La cultura del secreto de Apple


Joe Nocera / Nueva York


Notas Relevantes

Notas Anteriores

“Nadie quiere morir”, dijo el director ejecutivo de Apple, Steve Jobs. “Y, sin embargo, la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado nunca a él”.


Fue hace poco más de tres años que Jobs expresó estas palabras existenciales, en un discurso de ceremonia de graduación en la Universidad de Stanford. Sus pensamientos sobre la muerte surgieron durante una porción de su discurso en la cual discutió públicamente —por única vez, por lo que puedo decir— su batalla con el cáncer de páncreas.


Habló sobre cómo se había enterado en 2004 que tenía un tumor en el páncreas. Cómo sus médicos le dijeron que no debería esperar vivir más de seis meses. Cómo, después de “vivir con ese diagnóstico todo el día”, se sometió a una biopsia que demostró que el suyo era una forma rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. “Me sometí a la cirugía y estoy bien ahora”, dijo Jobs a los graduados de Stanford. Añadió: “Recordar que uno va a morir es la mejor forma de saber evitar la trampa de pensar que se tiene algo que perder”.


Fue un relato que levantó el ánimo, y un mensaje inspirador. También fue menos que toda la verdad. De hecho, Jobs primero descubrió que tenía un tumor neuroendócrino del islote pancreático —que es más raro y menos mortal que otras formas de cáncer de páncreas— en octubre de 2003. Esto fue nueve meses antes de someterse a la cirugía para retirarlo. ¿Por qué esperó tanto tiempo? Porque, según un artículo de la revista Fortune publicado en mayo, Jobs esperaba derrotar al cáncer con una dieta especial.


Los directores de Apple que conocían la gravedad de la situación lo instaban a someterse a la cirugía, según el artículo de Fortune. Pero fue sólo cuando Jobs se dio cuenta de que el tumor estaba creciendo que finalmente estuvo de acuerdo. Y sólo después de que la cirugía fue un éxito informó a los empleados que había estado enfermo, en un mensaje de correo electrónico en el cual se declaró “curado”. Así fue como se enteraron también los accionistas de Apple. La compañía nunca ha hablado sobre su enfermedad, citando sus inquietudes de “privacidad”.


Saco esto a colación debido a lo que transpiró el 22 de julio durante la llamada de conferencia del tercer trimestre de Apple. En junio, empezaron a circular rumores de que Steve Jobs estaba enfermo de nuevo. Habían empezado durante la anual Conferencia Mundial de Desarrolladores de la compañía, donde Jobs lució inusualmente delgado y demacrado.


Aunque la máquina de relaciones públicas de Apple rápidamente hizo circular la versión de que Jobs había sido afectado por una enfermedad común, pocos inversionistas lo creyeron. Analistas de Wall Street fueron asediados por preguntas de los clientes, esperando saber sobre la salud de Jobs. Así cuando la llamada de conferencia de Apple se abrió a las preguntas, un analista de Lehman Brothers llamado Ben Reitzes gentilmente formuló la pregunta.


“Steve adora a Apple”, respondió Peter Oppenheimer, el director financiero de la compañía. “Funge como director ejecutivo para complacencia del consejo de Apple y no tiene planes de dejar Apple. La salud de Steve es un asunto privado”.


Eso fue todo. Nada de insistir en que estaba libre de cáncer. Ningún intento de explicar su estado demacrado. Nada de nada. Cuando hablé con Steve Dowling en el departamento de relaciones públicas de Apple, recibí la misma respuesta. “La salud de Steve es un asunto privado”, dijo Dowling.


¿Pero realmente lo es?


No hay reglas específicas sobre cómo y cuándo las compañías necesitan revelar información sobre la salud de sus directores ejecutivos. En 1995, cuando Andrew S. Grove, entonces director ejecutivo de Intel, recibió un diagnóstico de cáncer de próstata, informó al consejo y la administración de la compañía. Pero nunca lo dijo a los accionistas de la compañía. Grove dice ahora que como el cáncer nunca puso en riesgo su capacidad para desempeñar su trabajo, no había razón para informar a los accionistas. (El mundo se enteró de la enfermedad de Grove sólo cuando él escribió al respecto al año siguiente.) Por otra parte, cuando Charles H. Bell recibió un diagnóstico de cáncer colorectal poco después de que se volvió director ejecutivo de McDonald’s en 2004, la compañía rápidamente dio a conocer la noticia. Bell renunció a la compañía en noviembre, y murió dos meses después.


“La pregunta que rodea a cualquier tipo de revelación corporativa siempre es: “¿Es sustancial?”, dijo Larry S. Gondelman, abogado de Powers Pyles Sutter & Verville. “Y no hay una prueba de detección para determinar la sustancialidad”.


