Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda

30/03/2009

La traición de los Rivera Boys


Rafael Moreno Valle ya conoce hasta dónde llegan las fobias al interior del PAN, y como las divisiones son más fuertes que la posibilidad de construir un proyecto para llegar al poder. Con esas mulas le tocará arar si quiere ganar la gubernatura. Ante el escenario reseñado en la columna anterior, la previsible incorporación de Roberto Grajales a uno de los tres lugares reservados a Puebla en la lista plurinominal, el grupo de los Rivera Boys literalmente enloqueció. Y entonces, prefirieron tirar el procedimiento, operar la renuncia de la mayoría de los aspirantes y entregarle la designación al Comité Ejecutivo Nacional, que nadie garantiza satisfaga sus intereses. Pero para Eduardo Rivera y Rafael Micalco lo importante es que los otros no lleguen, al costo de que el PAN pierda. Dignos herederos del frailismo: lo que cuenta es apoderarse de las plurinominales, no generar victorias. La historia es la siguiente.

 

Con el proceso de designación de candidatos plurinominales se inauguró la aplicación de los nuevos estatutos del PAN: sufragio directo de los miembros activos en centros de votación, contrario al pasado de delegados y convenciones. En fase de experimentación y para no arriesgarse, Micalco decidió amarrar sus intereses con Moreno Valle y le llevó tres propuestas: Pablo Rodríguez Regordosa, Augusta Díaz de Rivera y José Luis  Carmona. El senador compró la primera propuesta y se comprometió incluso a armarle su campaña. En caso de Tití y El Chango, rechazó apoyar a ambos, pues consideró que los equilibrios se romperían al formar parte los dos del equipo de Humberto Aguilar Coronado. La dirigencia eligió entonces a Augusta, y Moreno Valle quedó libre para pactar su tercer voto con otra corriente.

 

Pero Micalco y Eduardo Rivera jamás se imaginaron que el grupo con el que Moreno Valle aceptó pactar fue el de Ángel Alonso Díaz Caneja para llevar a Roberto Grajales a la plurinominal. La fuerza de ambos senadores juntos fue desestimada, pero en Teziutlán, a pesar de la operación directa de Carmona como enviado de la dirigencia, perdieron tres a uno. Entonces, enloquecieron. Una y otra vez revisaron las cuentas. Pablo Rodríguez estaba amarrado, pero Grajales también. En una de esas, hasta Augusta Díaz de Rivera salía perdiendo. Por ello, decidieron dinamitar el pacto de Moreno Valle con el Yunque, a costa de tirar el procedimiento de elección de diputados plurinominales.

 

Eduardo Rivera y Rafael Micalco operaron las renuncias de 13 de los 18 aspirantes para poder, estatutariamente, derrumbar el proceso. El intermediario fue José Luis Carmona, que a lo largo del viernes, se dedicó a hacer llamadas. Después de dialogar con El Chango, los candidatos platicaban con Micalco. “Respeto tu decisión”, les decía el dirigente estatal azuzado por su patrón Eduardo Rivera.

 

Los Rivera Boys lo negarán y esconderán a su mano operadora, José Luis Carmona, a quien encargaron el trabajo sucio de que ellos se comprometen a que el CEN lo designe. Pero su huella es visible en la renuncia de sus otros dos candidatos, Pablo Rodriguez Regordosa y Augusta Díaz de Rivera, quienes ni tardos ni perezosos estamparon su firma para reventar el pacto Moreno Valle-Yunque e impedir la victoria de Roberto Grajales.

 

Los Rivera Boys, sin embargo, se dispararon en el pie. Uno, porque nadie les garantiza que Germán Martínez y el Comité Ejecutivo Nacional atiendan sus intereses y respetan a sus candidatos, Pablo, Augusta y el Chango Carmona. Ahora sí que como puede que sí, puede que no. Dos, porque incluso puede que el CEN integre a Roberto Grajales en la lista después de tremendo zafarrancho. Y tres, porque se evidenciaron ante Moreno Valle su doble discurso: cuando las alianzas les convienen, pactan con el senador. Y cuando no, están prestos a traicionar ocultando la mano que siempre queda visible.

 

Y lo peor: Eduardo Rivera y Rafael Micalco aunque quisieron, no pudieron fracturar la nueva alianza entre Rafael Moreno Valle y Ángel Alonso Díaz Caneja. ¿Por qué? Porque el ala yunquista sabe que la contraoperación provino de la dirigencia estatal, y no de que Moreno Valle se echara para atrás.

 

 

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