Posible fraude en las subastas de obras de arte realizadas en cruceros


Jori Finkel


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Cuando la mayoría de las personas piensa en subastas de obras de arte, lo hace en Christie’s o Sotheby’s en Nueva York o Londres, pero no en un crucero. Sin embargo, en las dos últimas décadas, llevar a cabo subastas de “bellas artes” en cruceros, con frecuencia con pujadores que asisten por primera vez y que nunca han visto una reserva ni inspeccionado una procedencia, se ha convertido en un gran negocio.


El mayor jugador por mucho, con más de 300 millones de dólares en ingresos anuales y casi 300 mil obras vendidas cada año, es la Galería Park West, con sede en Michigan. Maneja un volumen tan alto de ventas de arte en altamar que se anuncia como “el mayor comerciante de arte en el mundo”.


Park West vende en las líneas Royal Caribbean, Celebrity, Norwegian Carnival, Disney, Holland America, Regent y Oceania. (La Princess realiza sus propias subastas internas.)


Para las compañías de cruceros, las subastas de Park West se han convertido en una fuente de ingresos como cualquier otra concesión. Para los pasajeros, son una forma popular de entretenimiento a bordo, como los juegos de azar, las compras o entrar a ver los espectáculos.


No obstante, algunos clientes de Park West dicen que no obtuvieron aquello por lo que habían pujado.


Uno de ellos es Luis Maldonado, un empresario de San Diego, que tiene intereses en las finanzas y la construcción, así como un gusto por el arte latinoamericano. Recorría el Mediterráneo con su esposa Karina en el Regent Seven Seas Voyager en noviembre de 2006, cuando decidieron entrar a la subasta de arte que se promovía a bordo.


Le sorprendió encontrar cuadros de Picasso y Rembrandt en el área de subastas, un salón cerca del casino, donde los recibieron con champaña. A él le atrajeron los Picasso.


“Ahí”, dijo, “el subastador recomendó dos grabados de Picasso, de ‘calidad para un museo’, valuados en más de 35 mil dólares cada uno, así como una trilogía de Salvador Dalí, en la misma cantidad, como colección”. Maldonado comentó que el subastador dijo que las obras eran “buenas inversiones”, y explicó que se ofrecían un 40 por ciento por debajo de su “valor tasado”, sin impuestos.


Cuando preguntó por la índole de Park West, se le dijo que está al nivel de Christie’s y Sotheby’s.


Fue fácil dar el salto. Después de todo, pensó, se trataba de un crucero de prestigio y ya le habían dado descuentos en buenos vinos. Empezó a pujar, con poca competición en el salón, y se detuvo varios miles de dólares por debajo del valor tasado de Park West en cada obra. Le dieron una factura marcada: “Toda venta es final”.


Sólo fue después de que Maldonado desembarcó en California que investigó algo sobre lo que había adquirido. Incluida la prima del comprador, había pagado 24 mil 265 dólares por Payaso, un grabado de 1964 de Picasso. Encontró que Sotheby’s había vendido uno exactamente igual (también numerado, 132 de 200) en Londres por cerca de 6 mil 150 dólares en 2004.


Además, había pagado 31 mil 110 dólares por El Payaso, otro grabado de Picasso de 1968. Artprice.com, una base de datos en línea sobre arte, mostró que circulaban por unos cinco mil dólares.


Quizá lo más perturbador haya sido que se enteró de que las firmas a lápiz en el grabado de la serie La Divina Comedia de Dalí (los grabados sin la firma en la propia plancha de madera) son “inaceptables”, según Albert Field, el archivista encargado del Catálogo Oficial de la Obra Gráfica de Salvador Dalí.


“Ya que Dalí no firmó ninguno de estos grabados a lápiz negro, una a lápiz común debe ser una falsificación”, escribió Field.


“Fue terrible”, dijo Maldonado. “No estoy enojado por gastar 73 mil dólares. Estoy enojado por gastar 73 mil dólares en obras que me dijeron tenían un valor de más de 100 mil dólares y probablemente valen 10 mil dólares, si es que son verdaderas”.


Comentó que había hablado “docenas” de veces con Park West para solicitar una devolución desde principios de 2007, y envió múltiples correos electrónicos dirigidos al subastador, quien respondió que todas las ventas son finales. Hace poco, presionó al departamento de servicios al cliente de Park West para una devolución total sin ningún éxito.


Por vía telefónica desde Michigan, Albert Scaglione, el fundador de Park West, dijo que sostiene los certificados de autenticidad y las tasaciones de la compañía. “Tengo total confianza en que si tuviéramos la oportunidad de darle a Maldonado la historia de nuestro sistema de precios, tendría un punto de vista diferente”, dijo Scaglione.


