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Lleva sello transexenal, proyecto del nuevo aeropuerto




Escrito por  Dr. Guillermo Deloya Cobián
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La construcción del nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México ya es emblemática, no sólo por ser la obra más ambiciosa del actual gobierno, sino porque conlleva un sello transexenal.

Como ha sido difundido, este proyecto iniciará su primera etapa de construcción en 2015; podría o no entrar en operación en este mismo periodo. Por su trascendencia, sólo puede ser obra de un estadista, cuya renovación de su capital político le apuesta a las próximas generaciones. Este propósito es el signo más claro de que no sólo se está trabajando para el presente sexenio, y que la gestión del gobierno no tiene la perspectiva circunscrita a la próxima elección, como diría Bismark acerca de un verdadero estadista.

 

 

La iniciativa también es emblemática porque constituye una nueva manera de hacer las cosas en nuestro país y no solamente porque otros gobiernos no pudieron hacerlas. Fue anunciada justo después de que en el Congreso se concluyeron las reformas estructurales, gracias a la capacidad de concertación y operación política del gobierno federal. Es momento de ponerlas en movimiento.

 

 

Anunciar una obra de estas dimensiones al ofrecer el Segundo Informe de Gobierno, que constituye un parteaguas en la perspectiva de México, es pensar en grande: es generar una ola de señales para mejorar la competitividad documentando el optimismo. Este es un anuncio que muchos mexicanos esperábamos.

 

 

Como ha quedado claro, se trata de construir uno de los aeropuertos más grandes del planeta, de clase mundial, en cuya primera etapa podrá atender el doble de pasajeros de los que se reciben servicio hoy. Cuando concluya la construcción, su capacidad se habrá cuadruplicado, al transportar anualmente el equivalente a la actual población total de México.

 

 

Un aeropuerto para el futuro es por demás pertinente porque las actuales instalaciones están saturadas y en esa condición resultan una restricción al desarrollo, no sólo de la zona centro del país, sino de la economía nacional, totalmente integrada a la dinámica global. En cambio, la nueva estructura promete un gran impulso a la productividad y a la competitividad al incrementar la carga aérea y el turismo.

 

 

Por el tamaño de la obra, es seguro que se convertirá en un catalizador del desarrollo regional, al detonar un polo de actividad económica como es el sector de los servicios, con mayor valor agregado porque será una obra que incorpore la participación de la pequeña y mediana empresa como proveedora de bienes y servicios, y porque generará 160 mil empleos directos e indirectos durante la etapa de construcción.

 

 

Comprometida la obra con el medio ambiente, se anuncia como líder mundial en responsabilidad social y ecológica, para ir en línea con la industria aeronáutica internacional, cuyas preocupaciones no son ya la mayor capacidad y tamaño de los aviones o su velocidad de vuelo, sino precisamente el cuidado del medio ambiente.

 

 

Se trata de aprovechar la remodelación urbana de los terrenos que desocuparía el actual AICM y deconstruir el nuevo en la zona federal aledaña. Esto significa que se llevarán los servicios que presta el aeropuerto 10 kilómetros más al noreste, sobre el Circuito Mexiquense, y se revertirá el persistente deterioro ecológico de la zona oriente del Distrito Federal, por demás degradada con desordenados procesos de urbanización.

 

 

Además, a este espacio se le dará sustentabilidad mediante el rediseño urbano y el reordenamiento territorial, control de inundaciones de la zona, captura de aguas residuales para su tratamiento, utilización de energías limpias y renovables, uso intensivo de la luz solar y biogás en el nuevo aeropuerto: energías verdes para un desarrollo con huella neutral de carbono.

 

 

El compromiso anunciado es de mejorar la conectividad e integración con la Ciudad y el Valle de México, mediante una red carretera, radial, que se traduzca en un transporte más expedito, lo que seguramente implicará la construcción del segundo piso del Viaducto, con el rescate del río de la Piedad y la ampliación del Metro. Destaca, entre otros compromisos, el de respetar la propiedad tanto de vivienda como de los terrenos de la zona, porque será suficiente la extensión de la actual reserva federal en el área.

 

 

El proyecto no estará exento de discusión –política, sobre todo–;el debate exigirá muy buenos argumentos.

 

 

(*) Presidente nacional del Icadep del PRI

 

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