Incertidumbre y temor a la sombra de un volcán


Alexei Barrionuevo / Chaiten, Chile


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En el desolado silencio de lo que otrora fue un vibrante poblado, ahora abandonado cual paisaje lunar, el volcán sigue rugiendo.


A tres meses de haber hecho erupción en lo que según un grupo de científicos fue la primera vez en 9 mil 370 años, el volcán Chaitén sigue amenazando con cubrir de ceniza este pueblo, alguna vez pintoresco.


Las consecuencias de la erupción de mayo destruyeron a la mitad del poblado de 5 mil habitantes. Muchos de ellos se sienten desgarrados por la incertidumbre de cuándo podrán retornar a la apacible vida junto al mar que amaban, si es que ello sucede alguna vez.


Para funcionarios chilenos, se ha vuelto un problema qué hacer con los desplazados, al tiempo que Chaitén, si bien diminuto, los ha alertado con respecto a la necesidad de entender mejor las amenazas que representan cientos de volcanes potencialmente activos en el país.


El 2 de mayo, el volcán que lleva el nombre de este poblado estalló en actividad, escupiendo gases candentes y ceniza a más o menos 20 kilómetros de altura. La mayoría de los habitantes se marchó, ya que algunos científicos advirtieron que había posibilidades de que el volcán hiciera erupción con las dimensiones de la del Monte Vesubio, el volcán que arrasó con la ciudad romana de Pompeya en menos de un día, en el año 79 d. C.


Al igual que Pompeya, Chaitén está a sólo 10 kilómetros, aproximadamente, del volcán. Todo parece indicar que por ahora, una erupción de la magnitud de la del Vesuvio es improbable, comentó Charles R. Stern, catedrático de geología de la Universidad de Colorado que se especializa en la evolución geoquímica y vulcanismo en Centro y Sudamérica. En mayo, él advirtió a las autoridades chilenas que podría ocurrir una erupción de ese tipo.


Jorge Muñoz, experto en volcanes del Servicio de Geología y Minería de Chile, dijo que el número de temblores registrados a principios de agosto promediaba 10 al día, en comparación con los 200 a 300 diarios hacia finales de julio.


No obstante, el lento flujo de la lava ha creado un nuevo domo que podría obstruir la ventilación y dar origen a otra explosión, notó.


“Es sumamente difícil precisar cuándo se va a detener esto”, dijo Muñoz. “Está arrojando menos material, pero el volcán podría reactivarse en cualquier momento.”


Si bien la primera erupción no alcanzó al poblado, el río que corre paralelo a él, crecido por el material volcánico y la lluvia invernal, se desbordó, tirando árboles y arrojando lodo suave y gris sobre la mitad de Chaitén.


La escena era surrealista en una visita reciente. Las casas estaban llenas del material grisáceo casi hasta el techo, algunas partidas a la mitad por el peso del agua saturada de fango. Había un autobús suspendido en el tiempo sobre una de las vías principales, sepultado hasta las ventanillas. Donde antes había agua en las márgenes del puerto del pueblo, ahora se ven botes pesqueros descansando sobre el fango.


El distrito comercial del poblado ahora carece de vida: el silbido del viento fue el único jaleo que hubo en un día lluvioso hace poco. Eso y el sonido retumbante del volcán, visible a través de las nubes al norte.


Los habitantes siguen regresando a Chaitén solamente para recuperar sus pertenencias. Llegan de día y se marchan por la noche debido a que el poblado no tiene electricidad ni agua corriente. Algunos de ellos duermen en pueblos cercanos, pero muchos viven en Puerto Montt, una ciudad grande, localizada a 12 horas al norte de Chaitén, a bordo del trasbordador, donde los ha reubicado el gobierno chileno.


Pedro Vásquez, excoronel del ejército, se mudó a Chaitén hace ocho años, retirándose a este lugar con su familia. Actualmente, viene con regularidad conduciendo desde Palena, poblado a más o menos 145 kilómetros de distancia, donde se ha estado quedando su familia.


