El próximo seis de junio por la mañana, seguramente los poblanos ya sabremos el resultado final de las elecciones a la minigubernatura, así como también tendremos la reseña de todas las irregularidades y quejas que presentarán los candidatos perdedores ante los órganos electorales y por la comisión de delitos electorales ante la Fepade, para tratar de revertir el resultado de la votación, iniciándose con ello la siguiente fase del proceso, con la calificación de la elección, declaratoria del candidato o candidata ganadora por el IEE y seguramente el anuncio de la interposición de los juicios respectivos ante el Tribunal Electoral del Estado por los representantes de los demás candidatos, es decir, nos queda claro, que la elección no termina con la publicación de los resultados, sino hasta el momento en que se resuelvan todos los recursos e impugnaciones, que seguramente llegarán ante el Tribunal Federal Electoral, quién tendrá la última palabra, para definir quién es el ganador o ganadora de la elección, o si existen los elementos suficientes para anularla.
Todo lo anterior, podría decirse que se trata de especulaciones de quien esto escribe, sin embargo hasta este momento existen todos los ingredientes necesarios para que la elección termine decidiéndose en los Tribunales, a menos que el triunfo del ganador sea tan contundente, que aún agotados todos los recursos legales, sea material y humanamente imposible se modifiquen los resultados obtenidos el cinco de junio, lo que depende únicamente de dos factores: primero, que los niveles de participación ciudadana sean superiores al 60 por ciento del padrón y segundo, que de ese porcentaje, más de la mitad de los sufragios favorezcan a uno de los candidatos, lo que hasta este momento parece poco probable. Ante este panorama, lo importante es que se logre concientizar a los ciudadanos sobre lo relevante de su participación para que en un número significativo emitan su voto, ya que la judicialización de la elección no dejará satisfecho a nadie y quien finalmente logre que le sea reconocido su triunfo, verá mermada su legitimidad para desempeñar el cargo en 18 meses de gobierno, porque seguramente tendrá la presión de los demás partidos y grupos inconformes para evitar que ejerza una buena administración como titular del Poder Ejecutivo del Estado.
Es evidente que son muchos los intereses que están en juego y que este ejercicio es un preámbulo de lo que seguramente viviremos todos los mexicanos en las elecciones a presidente de la República e integrantes del Congreso de la Unión en 2018, por todo ello, a ninguno de los partidos que encabezan las preferencias electorales, ni a sus líderes les conviene perder esta elección, ya que incluso les pueden costar sus presidencias y disminuir sus posibilidades de ganar posiciones en las siguientes elecciones. Hoy más que en otros procesos, los poblanos están mejor informados, no por los medios oficiales, sino que las redes sociales, les han proporcionado un gran caudal de información y elementos para emitir un voto razonado, pensando en las trayectorias de los candidatos, sus antecedentes y sobre todo su nivel de credibilidad para cumplir sus compromisos y beneficiar al Estado, seguramente al estar frente a la boleta, vendrán a su mente muchos mensajes y datos de quien es el mejor, o quién es el menos peor.
Hoy las marcas de los partidos no tienen el peso de antaño, porque en los hechos y con las coaliciones se han desdibujado, hoy pesan más las figuras de los candidatos, pero sobre todo el grado de confianza que hayan logrado en los electores, pensando no sólo en lo que les puede beneficiar el nuevo gobierno, sino en todas aquellas acciones que le pueden garantizar un sentido más humano al mismo y el respeto a sus derechos humanos y dignidad como ciudadanos. Llegó el momento definitivo de premiar a quien cumplió y de castigar a quién nos defraudó. Pero también de darles oportunidad a otras opciones de gobierno. Votemos por quien represente un mejor futuro para nuestro estado.
