Tabloides rusos prosperan en medio de límites a la libertad de prensa


Anne Barnard / Moscu


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Querida por los castro y sus oponentes

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Durante décadas, Komsomolskaya Pravda presentaba aburrido artículo tras artículo de funcionarios soviéticos que se reunían con otros funcionarios soviéticos. Ahora, reinventado como tabloide, el periódico tiene una agenda más escandalosa y un público lector enorme.


En las oficinas del periódico en Moscú, un corresponsal estrella estaba puliendo una nota llena de intriga sobre la muerte de la supermodelo de Kazajastán que saltó —o así lo dijo la policía— de su balcón en el Bajo Manhattan, en Nueva York, en junio. La editora en jefe se mostraba poco entusiasta sobre la foto de la modelo en la flor de la vida: ¿Había una que mostrara un poco más su pierna?


Un reportero de nota policiaca de 27 años de edad pensaba que podría tener una gran exclusiva, lo último para conmover a los rusos: Un veterano de la Segunda Guerra Mundial dijo que le habían robado sus medallas. Mejor aún, el viejo soldado afirmaba haber prestado servicio con el padre del Primer Ministro Vladimir V. Putin.


“Lo publicaremos, antes de que la competencia nos supere”, gritó el reportero, Shamil Dzhemakulov, a su ansioso editor. “¡Tengo todos los documentos!”


El periódico es parte de una vibrante cultura de tabloides que ilustra la naturaleza compleja de la vida rusa bajo el régimen de Putin. En tanto no amenacen al Kremlin o a sus amigos más cercanos, al parecer, los periódicos rusos pueden ser tan estridentes como quieran.


Para periódicos como Komsomolskaya Pravda, que vende más ejemplares que cualquier otro periódico ruso, la reciente reducción de las libertades de prensa en el país en gran medida no viene al caso.


Su periodismo de investigación tiende hacia exponer el trabajo policiaco incompetente, a funcionarios de bajo nivel corruptos, y estaciones de tren sucias, problemas cotidianos que importan a los rusos. Y su ración estándar de escándalo, entretenimiento y “noticias de utilidad” representa una especie de normalización en un país que durante años fue demasiado pobre para desarrollar una cultura del consumidor y estuvo demasiado atrapado en la turbulencia política para dedicar tiempo a los chismes de las celebridades.


Fundado en 1925 como órgano del Komsomol, el movimiento juvenil del Partido Comunista, Komsomolskaya Pravda ha conservado sólo su nombre del pasado soviético. Ahora, sus temas típicos no estarían fuera de lugar en los tabloides de Nueva York y Londres.


Su competidor más temido en la búsqueda de lectores moscovitas, Moskovsky Komsomolets, es otro exórgano comunista que ahora se especializa en artículos criminalísticos escritos mordazmente. Uno relataba cómo una mujer de grandes senos trató de sobornar a la policía con fajos de billetes ocultos en su sostén. Un rival nacional, Zhizn, está basado en el modelo de The Sun de Fleet Street.


Editores como los suyos han decidido que la sociedad rusa está cansada de la política y ha volcado su atención en temas más mundanos como las compras y la vida familiar.


“No es la política, no es la economía. Es la vida cotidiana de la gente. Amor, lágrimas, lo que llamamos Santa Barbara”, dijo Sergei Ponomaryov, editor regional de Komsomolskaya Pravda, refiriéndose a la telenovela estadounidense que tomó por asalto a Rusia en los años 90.


Los periódicos de Rusia han cambiado con el país. Bajo el comunismo, los periódicos eran voceros gubernamentales grises como Pravda, cuyo nombre quiere decir verdad en ruso. Después de que cayó la Unión Soviética, expusieron historia de opresión anteriormente prohibidas. Posteriormente, tomaron parte en las confusas batallas políticas de los años 90, cuando los nuevos plutócratas de Rusia competían por el poder y en ocasiones compraban periódicos para usarlos como armas.


Ahora, la libertad de prensa ha menguado conforme el Kremlin ha consolidado su poder sobre los medios, particularmente forzando la venta de periódicos y estaciones de televisión independientes a propietarios amistosos con el gobierno.


Unos cuantos reporteros periodísticos de investigación aún enfrentan regularmente al Kremlin. Pero su trabajo es peligroso —varios, como Anna Politkovskaya, han muerto en circunstancias misteriosas— y sus publicaciones, comparadas con los tabloides, se venden poco.


Ese contraste ha hecho ganar cierto resentimiento a los tabloides.


Komsomolskaya Pravda no tiene absolutamente ninguna relación con la libertad de prensa”, dijo Alexei K. Simonov, fundador de la Fundación de Defensa de la Glasnost, una organización basada en Moscú que monitorea la libertad de prensa. “No les crea ningún problema”.


