En medio de oraciones y cánticos católicos, así como palabras de un pastor evangélico y un ritual náhuatl, enterraron a 11 de los 12 ejecutados en la inspectoría San José El Mirador, en el municipio de Coxcatlán; el último fue trasladado a Coyomeapan. El total de decesos fue 12, ya que Silvia —una de las víctimas— tenía ocho meses de embarazo; el bebé en su interior fue extraído y enterrado aparte.
Minutos antes de las 7:00 horas, las campanas de la iglesia de Coxcatlán repicaron para que la población asistiera a la misa de cuerpo para las víctimas de la masacre. Fueron cerca de 500 las personas que acompañaron a la familia en la homilía en el estacionamiento del Palacio Municipal, espacio acondicionado donde se velaron los cuerpos de 11 muertos.
Fue a esa hora de la mañana, cuando el párroco Bulmaro Castro Sánchez y el presbítero Anastasio Hidalgo Mirón iniciaron la celebración eucarística ante los familiares, quienes ocuparon los primeros lugares y en todo momento abrazaron una veladora encendida. En su mensaje, el sacerdote manifestó su molestia ante los hechos, asegurando que esta situación como otras que se han presentado en el país, recordando el caso Ayotzinapa, no deben repetirse por lo que exigió justicia a los gobiernos estatal y federal.
Luego de la primera y segunda lectura de la homilía, el sacerdote protector de los derechos indígenas Hidalgo Mirón inició su sermón en náhuatl —el cual tradujo al español— donde manifestó que nada justifica el haber arrebatado la vida a 12 personas, entre ellos niños.
“El pedir justicia en este país es como escuchar una voz en el desierto, aparte de que son hermanos nuestros de la Sierra Negra, ¿cuándo han sido tomados en cuenta los hermanos de la Sierra? ¿Cuándo en realidad se les ha dado los servicios que merecen ellos?”.
Tras la misa, ciudadanos se organizaron para cargar cada uno de los féretros mientras los familiares se abrazaban llorando y vecinos se repartían las flores para llevarlas al panteón municipal. Otros esperaban sobre la calle principal, la cual fue cerrada al paso vehicular.
En punto de las 9:00 horas, los dos primeros féretros de los infantes asesinados encabezaron la procesión, la cual fue acompañada por pobladores quienes resguardaron el paso de los cuerpos camino al Panteón Municipal de Coxcatlán, al tiempo que unos mariachis entonaban canciones como “Paloma Negra” y “Las Golondrinas”.
Ya en el panteón, un grupo de vecinos realizó un ritual náhuatl efectuado en los cuatro puntos cardinales, para dar paso a que sacerdote indígena hiciera sonar sus caracoles llamando al dios Quetzalcóatl, mientras hacía recitaciones en esta lengua. Tras esto, el pastor evangelista de la localidad pidió la palabra para expresar a los familiares que sus difuntos no se encontraban muertos sino dormidos y los invitó a perdonar a los asesinos.
Finalmente se colocó la tierra sobre los féretros, los pobladores rociaron agua bendita sobre las tumbas y las adornaron con flores, amén de ataviarlas con mantas blancas e incienso para decir adiós a las víctimas.