Los lugares comunes para explicar la explosión de furia que recorre México se han quedado lejos.
No sirve ni la explicación de que los demonios andan sueltos, ni que el México Bronco se ha despertado.
Las escenas de saqueos, vandalismo y bloqueos carreteros que ocurren a lo largo y ancho del país ni siquiera se vieron durante la gravísima crisis económica de 1995-1996, ni mucho menos en otros episodios catastróficos como el terremoto del 85 o la guerra contra el narco impulsada por Calderón.
Por inusual, ahora parece que pasa algo donde antes no pasaba nada.
La clase política, empezando por el presidente Peña Nieto y bajando a secretarios de Estado, gobernadores, dirigentes partidistas y vividores del presupuesto, varios asisten impávidos a un estallido de furia inexplicable para aquellos que hace años dejaron de vivir como ciudadanos promedio.
Si el país se divide entre aquellos que reciben vales de gasolina pagados con dinero público y aquellos que pagan el gasolinazo en cada visita, queda claro el encabronamiento absoluto de las mayorías expresado en violencia.
En plena tormenta, Peña Nieto no hace sino atizar el fuego del encabronamiento colectivo y prende nuevo incendios con decisiones cada vez más impopulares y mensajes que ya ni siquiera rozan lo explicable.
Algo sí está pasando y nadie tiene explicación, ni estrategia de contención.
El 5 de enero de 2017 va a pasar a la Historia como el día en que Puebla se convirtió en la Ciudad de la Furia.
A lo largo de la mañana rumores y convocatorias se propagaron en redes sociales, pero nadie lo tomó con mucha seriedad.
A las 4 de la tarde, cuando cerramos Juego de Troles en la Tropical Caliente, los saqueos eran un mito genial, producto de cobardes delirantes que habitan las redes sociales.
Unos minutos después, se dio el primer saqueo en un Bodega Aurrerá de Las Torres y se desató el pandemónium.
Los Bodegas Aurrera, Oxxos y tiendas Coppel de zonas populares fueron los blancos preferidos de los vándalos que ni siquiera optaron por cubrirse los rostros.
Oficialmente, ocurrieron 12 saqueos según el boletín del Ayuntamiento, pero de acuerdo con un conteo confirmado por los reporteros de CAMBIO y los corresponsales regionales, ayer ocurrieron 38 actos vandálicos y saqueos a comercios.
La mano dura tradicional del morenovallismo no sirvió para contener el desmán social, pese a que según el reporte oficial hubo 50 detenidos para las 11 de la noche.
La escena más dramática ocurrió cuando en el Bodega Aurrera de Camino a Tlaltepango, cerca de Villa Frontera, estrellaron un camión contra una puerta de la tienda de autoservicio.
O la balacera en el Chedraui de Centro Sur o el impresionante saqueo del Soriana de Héroes.
En el día previo a Reyes, los comercios del Centro Histórico cerraron desde las 4 pm, al igual que la mayoría de las plazas comerciales como Dorada, Cristal, Loreto o Galerías Serdán que tuvo que activar su sistema de alarmas para poder desalojar.
La jornada de furia amenaza propagarse hoy, ya que la convocatoria para ejecutar un saqueo supremo en la plaza comercial de Angelópolis está fijada para las 4 de la tarde. ¿Ocurrirá porque las autoridades están rebasadas o porque los saqueadores están muy envalentonados?
Cualquier esfuerzo intelectual por entender lo que ocurrió ayer en Puebla, y lleva ocurriendo en el país durante los primeros días de enero, es inútil. No hay categorías racionales, razonamientos lógicos.
La única expresión es que vivimos un estado de sitio. De tanto compararnos con Venezuela para asustarnos, nos convertimos en una réplica del país sudamericano pese a que el PRIAN nos prometió que sólo López Obrador nos llevaría ahí.
La convulsión interna que vive en México es más peligrosa que nunca, pues el enemigo externo que es Donald Trump espera devorarnos de un solo bocado.
Carajo, apenas llevamos cinco días de enero y nos faltan trescientos sesenta días que irán haciendo más y más oscuros.
Con un gobierno impávido, la sociedad ha decidido devorarse a sí misma.
