Brasil eclipsa discretamente a un aliado


Simón Romero y Alexei Barrionuevo / Caracas, Venezuela


Notas Relevantes

Notas Anteriores

Los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil se dieron la mano en esta ciudad, en una reunión cumbre a finales del mes pasado, mientras empleados de la compañía paraestatal de petróleo de Venezuela alzaban los puños y gritaban lemas socialistas de inspiración cubana ante las cámaras.


Fue una imagen de solidaridad cuidadosamente organizada, que escondía un giro reciente en América Latina: Da Silva se ha ido alejando con prudencia del líder de Venezuela y calladamente lo ha suplantado al hacer de Brasil una fuerza motriz regional.


Hoy, los dos líderes, con frecuencia socios, pero en ocasiones rivales, presentan caminos rotundamente diferentes para el desarrollo, y es el enfoque más pragmático y más moderado de Brasil el que parece estar ascendiendo. En medio del deterioro de la influencia estadounidense en la región, causado por un cambio hacia líderes de inclinación izquierdista y populista en la última década, el presidente brasileño está rebasando discretamente a Chávez en casi cada oportunidad en la lucha por la dirigencia de América del Sur.


Chávez ha estado nacionalizando compañías extranjeras y tratando de reunir un bloque antiestadounidense de países. No obstante, la semana pasada, sus credenciales regionales se vieron afectadas cuando su rival ideológico, el presidente Álvaro Uribe de Colombia, organizó un rescate dramático de 15 rehenes cautivos de los rebeldes colombianos en la selva.


Da Silva ha diversificado la ya sólida base industrial de Brasil y ha creado una amplia coalición política con casi una docena de vecinos. El descubrimiento de enormes yacimientos de petróleo en aguas brasileñas le ha permitido entorpecer los esfuerzos de Venezuela por usar su generosidad petrolera para ganar influencia. La economía venezolana ha mostrado signos de estarse atrancando, mientras que se ha intensificado su dependencia en el comercio con Brasil.


La clave del éxito brasileño ha sido una afortunada confluencia de tendencias económicas mundiales, como el incremento constante en la demanda de materias primas como el fríjol de soya y el etanol de azúcar, pero también el liderazgo callado de Da Silva, un exobrero de una planta automotriz. Ha incrementado la presencia de Brasil en toda la región, en parte al adoptar una estrategia de hacer participar a Chávez, en contraste con el enfoque de confrontación de Estados Unidos.


En lugar de enfrentarse públicamente a Chávez, aun cuando ha amenazado intereses brasileños, Da Silva aprovecha la afinidad de izquierda y le prodiga elogios. Da Silva fue tan lejos como para describir hace poco a Chávez como “el mejor Presidente en un siglo” de Venezuela, a la revista alemana Der Spiegel.


“El lado pragmático de Lula, un líder sindical que siempre fue un negociador, ha redituado”, dijo Kenneth Maxwell, un historiador de la Universidad de Harvard y columnista del periódico brasileño Folha de Sao Paulo.


“Mientras Chávez arrebata los titulares, el debate sobre si Brasil se está convirtiendo en una potencia regional está planteado”, expresó. “En realidad, Brasil ha llegado a ese nivel, pero en una forma nada grandilocuente”.


Mientras que los altos precios del petróleo han reforzado la teatralidad de las políticas poco convencionales de Chávez, la influencia más penetrante de Venezuela sigue limitada a un puñado de los países más pobres de la región —Bolivia, Cuba, República Dominicana y Nicaragua—miembros de ALBA, una alianza comercial abanderada por Chávez. Otro aliado de Chávez, Ecuador, no es miembro. Entre tanto, el hecho de que Da Silva adoptara inesperadamente las ideas amigables con el mercado que empezó su predecesor Fernando Henrique Cardoso, ha enfatizado cuán heterogéneo se ha vuelto el pensamiento político en América Latina, incluso en la izquierda.


Públicamente, el presidente brasileño ha defendido con rapidez a Chávez, aun cuando en privado ha buscado moderar las observaciones, en ocasiones hostiles, del presidente venezolano.


En una entrevista en septiembre, Da Silva dijo que la retórica “funciona en la realidad de la política venezolana”, y que el hecho de que Chávez esté en contra de Estados Unidos, se basa en la creencia inquebrantable del líder venezolano de que el gobierno de Bush estuvo detrás del intento de golpe de Estado en 2002. “Tiene sus razones”, dijo Da Silva.


Sin embargo, mientras Chávez se movió más hacia la izquierda después de su breve derrocamiento en 2002, Da Silva cambió al centro una vez en el poder, lo que sorprendió a muchos escépticos. Su toque más moderado ha pavimentado el camino de Brasil en países tan diversos como Cuba, el bastión socialista al que Venezuela suministra el sustento con petróleo subsidiado, y Colombia, un importante aliado del ejército estadounidense, cuyas relaciones con Venezuela han sido muy frías en los últimos meses.


