Conforme su fuerza laboral envejece, un Japón cauteloso recibe trabajadores de China


Norimitsu Onishi /Kawakami, Japón


Notas Relevantes

Notas Anteriores

Tras un día de trabajo en los campos de lechuga, los jóvenes chinos empezaron a llegar a su lugar de reunión favorito en este pueblo, un puente de concreto de poca longitud en el centro. Pronto, más de una docena se inclinaba sobre uno de los barandales, un hombre descansaba el codo en el hombro de otro, algunos más encendían cigarrillos chinos.


Algunos japoneses cruzaban el puente a pie, agarrándose del otro barandal, seguidos por un joven japonés al que los chinos reconocieron de vista. “¿Japonés?”, bromeó uno de los trabajadores chinos.


“Japonés, por supuesto”, dijo el que pasaba, sin aminorar el paso. “Se puede decir sólo con ver.”


El intercambio breve fue un reconocimiento sutil de la presencia evidente de 615 chinos que viven temporalmente en Kawakami, una comunidad agrícola de unos 4 mil 400 japoneses, unos 160 kilómetros al oeste de Tokio. Hace cinco años, debido a que no podían encontrar suficientes jóvenes de la localidad o atraer jornaleros temporales, los campesinos envejecidos de Kawakami contrataron a unos 40 chinos por siete meses.


Ahora, la mitad de las 600 granjas familiares del pueblo dependen de los jornaleros temporales procedentes de China. Y Kawakami espera contratar más extranjeros el año entrante, no sólo de China, sino también, por primera vez, de Filipinas.


Con una de las poblaciones que está envejeciendo más rápidamente y una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, Japón enfrenta una escasez aguda de mano de obra, no sólo en los pueblos agrícolas como Kawakami, sino también en los de pescadores, en las zonas fabriles, en los restaurantes y los centros de reposo, así como en los sitios de construcción. Cerrado a la inmigración, Japón ha admitido trabajadores extranjeros por medio de diversas lagunas jurídicas, incluido el empleo de medio tiempo y temporal de cantidades crecientes de estudiantes extranjeros, como los chinos que hay en este pueblo, en calidad de los llamados aprendices.


Sin embargo, esa ruta no oficial de abasto ha provocado que algunos negocios batallen continuamente para tener una fuerza de trabajo confiable, así como que los extranjeros sean vulnerables a los abusos. Dada la proyección de que la población de Japón descenderá drásticamente en las próximas décadas, el fracaso para asegurar una fuerza de trabajo estable podría afectar a la competitividad económica del país en el largo plazo.


“No sólo es en la agricultura, sino en todas partes”, dijo Kenichiro Takano, un funcionario de la cooperativa agrícola de Kawakami. “Si al menos no empezamos por permitir la entrada de jornaleros no capacitados por un periodo limitado y por una cantidad de veces limitada, y, después, ideamos soluciones a largo plazo, Japón no tendrá una fuerza de trabajo suficiente. Estamos llegando al límite.”


La escasez de mano de obra ha aumentado en forma tan grave que un grupo de políticos influyentes en el Partido Democrático Liberal, que ha gobernado durante mucho tiempo, dio a conocer recientemente un informe en el que llama a admitir a 10 millones de inmigrantes en los próximos 50 años.


Junichi Akashi, un especialista en inmigración de la Universidad de Tsukuba que asesoró al grupo, dijo que sus miembros se dieron cuenta de qué tanto depende Japón ahora de los trabajadores extranjeros.


“No hay duda al respecto”, dijo Akashi. “Han aumentado drásticamente en los últimos dos o tres años.”


La fuerza de trabajo extranjera en Japón creció a más de un millón en 2006, de menos de 700 mil en 1996. Sin embargo, los expertos dicen que se tendrá que incrementar significativamente más para compensar el descenso esperado en la población japonesa. El gobierno pronostica que los 127 millones de habitantes se reducirán a entre 82 millones y 99 millones para 2055. Más aún, se espera que se reduzca con mayor rapidez el segmento en edad laboral debido al envejecimiento de la población.


Eso podría plantear problemas a compañías como la Yoshinoya, una gran cadena de restaurantes. A partir de 2000, debido a la cantidad insuficiente de solicitudes de trabajo de japoneses, la cadena recurrió a estudiantes extranjeros a los que se les permite trabajar medio tiempo.


Hoy, sus 3 mil 360 empleados incluyen a 791 extranjeros, de los cuales 564 son estudiantes. Sin los trabajadores extranjeros, “probablemente no habríamos podido operar algunos establecimientos”, dijo Shinichiro Kawakami, un ejecutivo del área de Tokio.


Lo que es más, la cadena planea triplicar la cantidad de sus restaurantes en todo el país, a 3 mil. “Para alcanzar nuestro objetivo, en un país donde la gente envejece y la tasa de natalidad se reduce, tendremos que contratar empleados de mayor edad o extranjeros”, dijo Kawakami. Agregó que la cadena también necesita contratar extranjeros como gerentes, una categoría de trabajadores no permitida según las leyes actuales.


