La historia de horror de Hollywood de un director, con un giro


Allison Hope Weiner /Nueva York


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M. Night Shyamalan dice que sabe exactamente cuándo empezó a deteriorarse su relación con Hollywood.


En 2000, estaba en una llamada de conferencia con ejecutivos de Walt Disney Studios discutiendo Unbreakable, la secuela de su película fenomenalmente exitosa The sixth sense. Él quería comercializar Unbreakable como una película de libro de cómics —el relato de un superhéroe improbable— pero los ejecutivos de Disney insistían en describirla como una película de suspenso, como The sixth sense.


“Recuerdo el momento en que sucedió, exactamente dónde estaba sentado yo ante la mesa, el altavoz del teléfono”, recordó en una entrevista desde su oficina en una granja convertida, cerca de Filadelfia. “Ese momento quizá haya sido el mayor error que yo tenga que deshacer a lo largo de 10 años para que la anciana no diga: ‘Oh, ese es el tipo que hace las películas de miedo con un giro’.”


Ocho años después, las audiencias cinematográficas aún conocen a Shyamalan como el tipo que hace películas de miedo con un giro.


Tampoco ha podido deshacer su reputación en Hollywood como un cineasta talentoso que no sigue las reglas del estudio. Después del éxito de The sixth sense, criticó a los ejecutivos de Disney, se atrevió a comparar su propio talento con el de Steven Spielberg y el de Alfred Hitchcock, y ha reafirmado su reputación como un forastero al negarse a mudarse de Filadelfia a Hollywood.


Su personalidad de forastero siguió funcionándole, en tanto las películas The sixth sense, Unbreakable y Signs continuaron produciendo dinero. Pero cuando sus cintas empezaron a titubear en la taquilla —su última película, Lady in the water, fue salvada por los críticos pero ignorada por los aficionados al cine— el apoyo del círculo de Hollywood empezó a menguar.


Ese fracaso ha ejercido considerable presión sobre su nueva película, The happening, una cinta de horror para Fox que se estrena este mes mundialmente. Otro fracaso dañaría al nombre de Shyamalan y le dificultaría conservar el control sobre sus películas.


Pero Shyamalan no ofrece disculpas y cree que algunas de las críticas sobre él se basaron en gran medida en su negativa a aceptar las normas de Hollywood.


“Tengo dos opciones: conformarme con los caminos que fueron tendidos antes de mí o lidiar con ellos”, dijo enfáticamente. “Entonces ¿cuál sugiere? No estaría donde estoy ahora si no hubiera negado esas convenciones, para empezar.”


Su carrera ilustra una de las paradojas persistentes de Hollywood: la industria de la cinematografía ama el mito del autor, el cineasta individual de carácter fuerte que juega según sus propias reglas, hasta que se enfrenta con la realidad. Alrededor de la época en que se estrenó The sixth sense, ésta era una idea particularmente potente, ya que los estudios trataban de construir marcas alrededor de directores estelares como Quentin Tarantino y los hermanos Wachowski (que hicieron The Matrix), con la esperanza de que sus nombres vendieran películas como alguna vez lo hizo Hitchcock.


Pero los estudios también necesitan poner atención a las realidades brutales de la industria cinematográfica. Todos estos directores han tenido tropezones de alto perfil que sugieren que a los aficionados al cine les interesa más lo que está en la pantalla que el nombre que aparece sobre el título. Y a diferencia de marcas animadas como Shrek, puede resultar difícil trabajar con personajes de la vida real como Shyamalan.


“Nunca funcionó realmente”, argumenta David Weitzner, el ex director de comercialización mundial para Universal y profesor adjunto de la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad del Sur de California. “Es pomposo de parte de los estudios pensar que el público va a responder a un mensaje publicitario que diga que vean la película porque es del director de otra cinta. Es estúpido y, en cierto grado, es alimentado por el ego.”


Incluso dado su limitado éxito con las marcas de comercialización, los departamentos de comercialización de los estudios continúan usando el método para vender películas. “Están comercializando cualquier cosa que puedan encontrar porque estamos viviendo en una época que es demasiado competitiva y difícil”, dijo Michael Taylor, presidente de la división de producción cinematográfica y televisiva de la Escuela de Artes Cinematográficas.


