Su sorpresiva salida del gabinete vino a demostrar que la política es de circunstancias. Tal vez, si no se hubiera invitado a Donald Trump, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, a la entrevista con el jefe del ejecutivo mexicano en Los Pinos, las circunstancias no hubieran cambiado, pero para bien o para mal, cambiaron y ahora queda como posible candidato priista para suceder a Peña Nieto, el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Se ha dicho que el nuevo titular de Hacienda, José Antonio Meade, también tiene posibilidades pero eso se debe a sus buenas relaciones con las cúpulas empresariales y partidistas, aunque el ciudadano común lo conoce poco y él no ha tenido mucho contacto con el pueblo. Meade ha sido alto funcionario en el gobierno panista de Felipe Calderón y ahora con Peña Nieto se ha desempeñado muy profesionalmente, con mucha eficiencia y con respeto para todos por igual. Ideológicamente, aunque ya las ideologías prácticamente no existen en los partidos políticos de México, está más cerca del PRI que del PAN, por lo menos en eso de la justicia social y eso le favorece.
Pero Osorio Chong sigue siendo por el momento, el más conocido de los aspirantes, que se ha desempeñado bien en el cargo que ocupa y que tuvo un desempeño decoroso como funcionario y gobernador del Estado de Hidalgo.
Se dice que el motivo de la renuncia fue la tolvanera que levantó la visita de Trump a México, que el propio Videgaray propuso al presidente. La renuncia tuvo por objeto aminorar el golpe que políticamente significó para Peña Nieto, ya que él había sido el responsable del hecho. Su actitud no tiene precedentes en la reciente política mexicana, es decir, el presidente no tuvo que pedirle su renuncia, sino él decidió presentarla asumiéndose como el responsable del error político que significó hacerle la invitación al aspirante republicano, que por cierto, ya anda pavoneándose de haber provocado una crisis en la política mexicana con motivo de su visita.
El PAN tiene un diputado local inteligente y es Pablo Rodríguez Regordosa, que acepta que se legisle sobre las uniones de parejas del mismo sexo, pero que se cambie el nombrede matrimonio.
Eso mismo hemos dicho en este espacio, que el problema por el que los creyentes se alebrestan, es que a ese tipo de uniones se les denomine matrimonio, porque de acuerdo con la misma ley, el matrimonio tiene entre otros objetivos, el de perpetuar la especie, algo que desde luego, no sería posible en este tipo de uniones. El diputado panista propone el nombre de “Isomonio”,compuesto por dos palabras griegas:iso,que significa “igualdad de sexos” yeudaimonia,cuyo significado es “felicidad”.
Se trata que el Estado reglamente uniones que se han dado siempre y que por no ser reconocidas, han dado lugar a muchas injusticias contra los integrantes de ese tipo de uniones.
Rodríguez Regordosa, que desciende de una familia reconocida como católica tradicional desde hace muchos años, sí se opone a la adopción de niños por esas parejas. Afirma que la adopción sería contraria a los derechos principales de los niños, ya que éstos se encontrarían en riesgo en manos de homosexuales, por lo que legalizar ese tipo de adopciones, sería muy riesgosa.
La propuesta de Rodríguez Regordosa es buena, aunque el nombre que propone suena raro, pero sería cosa de acostumbrarse. Eso evitaría el enfrentamiento del Estado con las iglesias que ya andan en plan de guerra, aunque lo nieguen.
Las iglesias en general consideran las uniones entre personas del mismo sexo, contrarias a la moral cristiana y como tal se ven obligadas a prohibirlas y están en todo su derecho, pero deben prohibirlas en sus respectivos ámbitos, es decir, ellos no pueden esperar que la autoridad civil, de un estado laico, legisle con base en los principios de sus respectivas iglesias, mayoritarias o no, porque la autoridad civil está obligada a regular los problemas sociales y éste es uno de ellos.
Las manifestaciones convocadas por organizaciones de laicos, pero apoyadas por la autoridad eclesiástica, que tendrán lugar mañana en todo el país y que contaráncon la participación de las iglesias cristianas, para protestar contra la iniciativa, no tendrán la relevancia que sus organizadores se imaginan.
De los años sesenta a la fecha han ocurrido muchas cosas y el mundo ha dado muchas vueltas.
En aquellos años sesenta la Iglesia Católica y los grupos empresariales, aliados como nunca, convocaron en Puebla a todos los católicos a manifestarse contra el comunismo que pretendía, decían, apoderarse de la Universidad Autónoma de Puebla, para arrebatarles a los padres, el deber de educar cristianamente a sus hijos y muchas cosas más.
Lo que en realidad pretendían era seguir manejando a la máxima casa de estudios del estado, en ese entonces, a su antojo, mediante un consejo universitario integrado por gente de la extrema derecha capitaneada por el arzobispo Octaviano Márquez y Toriz.
El arzobispo convocó a una manifestación anticomunista y con todo el apoyo del empresariado poblano y de los párrocos de toda la entidad, lograron reunir, entonces sí, cien mil personas que llenaron el atrio de la catedral, el Zócalo y calles adyacentes.
En la pasada manifestación contra la iniciativa presidencial de los matrimonios igualitarios, que se llevó a cabo en esta capital en junio, muy apuradamente lograron reunir a 3 mil participantes. Todo ha cambiado en el mundo, en el país y en el estado. Ya no somos los mismos.
