos 15 minutos para dejar una huella imperecedera y otros que tratan de exprimir monetariamente esos momentos para asegurar su calidad de vida a costa de apagar su llama. De todos modos, lo que cuesta dinero cuesta barato. Felicidades, Chelis, ojalá haya valido la pena.

 



 
 

 

 
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