Shyamalan, que pondrá su nombre sobre el título para The happening, aún cree que el nombre de un director en la marquesina  —uno que no sea el de Steven Spielberg— puede vender una película de éxito tan fácilmente como el de una estrella.


“El problema está en la suposición de que si estoy promoviendo la película —porque me estoy promoviendo yo mismo— estoy siendo egoísta. Si Will Smith hiciera lo mismo, sería percibido de manera diferente”, dijo. “Se supone que uno debe ocultarse si es el director. ¿Esa es una regla dictada por quién en la industria cinematográfica?”


Nacido en India, Shyamalan fue criado en los suburbios de Filadelfia por sus padres, ambos médicos que sabían poco de la industria fílmica. Asistió a la Escuela de Artes Tisch en la Universidad de Nueva York, luego hizo dos películas poco exitosas comercialmente, Praying with anger (1992) y Wide Awake (1998), antes de vender su guión de The Sixth sense a Disney por 3 millones de dólares. La película, hecha por unos 40 millones de dólares, recaudó más de 600 millones de dólares mundialmente.


Desde entonces, las cifras han ido en la dirección equivocada. Después de que Signs recaudó más de 400 millones de dólares en el mundo, The village recaudó sólo 255 millones. Lady in the water, que se estrenó en 2006, tuvo un presupuesto de unos 75 millones de dólares y produjo menos de 70 millones.


Conforme la taquilla empezaba a disminuir, los elementos que habían hecho diferentes a sus películas —los escenarios en Pensilvania, los temas sobre la fe, los finales inesperados— se convirtieron en base de críticas. Shyamalan rompió su relación con Disney cuando hizo Lady in the water en Warner Bros., parte de Time Warner. Pero luego cometió el mayor pecado de todos: criticó una reunión con ejecutivos de los estudios de Disney, Nina Jacobson, Dick Cook y Oren Aviv, en un libro de Michael Bamberger, The man who heard voices (El hombre que oía voces).


También sostuvo que pese a los recelos de Disney sobre hacer “Lady in the water, finalmente había aceptado hacer la cinta, pero que él había rechazado la oferta porque sentía que ya no tenían confianza en él.


La buena noticia para Shyamalan es que muchos en Hollywood aún creen que su nombre puede vender boletos. Ayuda que tiene una reputación como cineasta económico, alguien que llega al set preparado y que entrega resultados a tiempo y dentro del presupuesto, todo ello rarezas en Hollywood.


“Respeto a Night como cineasta y me encantó trabajar con él”, dijo Alan F. Horn, presidente de Warner Bros. Entertainment, que produjo Lady in the water. “Apoyé la premisa de la película y lo que él estaba tratando de lograr, pero en ocasiones las películas funcionan y en ocasiones no. Yo no culparía al libro porque no pienso que personas suficientes leyeran el libro.”


Twentieth Century Fox, parte de News Corporation, lo contrató para escribir y dirigir The happening en parte porque es un regreso al tipo de películas de miedo que lo hicieron famoso.


“Night en conjunción con este material es una pareja fantástica”, dijo Hutch Parker, ahora presidente de New Regency, que trabajó en The happening mientras estuvo en Fox. “The happening retrocede en sus intenciones a lo que Night hizo primero en The sixth sense. Habla más directa y claramente de ese género que algunas de sus películas previas.”


Shyamalan admite ser ligeramente más abierto ahora. En un esfuerzo por disipar las percepciones en Hollywood de que él es arrogante, ha pasado más tiempo en Los Angeles recientemente. Pero aunque dice que lamenta haber herido sentimientos en Disney, aún no comprende por qué muchos en Hollywood lo critican tanto por rechazar la oferta de Disney.


“¿Querían que tomara el dinero? Querían que me prostituyera. Eso es lo que querían que hiciera”, dijo. “¿Saben lo difícil que es no hacer lo conservador ahí?”

 

 


 
 
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