En junio, Celso Amorim, el ministro de relaciones exteriores de Brasil, declaró durante una visita a La Habana, que su país quería darle créditos a Cuba para que importara productos agrícolas brasileños con la esperanza de superar a Venezuela como el principal socio de Cuba.


En Colombia, hace poco, los inversionistas brasileños tomaron el control de Avianca, la línea aérea más grande del país. Y las autoridades colombianas se inspiraron en Petrobras, el gigante energético paraestatal de Brasil, para reestructurar su propia compañía petrolera paraestatal a fin de exponerla más a las fuerzas del mercado.


La propia Venezuela se ha vuelto más dependiente económicamente de Brasil. El mes pasado, intereses agroindustriales brasileños cerraron tratos para exportar más alimentos a Venezuela, explotando la escasez persistente en la economía venezolana causada por mala administración y controles de precios.


Las compañías brasileñas han obtenido contratos para proyectos en Venezuela, como la expansión del sistema del metro en Caracas y la construcción de un puente sobre el río Orinoco. Recientemente, Brasil superó a Colombia para convertirse en el socio comercial más grande de Venezuela, después de Estados Unidos.


En algunos países donde Venezuela y Brasil han surgido como rivales, como en Bolivia, Chávez aún tiene la ventaja. Bolivia, el principal proveedor de gas natural de Brasil, lo impactó al nacionalizar en 2006 la industria energética, con ayuda de Venezuela. En diciembre pasado, Da Silva trató de mejorar la posición de Brasil en Bolivia, el país más pobre de América del Sur, ampliando su línea de crédito a 600 millones de dólares para proyectos de infraestructura ahí.


Entre tanto, el excedente comercial de Brasil con otros 11 países, integrantes de la Asociación para la Integración Latinoamericana, subió a 16 mil millones de dólares en 2007, de 1.7 mil millones de dólares en 2002, y estos países compran cerca de una cuarta parte de todo lo que Brasil vende en el extranjero.


Los intentos de Venezuela por reunir una alianza de países sigue limitándose al bloque comercial de la ALBA. Sin embargo, Brasil fue anfitrión de los líderes de 12 países sudamericanos en mayo para crear la Unasur, un bloque continental formado con base en el modelo de la Unión Europea que unifica los dos principales grupos comerciales de la región, el Mercosur y la Comunidad Andina.


Brasil ha elogiado con frecuencia públicamente los esfuerzos de Chávez para unificar a América del Sur, mientras que sutilmente ha fortalecido instituciones que fungen como contrapeso a las empresas ambiciosas respaldadas por Venezuela, como un gasoducto que cruce el continente o el Banco del Sur, una banca de desarrollo concebida para competir con el Banco Mundial.


El Banco del Sur sigue siendo poco más que una idea grandiosa. En diciembre pasado, justo nueve días después de que Chávez anunciara la formación del Banco, al que se espera se una Brasil, Da Silva asistió a un acto poco publicitado en Uruguay para inaugurar una nueva sucursal de BNDES, el Banco de Desarrollo de Brasil.


El Banco del Sur estaría muy presionado para alcanzar a BNDES que financió inversiones con valor de 4.2 mil millones de dólares a nivel mundial el año pasado, incluidos préstamos para la expansión del metro de Caracas.


Los descubrimientos energéticos de Brasil también han desafiado el poder de Venezuela. Chávez pareció particularmente impactado en noviembre pasado, cuando Petrobras descubrió un enorme yacimiento de petróleo en la costa sureste de Brasil, conocido como Tupi, y, cortésmente, regañó a Da Silva por convertirse en un “barón del petróleo”.


Hoy, Brasil está a punto de unirse a las potencias petroleras mundiales, y el hallazgo en Tupi condujo a que Da Silva anunciara planes de integrarse a la Organización de Países Exportadores de Petróleo en unos cuantos años. Venezuela ha sido el principal representante latinoamericano ahí desde hace mucho.


Da Silva pareció robarle los reflectores a Chávez en marzo, cuando Brasil propuso un consejo sudamericano de defensa que sería una versión sureña de la OTAN. Chávez alabó la propuesta, aunque sus propios esfuerzos en 1999 para crear dicha alianza cayeron en oídos sordos.


La secretaria de estado estadounidense, Condoleezza Rice, expresó su apoyo a la idea durante una rápida visita por Brasil, diciendo que confía en la dirigencia brasileña para llevar a cabo el proyecto. Brasil también encabeza la principal misión de paz de las Naciones Unidas en la región, en Haití, donde tiene mil 200 soldados.


A pesar de todos los logros de Brasil al superar a Venezuela en América Latina, Da Silva se ha abstenido que lo califiquen de un líder en la región.


“No estamos tratando de encontrar un líder en América Latina”, dijo en una entrevista en septiembre. “No necesitamos un líder. No me preocupa ser el líder de nada. Lo que yo quiero es gobernar bien a mi país”.

 

 


 
 
Todos los Columnistas