Wednesday, 08 de May de 2024

Miércoles, 20 Enero 2016 02:18

Nadie quiere guerra sucia, pero… ahí está Colima




Written by  Arturo Rueda

El caso Colima es paradigmático, pues ni empresarios ni medios, ni propuestas ni candidatos, ni partidos decidieron la elección de gobernador en ese estado. La elección se definió por el espionaje telefónico: Preciado hablando con su noviecita e impulsándola a abortar. De poco valió que el senador se defendiera afirmando que era una conversación editada, fuera de contexto. Preciado perdió más que la elección de la gubernatura: su imagen pública está devastada. De aquí al retiro.


Al final, el modelo morenovallista de una batalla electoral sin incentivos se impuso.

 

 

Para eso se diseñó la minigubernatura, pues Moreno Valle empezó su sexenio imaginando la salida.

 

 

Las personalidades de los principales candidatos a la gubernatura no van a promover el ataque.

 

Antonio Gali es un caballero que no va a cometer los errores misóginos de Antonio Sánchez Díaz de Rivera en la campaña del 2007.

 

 

El alcalde poblano ni en público ni en privado se ha expresado mal de la senadora, y a su hija Karina, regidora en su Ayuntamiento, siempre le ha dispensado un trato más que amigable.

 

Mucho de los que colaboraron con Blanca en su Ayuntamiento tienen puestos destacados en la administración galicista. Héctor Hernández Sosa y Alberto Vivas son un ejemplo.

 

Por su parte, aunque Blanca ha construido un estilo de liderazgo firme, nunca ha apostado por el choque frontal.

 

En la campaña del 2012 soportó estoicamente las vulgaridades de Víctor Hugo Islas en el debate, y sin confrontarse con Javier Lozano o Manuel Bartlett, ganó la senaduría.

 

En la campaña del 2007 siempre pidió respeto ante la misoginia de Sánchez Díaz de Rivera, ni se subió al ring ni se puso los guantes. Así le ganó por veinte puntos, aunque arrancó veinte puntos abajo.

 

En su biografía, a Blanca le ha funcionado eludir las descalificaciones y exhibir -en términos boxísticos- un excelente juego de piernas para salir de las encerronas en la esquina del cuadrilátero.

 

 

Ni Tony ni Blanca tienen incentivos para demolerse porque saben que hay un más allá del 2016.

 

Es decir, aunque uno de ellos va a perder, en el estilo y margen de la derrota se va a definir si pueden repetir como candidatos en 2018.

 

Ambos, Blanca y Tony, fueron enviados a una pelea que no les conviene, pero asumieron con espíritu de equipo.

 

Los empresarios inversionistas de la política tampoco tendrán muchos incentivos para financiar a alguno de los bandos.

 

Quizá un poco más a Tony que a Blanca, pues este todavía puede retornar al Ayuntamiento en caso de perder.

 

No parece que los medios de comunicación quieran jugar una aventura semejante a la del 2010, pues a la vista están los resultados.

 

Y a pesar de todas esas coincidencias y ausencia de incentivos, nada garantiza que la mierda electoral no vaya a derramarse en los dos meses de campaña.

 

El caso Colima es paradigmático, pues ni empresarios ni medios, ni propuestas ni candidatos, ni partidos decidieron la elección de gobernador en ese estado.

 

La elección se definió por el espionaje telefónico: Preciado hablando con su noviecita e impulsándola a abortar.

 

De poco valió que el senador se defendiera afirmando que era una conversación editada, fuera de contexto.

 

 

Los colimenses sacaron sus propias conclusiones.

 

 

Los votantes de la derecha renunciaron a apoyar a su candidato. Se ausentaron de la elección.

 

 

Preciado perdió más que la elección de la gubernatura: su imagen pública está devastada. De aquí al retiro.

 

 

La guerra sucia ya no necesita pasar por los medios de comunicación.

 

Un audio, YouTube, redes sociales y ¡kabooooooooom!

 

Aunque ni Blanca Alcalá ni Tony Gali lo quieran.

 

Es el estilo Beltrones de ganar elecciones.

 

E intervención telefónica se paga con intervención telefónica. 

 

 

 

 

 

 

 

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