Encontré a muchas personas que sintieron que él tenía todo el derecho de mantener la información en secreto. “En tanto esté saludable, no tiene que revelar nada”, dijo Charles R. Wolf, analista de Needham & Company.


Pero si hubiera algún director ejecutivo que debiera sentir alguna responsabilidad de informar a los accionistas sobre su salud, es Steve Jobs. Primero que todo, no es como otros directores ejecutivos; es, más bien, el director ejecutivo más indispensable del planeta. Como lo expresó agradablemente Wolf: “Apple es Steve Jobs y Steve Jobs es Apple”. Añadió: “Pienso que las acciones descendería 25 por ciento o más si él dejara la compañía inesperadamente”. Cuando los inversionistas susurran sobre la salud de Jobs, no es sólo por chismorreo; su salud realmente importa para el futuro de Apple.


En segundo lugar, Jobs ha tenido cáncer; y en la mente del público, de un tipo particularmente insidioso. Aunque varios médicos con los que hablé digan que el tipo de cáncer que tuvo, y el tipo de operación a que fue sometido, le dieron una buena posibilidad de vivir una vida prolongada y feliz, no hay garantías con el cáncer. Todos sabemos eso. Lo cual es mayor razón para que, como mínimo, Apple sofoque el rumor de que su cáncer ha reapareeecido; incluso si no va más allá de eso.


“No poder ofrecer una declaración efectivamente restando importancia a la cuestión es realmente poco satisfactorio para la mayoría de los inversionistas”, dijo A.M. Sacconaghi Jr., que da seguimiento a la compañía para Sanford C. Bernstein.


La razón final, para ser franco, es que simplemente no se puede confiar en que Apple diga la vedad sobre su director ejecutivo. Bajo el mando de Jobs, Apple ha creado una cultura del secreto que le ha funcionado bien en muchas formas; la especulación sobre qué productos dará a conocer Apple en la conferencia anual MacWorld ha sido una de las mejores herramientas de mercadotecnia de la compañía. Pero esa misma cultura contamina su administración corporativa. Apple dice a los analistas mucho menos sobre sus operaciones que la mayoría de las empresas. Convierte decisiones de bajo nivel en secretos de estado. Los directores a menudo no son informados. Y lo oculta todo con impunidad.


Como, en realidad, lo hizo en este último episodio. John Markoff informó en The New York Times que Jobs había sido sometido a un procedimiento quirúrgico a principios de este año, los detalles del cual permanecieron poco claros. Yo escuché que ha tenido dificultades digestivas, lo cual ha contribuido a su pérdida de peso; posiblemente un efecto colateral de la cirugía. Y en las semanas previas a la conferencia, se vio afectado por una infección, la cual tuvo mucho que ver con la razón de que pareciera tan demacrado. No era cáncer, gracias al Cielo. Pero fue más que una enfermedad común. Al afirmar eso, Apple no simplemente estaba ocultando cosas a sus accionistas. Los estaba engañando.


Sería horrible si Jobs tuviera una recurrencia del cáncer. Espero que nunca suceda. A los 53 años, está en la cúspide de su vida, es padre de hijos pequeños. Y para el resto de nosotros, es estimulante verlo ejercer su magia en el mercado. Steve Jobs ha creado más valor e impulsado más innovación que cualquier otra persona en la industria. ¿Quién no quiere ver que ofrezca lo nuevo?


También necesita, sin embargo, tratar a sus accionistas con al menos una pizca de respeto. Y decirles si está o no enfermo sería una buena forma de empezar.


Varias horas después de que recibí mi declaración final de “la salud de Steve es un asunto privado” de parte de la compañía —y para mi asombro— Jobs me llamó. Dijo que me daría algunos detalles sobre sus problemas de salud recientes, pero sólo si aceptaba mantenerlos en secreto. Traté de convencerlo de que no fuera así, pero dijo que no hablaría si yo insistía en una conversación abierta. Así que lo acepté.


Como la conversación fue privada, no puedo revelar lo que Jobs me dijo. Baste decir que no escuché nada que contradijera los artículos que John Markoff y yo publicamos. Aunque sus problemas de salud representaron mucho más que una enfermedad común, no amenazaban la vida y él no tiene un cáncer recurrente.


Después de que él colgó el teléfono, se me ocurrió que acababa de recibir, de voz del propio Jobs, la información que se negaba a compartir con los accionistas que le han confiado su dinero.


Uno pensaría que él quisiera que ellos supieran antes que yo. Pero aparentemente no es así.

 

 

 

Copyright 2008 / Todos los derechos reservados para M.N Cambio /


 
 
Todos los Columnistas