Dijo que los tabloides podrían ser divertidos pero que, como las obsesiones de las celebridades en otros países, distraen a los lectores de temas fundamentales, como la falta de oposición política efectiva y los problemas sociales persistentes del país.


Para ser justos, Komsomolskaya Pravda ha creado su propio tipo de periodismo de investigación. Ha sacado a la luz problemas de violencia contra inmigrantes procedentes de Asia Central y el Cáucaso, preguntado si la policía pudiera haber actuado más rápidamente para atrapar a un asesino en serie conocido como el Maniaco de Bitsevsky y enviado a un reportero encubierto a exponer los altos niveles de delincuencia en las estaciones de trenes, especialmente contra los desamparados.


Sin embargo, el periódico, controlado en parte por el Grupo de Medios del Báltico, cuyo presidente ha sido mencionado en los medios rusos como muy cercano a Putin, no desafía seriamente al Primer Ministro o al Presidente Dmitri A. Medvedev.


Vladimir Sungorkin, editor y director general de Komsomolskaya Pravda, dice que su tono “optimista” y su enfoque poco culto dan a los lectores lo que quieren. También ayudan al periódico a sobrevivir en una época de márgenes de utilidad en contracción y creciente competencia del Internet, los desafíos que enfrentan los periódicos en todo el mundo.


“Tratamos de iluminar a los lectores, de informarlos, de elevar el número de buenos estados de ánimo y buenas actitudes en la sociedad”, dijo en una entrevista en las oficinas centrales del periódico en una ex fábrica de abrigos. “No es un periódico pesimista. Necesitamos ayuda a la gente a vivir.”


Algunos lectores, particularmente los intelectuales de Rusia, dijo, han criticado al periódico por ser demasiado optimista, demasiado patriótico, por estar demasiado obsesionado con el sexo y el escándalo. Les llama lectores “fundamentalistas, irritables y que se sienten heridos fácilmente”.


Pero dice que sus cifras de circulación apoyan su estrategia. Según el Servicio Nacional de Circulación de Rusia, Komsomolskaya Pravda tiene 745 mil lectores diarios y 3.1 millones para su edición semanal. Sus competidores más cercanos con Argumnty i Fakty, un semanario con 2.9 millones de lectores y una mezcla de artículos sobre celebridades y noticias serias, y Zhizn, con 2 millones. Publicaciones de las comunidades intelectual y de negocios, como Kommersant y Literaturnaya Gazeta, tienen tirajes de menos de 100 mil ejemplares.


“Si cubrimos la alta cultura, la gente huirá”, dijo Sungorkin. “Leo Tolstoy, no nos acercaremos a él”.


Dzhemakulov, el reportero de nota policiaca, originalmente llegó a Moscú planeando estudiar literatura, pero se enganchó, dijo, con la adrenalina del periodismo de tabloides. Ahora esperaba ser el primero en confirmar que el veterano, víctima de robo, había prestado servicio con el padre de Putin.


Dzhemakulov —cuya tarjeta de presentación dice: “Pagamos por cualquier tipo de información”— había obtenido el número del hombre de uno de los muchos informantes pagados del periódico en estaciones de policía, hospitales, cementerios y oficinas de gobierno.


En un departamento de una habitación en las afueras de Moscú, el veterano, Boris Skachkov, de 85 años, describió cómo tres jóvenes mujeres le habían convencido de dejarlas entrar en su departamento y desprendieron las medallas del saco donde las había prendido. Las medallas representan buen dinero en el mercado.


“Lloré toda la noche”, dijo antes de sacar una amarillenta instantánea que dijo lo mostraba con el padre de Putin.


Temblando de emoción, Dzhemakulov tomó fotos de la fotografía. Luego se cumplió su peor temor. Sonó el timbre de la puerta, y entraron dos jóvenes mujeres de “Tvoi Den”, la edición diaria del tabloide Zhizn, su enemigo. Posteriormente, su editor dijo que a menos que pudiera confirmar con archivistas militares que Skachkov había prestado servicio con el padre de Putin, el artículo no se publicaría en la primera plana, y sólo aparecería en el sitio de Web. Era demasiado tarde para contactar a las fuerzas armadas. La modelo muerta ocupó la primera plana.


A la mañana siguiente, Dzhemakulov despertó para ver al veterano en la primer aplana de “Tvoi Den”: “¡Hermano de Armas del Padre de Vladimir Putin Robado!”


Se consoló con orgullo profesional. “Ellas iban por titulares escandalosos”, dijo. “Nosotros tenemos estándares diferentes”.

 

 

 

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