Sin embargo, unas dos horas después, Park West telefoneó a Maldonado para ofrecerle una devolución total.


Es posible que se requiera de un esfuerzo mayor para satisfacer a otros clientes. En abril, un residente de Florida y otro de California presentaron demandas judiciales colectivas en contra de Park West, que potencialmente podrían cubrir a decenas de miles de habitantes de esos estados.


Acusan a la compañía de dar una impresión falsa del valor de sus obras de arte y buscan indemnizaciones no especificadas por prácticas comerciales injustas, incumplimiento de contrato y enriquecimiento ilícito.


Scaglione consideró que esas demandas no tienen causales. “Tenemos más de un millón de clientes y nos esforzamos por satisfacer a cada uno de ellos”, explicó. “En ocasiones, se tienen personas calculadoras que compran cosas no por razones buenas, y nos tienden una trampa”.


“Con nuestro tamaño, es desafortunado que nos hayamos convertido en un blanco”, agregó.


No obstante, otros clientes de Park West que no están en las demandas judiciales colectivas han hecho acusaciones similares por falsedad en el valor.


El doctor Venkatraman Srinivasan, un cardiólogo de Pittsburgh, publicó un relato de su experiencia con Park West en el sitio en internet FineArtRegistry.com. Dice que pagó cerca de 30 mil dólares por Un mundo mejor de Peter Max durante un crucero de Celebrity que partió de Vancouver, Columbia Británica, y llegó a Anchorage, Alaska, en agosto pasado.


Según su narración, le dijeron que se trataba de una pintura “original”, con un valor de 50 mil dólares y quedó abatido cuando descubrió, ya en tierra, que el precio de las variaciones de la misma serie se cotizaba en tres mil o cuatro mil dólares. (Srinivasan declinó ser entrevistado para este artículo debido a un acuerdo de confidencialidad que firmó para obtener un reembolso de Park West.)


Por una cuota de 10 dólares por una membresía anual, el Fine Art Registry ofrece a sus suscriptores un sistema para marcar y registrar obras de arte para que se puedan rastrear en el transcurso de los años. También tiene el objetivo de publicar artículos de “advertencia al comprador” que quiere integrar una colección, muchos de los cuales se centran en Park West.


En un principio, la fundadora del sitio, Theresa Franks, comisionó uno sobre las subastas en altamar en abril de 2007, siguiendo un artículo de periodismo de investigación sobre Park West que apareció en The Arizona Republic. Desde entonces, ha recibido 45 quejas de pasajeros en cuanto a las ventas de Park West de obras de Dalí, así como de 50 más.


“Una queja común”, dijo, “es sobre la falsedad en la rareza o el valor de una obra”. “Si se paga por un Mercedes, se debe obtener un Mercedes, no un Volkswagen 1965”, comentó.


Exasistente de abogado, Franks lleva un registro de las quejas de los clientes y proporciona asesoría básica a miembros para conseguir devoluciones. (Principalmente, dijo, les decimos que “no se den por vencidos”.)


Calificó a los compradores de Park West como “novatos”, inexpertos en el mercado de arte, y, ni qué decir, del de los grabados, donde hay una profusión de tecnología y terminología. Por ejemplo, pocos compradores sabían que en los años 1970, el mercado se inundó de falsificaciones de grabados de Dalí, comentó.


“Cuando escuchan los nombres Picasso, Rembrandt, Dalí, los reconocen”, dijo Franks. “Es fácil caer en esa trampa”. Y, agregó, es difícil que estos vacacionistas presten la debida atención en el crucero, donde las llamadas telefónicas pueden ser muy caras, y muy lento el acceso a internet.


La respuesta de Park West a Fine Art Registry es un expediente público. En abril, la compañía demandó por difamación a Franks, a David Phillips, el principal escritor de Fine Art Registry, y a Bruce Hochman, un especialista en Dalí al que se menciona en el sitio. Scaglione negó que su compañía promueva el arte como una inversión entre los pasajeros. “Nunca decimos que de alguna forma van a salir y ganar dinero o que se van a volver millonarios al instante”, dijo.


Sobre la pregunta de las devoluciones, Scaglione dijo que Park West las considera caso por caso. No revelaría, dijo, “la cantidad o naturaleza” de ellas, y sólo diría que “nunca se admite que se procedió con dolo”.


No obstante, es típico que las devoluciones vayan acompañadas de acuerdos de confidencialidad, que Franks califica de otra táctica de Park West orientada a acallar a sus críticos y asegurarse de que “nadie pueda entrar en la oficina de un abogado”. Habló de la demanda por difamación en su contra y la de sus colegas en términos similares. “Park West tiene dinero suficiente para borrar el sol”, dijo.

 

 

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