Aquí en Kawakami —donde se empezó a cultivar lechuga, que no es parte de la dieta tradicional japonesa, para los soldados estadounidenses durante la ocupación en la posguerra—, los campesinos pudieron depender de estudiantes universitarios japoneses o de jornaleros de medio tiempo durante las temporadas de siembra y recolección hasta hace cinco años. Entonces casi nadie llegó, y los que aparecieron, se quedaron pocos días, por encontrar el trabajo demasiado duro.


“Algunos se quedaban a pasar la noche, y por la mañana descubría que se habían marchado”, dijo Noriko Yui, de 72 años, quien trabajaba en su campo con dos jornaleros chinos una tarde reciente. “Los chinos son perseverantes”, dijo la mujer.


Sus dos trabajadores chinos, Li Shude, de 24 años, y Jiang Cheng, de 25, comparten una pequeña habitación independiente detrás de la casa de Yui, donde duermen en dos camas individuales unidas. Cada uno había pegado una foto de su hijo en una pared.


Ellos, como los otros trabajadores chinos aquí, son originarios de la provincia de Jilin, en el noreste de China y se les pagan 775 dólares al mes, o 5 mil 415 por sus siete meses aquí. Pero la mayoría de los chinos entrevistados aquí dijeron que habían pagado aproximadamente la mitad del total, o unos 2 mil 700 dólares, a la agencia que había concertado su empleo aquí.


Jiang, que cultiva maíz y repollo chino en su lugar de origen, dijo que usaría parte de sus ingresos para comprar cerdos y gallinas.


“Me gusta el ambiente aquí”, dijo. “El aire está limpio y no siento nostalgia, porque hay muchos otros chinos aquí.”
Según todas las versiones, los trabajadores chinos aquí, que son técnicamente considerados aprendices extranjeros y no se les cuenta entre los trabajadores extranjeros de Japón, son tratados bien comparados con otros en la misma categoría.


El sistema de aprendices extranjeros fue establecido a mediados de los años 90, en teoría para transferir experiencia técnica a extranjeros jóvenes que luego aplicarían el conocimiento en su lugar de origen. Después de un año de aprendizaje, a los extranjeros se les permitía trabajar por dos años más en su área de experiencia. Pero la realidad es que los aprendices extranjeros —que ahora rondan los 100 mil— se han convertido en una fuente de mano de obra barata. Se les paga menos que el salario mínimo local durante el primer año, y se hace poco énfasis en enseñarles habilidades técnicas. Activistas en defensa de los trabajadores extranjeros han reportado abusos, salarios no pagados y restricciones a sus movimientos en muchos sitios de trabajo.


Nakamura, el político liberal demócrata, dijo que el sistema de aprendices extranjeros era “vergonzoso”, pero añadió que si era desmantelado, los negocios no podrían encontrar reemplazos japoneses.


La mayoría de los aprendices extranjeros en la agricultura, como los chinos aquí, terminan partiendo en menos de un año porque hay poco trabajo disponible después de la temporada de cultivo.


Los chinos entrevistados aquí dijeron que llegaron a Japón principalmente para ganar dinero, pero algunos deseaban poder quedarse más tiempo para aprender más sobre agricultura y el país.


“Es desafortunado que tengamos que regresar a casa justo cuando estábamos empezando a asentarnos aquí y aprendiendo a hablar algo de japonés”, dijo Yang Shangli, de 26 años, uno de los hombres que pasaba el rato en el puente en el centro del pueblo.


La gran presencia de trabajadores chinos ha inquietado a algunos japoneses aquí aun cuando se han vuelto cada vez más dependientes de ellos. Algunos mencionaron vagamente el temor a la delincuencia, aunque reconocieron que las tasas de crímenes no habían aumentado. Ningún japonés entrevistado recibió con beneplácito la idea de que haya inmigrantes aquí o en cualquier otro lugar de Japón.


“Siento una extraña sensación de opresión”, dijo Toshimitsu Ide, de 28 años, un cultivador de lechuga que no había contratado a trabajadores chinos, al ver grandes grupos de chinos andar por el pueblo. “Parecen difíciles de abordar.”


Quizá debido a la inquietud japonesa, los trabajadores chinos recibieron instrucciones aparentemente destinadas a frenar sus movimientos, incluso antes de que llegaran. Dijeron que les aconsejaron ir a casa antes de las 8 de la noche y no montar en bicicleta excepto para trabajar. Algunos incluso dijeron que les habían instruido que no hablaran con jóvenes japonesas.


Sin embargo, para muchos residentes que no habían visto un solo extranjero en esta área hasta hace unos cuantos años, Kawakami había cambiado fundamentalmente.


“Aunque estoy en Japón”, dijo Shimitsu Yuito, de 57 años y quien trabaja en la construcción, “siento que esto ya no es Japón”.

 

 

Copyright 2008 / Todos los derechos reservados para M.N Cambio /


 
 
Todos los Columnistas