Tuesday, 07 de May de 2024

Martes, 01 Marzo 2016 01:57

Cuando uno se enferma




Written by  Irma Sánchez

En México cuando te enfermas si no gozas de la bendición de la medicina institucional, con todo y sus “asegures”, te quedan dos opciones, o resignarte a contar tus días, o arrebatarle el patrimonio a tus herederos al decidir la búsqueda de un préstamo con algún agiotista, a cambio de tus propiedades, producto del trabajo de toda una vida.


 

Y es que los niveles de encarecimiento que ha alcanzado la medicina la han vuelto prohibitiva para millones de mexicanos que tienen que buscar tratamientos alternativos y curas milagrosas que también van encareciendo, con todo y que suelen no dar resultados.

 

Con mucha satisfacción en los foros especializados y sobre todo del sector público se habla del posicionamiento del que goza la medicina que hoy se practica en México, en donde inversionistas privados han entendido la importancia de la reinversión, por lo que muchas instituciones alcanzan grandes logros que prestigian a los médicos y las instituciones mexicanas.

 

Pero en la calle se enfrenta un panorama muy distinto. Si bien se reconoce la atención que se presta en hospitales privados a los enfermos, es evidente que si no se cuenta con un seguro médico no hay ni posibilidades de ingresar al enfermo.

 

Y de los hospitales públicos también se reconocen aciertos, investigaciones satisfactorias y se contrasta con la suerte que enfrentan millones de enfermos para los que no hay cupo y se les agenda una consulta de 10 minutos a 6 y 8 meses de distancia.

 

Se denuncian las carencias con las que trabajan éstos que obligan a los familiares a ir en busca de los medicamentos y en ocasiones hasta por el material para curaciones.

 

Lo preocupante y hasta dramático del caso es cuando los médicos entregan las recetas a los familiares para suministrar los fármacos a los pacientes y estos acuden a las farmacias, donde rutinariamente los empleados informan al solicitante del costo de cada medicamento y del global, ante lo cual el familiar recoge con pena la receta y regresa víctima de una crisis existencial para informar que no puede comprar nada.

 

En algunos casos existe la opción de la colecta entre conocidos y familiares.

 

En otros se recurre a empeñar todo lo posible. No en vano al lado de muchos hospitales oficiales operan casas de empeño.

 

Otros con la pena y con su dolor a cuestas se van de puerta en puerta y a los cruceros a pedir limosna.

 

O bien, son canalizados a dispensarios en donde no siempre se encuentran los medicamentos.

 

Y en algunos casos, se da de alta al enfermo so pretexto de que “extraña su casa y a los suyos” y que ahí en su medio va a mejorar.

 

No hay de otra para ellos que no tuvieron la suerte de llegar al mundo en el seno de una familia con mejores posibilidades.

 

Sin proponérselo por su marginación, muchos enfermos ante la llegada de padecimientos complicados hoy sólo les queda recurrir a los santos de su preferencia. En algunos casos hasta a la santa muerte.

 

 

Es el México que no tiene acceso ni a lo indispensable con todo y que la Constitución consagra su derecho a la salud, una salud que se pierde por la mala alimentación y por muchos riesgos de vida y trabajo.

 

 

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