Sin embargo, cuando los encuestadores vía telefónica o en la calle le preguntan a los ciudadanos “si estarían dispuestos a ceder un poco de su libertad” para efectos de implementar operativos de seguridad y control; la respuesta empata al 50 por ciento. La mitad acepta y la otra mitad salta y se opone.
¿Cómo trabajarla?
Porque aun los que se oponen exigen a las autoridades que garanticen la paz, el respeto y hasta que apliquen penas máximas.
El tema me recuerda a un distinguido y reconocido político que en algún momento de polémica sobre la pena de muerte analizaba en corto la conveniencia de recurrir a se legislara con mucho cuidado y con la participación responsable de todas las corrientes, pero reconoció que “los políticos los diputados, los senadores, y el presidente mismo no estarían de acuerdo porque no es política”.
Esta postura que de antemano sabemos que sería rechazada por el grueso de la sociedad, hay que admitir que huele a reaccionaria y retardataria.
Por lo tanto, debemos de tener en cuenta que para trabajar en castigos y penas para los máximos delitos y los delincuentes, el actuar debe ser políticamente correcto.
Ejemplo de lo “políticamente correcto” de acuerdo con las últimas reformas, los borrachos que conducen autos y matan, se les libera en menos de 72 horas.
Otro caso de lo “políticamente correcto” es el que a los delincuentes de cuello blanco se les absuelva porque sus abogados con amparos y con la aportación de uno que otro dato logran su impunidad.
Y a los violadores de niños no se les detiene porque muchos son integrantes de un grupo de poder.
Por lo que está visto que nuestros cuerpos de seguridad sólo detienen a micronarcotraficantes, quienes en su pecado llevan su perdición.
Es decir que a los que se muestran “poderosos” en lo económico y hasta gustan de dar entrevistas y destacar en páginas de sociales, son invisibles para la justicia.
En México y nos quedamos con el caso Puebla, las voces insisten en que las violaciones y los crímenes son terribles, pero usted y yo lo sabemos, todo queda en datos estadísticos. No obstante, la sociedad está molesta, de todo nos inconformamos, por todo protestamos pero sólo en nuestro medio. Y si nos proponen medidas que nos lleven a sacrificar “algo” a través de revisiones en retenes, estamos dispuestos a ceder a cambio de que nos garanticen la seguridad.
Consideramos el riesgo de perder por momentos la libertad para regresar a la normalidad de una sociedad que enfrenta entre otros fenómenos el secuestro, y que en circunstancias resulta ultrajada y envuelta en las raterías más grandes de los políticos que cada día hablan de medidas que sólo son aspirinas para el cáncer que enfrentamos de la descomposición de la sociedad.