En su momento Carlos Salinas de Gortari inició su sexenio cazando a líderes sindicales como Joaquín Hernández Galicia “la quina” y despedazando la hegemonía de Carlos Jonguitud Barrios al frente del Sindicato de Trabajadores de la Educación. Con estos golpes demoledores Salinas se legitimaba en la silla presidencial.

Años más tarde, el espurio Felipe Calderón Hinojosa sacaba al Ejército Mexicano a las calles para combatir al crimen organizado, también como una forma de legitimación.

Hoy el deslegitimado, reprobado y descalificado Enrique Peña Nieto trata de apuntalar, de legitimar su alicaída salida del poder. Y para este fin monta un show, un espectáculo en el marco de su banal discurso anticorrupción. En horas recientes se han dictado órdenes de aprehensión contra el ex gobernador panista Guillermo Padrés Elías y contra el priista Javier Duarte de Ochoa.

Pero el montaje en ambos casos es el mismo; a los dos les avisaron de una inminente persecución en su contra; dejaron que los medios de comunicación tuvieran acceso a información fiscal y bancaria privilegiada; permitieron que tanto en el estado de Sonora como en Veracruz se desbordara el ánimo de linchamiento social; pueblos sedientos no de justicia, sino de venganza.

Y luego a ambos los deja huir.

Peña Nieto piensa que esta acción va a legitimar su escuálida presidencia, pero no, realmente sucede lo contrario. Existe un escepticismo generalizado, una incredulidad abrumadora frente a lo que se considera una parodia de justicia.

El país mira con indiferencia y desdén estas acciones, porque lo que ocurrió en la Sonora de Padrés o en el Veracruz de Duarte es exactamente lo mismo que vimos en el Nuevo León de Rodrigo Medina; en el Coahuila de los hermanos Moreira; en el Quintana Roo de Borge; en el Morelos de Graco… en… en todo el país.

No existe un sólo gobernador sobre el que no se viertan argumentos y señalamientos de corrupción. Ni uno sólo se salva. La corrupción de los mandatarios estatales es un reflejo, un efecto secundario de la corrupción presidencial tanta veces exhibida a través de sucesos como “la casa blanca” y otras propiedades como la residencia de Malinalco del ex secretario de Hacienda Luis Videgaray Caso.

Frente a esto, la acción lenta y timorata de Peña Nieto sólo provoca incredulidad, apatía y desinterés en el pueblo mexicano.

Pero para la perspectiva de Cúpula se hace obligado mencionar que la parodia presidencial solamente aborda temas financieros y administrativos; los desfalcos, las desviaciones de cientos o miles de millones de pesos, pero en ningún momento abordan los temas que verdaderamente desangran al país y que son la narcopolítica, la colusión entre gobernadores y el crimen organizado.

En Coahuila se encuentra un paraje semidesértico en el que fueron hallados más de 4 mil restos óseos; en Veracruz hay más de mil 600 personas desaparecidas; en Morelos el mismo gobierno estatal enterró en fosas clandestinas un número indeterminado de cuerpos; aparecen más fosas, pero Graco no quiere que sean tocadas, mucho menos abiertas.

Todos estos hechos constituyen crímenes de Lesa Humanidad, son parte de un enorme genocidio que está flagelando a la sociedad mexicana desde Ciudad Juárez hasta Cintalapa; desde los días de Felipe Calderón hasta estos aciagos tiempos de Peña Nieto. Son la evidencia de una catástrofe humanitaria sin parangón, sin antecedente en nuestro país.

Pero Peña Nieto solo ordena a la Procuraduría General de la República y al Servicio de Administración Tributaria procesar los desvíos de recursos financieros.

¿Y los crímenes para cuando señor presidente? ¿Cuándo se va a proceder formalmente contra ese híbrido llamado Narcopolítica? ¿Cuándo se le hará justicia a los miles de mexicanos desaparecidos? ¿Cuándo habrá procesos contra los responsables por la colusión política que desembocó en este genocidio?

Queda claro que mientras el pequeño hombre de las diminutas acciones siga en la silla presidencial no habrá justicia; solo maquillaje.

Como siempre, quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.