Vásquez está intentando recuperar su hogar en Chaitén o cuando menos una parte de sus pertenencias. En una reciente visita, él se inclinó para evitar golpearse con el techo al caminar por el fango gris que llenó más de la mitad de la casa. El brazo de un sofá asomaba entre el lodo. Un trabajador, usando una pala, sacó un televisor sepultado.


“El volcán forma parte de la naturaleza, y esta parte del sur de Chile está repleta de volcanes”, dijo, “A mí no me da miedo el volcán, tampoco a mi familia. Nosotros regresamos a trabajar para reconstruir nuestra casa y nuestro pueblo. Realmente tenemos la esperanza que nuestro pueblo sobreviva”.


Sin embargo, al igual que muchos habitantes, Vásquez dijo que se da cuenta de que es posible que eso no suceda. Señaló que el poblado, construido en 1940, está en la base del volcán y debería mudarse.


Los expertos coinciden. Stern, quien apuntó la vulnerabilidad del pueblo en documentos científicos, no se sorprendió cuando vio a Chaitén inundado por el río. “Es como Nueva Orleáns cuando recibió el impacto del huracán Katrina”, dijo. “Esta erupción iba a ocurrir tarde o temprano”.


Se sabe que 30 volcanes han hecho erupción en 150 ocasiones desde aproximadamente el año 1600 en Chile, comentó Stern. “Tan sólo es cuestión de tiempo para que muchos pueblitos de Chile”, dijo.


Incluso Santiago, la capital de Chile, que está ubicada a lo largo de los bancos de un río que drena los flancos de tres grandes volcanes que, potencialmente, son explosivos, “está bajo un abanico de problemas potenciales”, notó.


El gobierno de la presidenta Michelle Bachelet ya empezó a abordar los problemas que presentan los volcanes. En junio, Chile firmó una carta de intención con el Sondeo Geológico de Estados Unidos con miras al desarrollo de un sistema de advertencia temprana y respuesta de emergencia que detectaría la actividad sísmica en los volcanes.


Prácticamente no había ningún monitoreo de instrumentos del volcán de Chaitén antes de mayo, debido a su escasa historia de erupciones, dijo Muñoz. Hasta que se desarrolle este sistema de advertencia, el gobierno seguirá teniendo dificultades para saber qué hace con respecto a Chaitén y sus habitantes desplazados. “Tenemos que esperar hasta que el volcán deje de estar activo para ver qué se puede salvar y qué no”, dijo Paula Narváez, la representante nombrada por la presidenta para manejar el desastre en Chaitén.


“Esta es una situación incierta y la gente tiene que tomar sus propias decisiones”, agregó. “En estos momentos se siente desesperada y deprimida. La mayoría aún quiere regresar”.


José Miguel Frites, el alcalde de Chaitén, está entre quienes se oponen a la idea de mudar el pueblo y están pugnando por la reconstrucción.


Los trabajadores sociales siguen brindando ayuda a los habitantes de la localidad, quienes están recibiendo asignaciones para vivir, así como subsidios equivalentes a 25 mil dólares para que compren casas nuevas en cualquier lugar de Chile.


El esfuerzo por impedir que regresen ha sido difícil. La Suprema Corte de Chile dictaminó en fecha reciente que el gobierno no puede impedir el regreso de los residentes a sus casas, aun cuando funcionarios chilenos insisten en que ellos no pueden garantizar su seguridad aquí.


Johnny Delgado y Lorena Igor, quienes se vieron obligados a huir de su rancho ganadero en las afueras de Chaitén, dicen que a ellos no les preocupan los riesgos.


Desde mayo, ellos han vivido con los cuatro niños que cuidan en Puerto Montt, compartiendo una pequeña casa de dos habitaciones con un solo calentador de área. Se han esforzado por encajar en la vida de paso más acelerado en la ciudad, de aproximadamente 170 mil habitantes.


“Los volcanes son parte de la naturaleza, no puedes preocuparte por ellos”, comentó Delgado. “Necesito regresar al campo, a mi ganado. Es lo que sé hacer, es el lugar al que pertenezco”.

 

 

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