Friday, 26 de April de 2024

Jueves, 29 Septiembre 2016 02:41

Proceso a Duarte: entre el show y la amenaza




Written by  Javier Arellano Ramírez

El PRI de Peña Nieto aún no puede dimensionar la magnitud de su tragedia. Simplemente no la entiende, no la asimila; mucho menos sabe qué hacer frente a ella.


El proceso partidista que se inició contra Javier Duarte de Ochoa tiene todas las características escenográficas, de iluminación, decoración y maquillaje propias de un montaje; un mero show.

 

El PRI de Enrique Ochoa Reza quiere enviar el mensaje de un PRI renovado, donde no se permiten los actos de corrupción, ni rapacidad. Pero el remedio es como un “mejoralito” a un paciente con una fatal enfermedad. El PRI peñista es un ente en fase terminal, agonizante, moribundo, en tratamientos propios de un proceso fatal. Y llega Ochoa recetando un “mejoralito”, una aspirina al moribundo.

 

El proceso partidista a Duarte solo es un show, lastimoso y sin credibilidad.

 

Las mayores faltas del gobernador veracruzano no son las anomalías administrativas; tampoco la creación de empresas fantasma; mucho menos los enormes desfalcos en todas las áreas de gobierno.

 

La verdadera infamia de Duarte es su papel central, toral, en el hundimiento de un estado en genocidio, en una catástrofe humanitaria. Desde el sexenio de Fidel Herrera Beltrán se permitió, se toleró y auspició la entrada del Cártel de los Zetas. Pero aún en esos años todavía se tenía un relativo control de la entidad. Pero la vorágine se tornó en una espiral incontrolable e infernal con la entrada de Duarte. Levantones, secuestros, desapariciones, asesinatos de periodistas, todo en medio del mayor terror que haya vivido el pueblo jarocho. Debe decirse con toda precisión, con Duarte se dio la entrada del Cártel Jalisco Nueva Generación a la entidad.   

 

Y el día de hoy ahí están cohabitando dos temibles cárteles del crimen organizado con los policías del “Mando Único” de Javier Duarte.

 

Para la historia quedarán las escenas del 23 de octubre de 2015 cuando una madre, Araceli Jiménez increpó a Duarte para exigirle una investigación sobre la desaparición de su hija Fernanda Rubí. Frente al doloroso reclamo de la madre el gobernador veracruzano se reía de manera sardónica y sarcástica.  Es una fotografía para la historia: frente al indignado y sufrido llamado de una madre, la risa de un psicópata, enfermo de poder.

 

¿Cuándo investigará el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) los nexos y la complacencia de Javier Duarte de Ochoa con el crimen organizado? ¿Cuándo procederá la Procuraduría General de la República (PGR) por el encubrimiento y colusión con organizaciones delictivas? ¿Cuándo se le fincarán formales cargos por los crímenes de Lesa Humanidad ocurridos en Veracruz durante su gestión?

 

Jamás.

 

Sólo se está montando un patético show sobre responsabilidades administrativas y desfalcos financieros, auténticas banalidades. Pero los verdaderos crímenes nunca serán tocados, ni siquiera mencionados.

 

El proceso a Duarte es también un llamado a los gobernadores y funcionarios del Estado de México, Nayarit y Coahuila donde el año 2017 habrá elecciones. Es la ridícula amenaza de que el mandatario priista que no pueda garantizar el triunfo en su entidad correrá la misma suerte que Duarte.

 

Por donde se vea es un patético show. El PRI de Peña Nieto ya es un cadáver, un “zombie” que todavía deambula, pero al que ya nadie puede dar un minuto de atención.

 

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.

 

 

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