Crónica entre el pabilo y el patíbulo


Primera parte


Jesús A. Castañeda

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Traigo una veladora. Esto, hoy y aquí, parece algo peculiar. La veladora en cuestión es gris. Más bien, es plateada, aunque no de plata; no traigo plata, pues. Tampoco oro.

 

Pero no sé si, hoy y aquí, la plata y el oro son peculiares. ¿Otro metal? ¿Alguna aleación? No sé, pero lo reitero: traigo una veladora y ésta a su vez contiene una imagen, la imagen de una pareja: mujer y hombre. Un par de sombras o espectros fundidos en un abrazo. Esto es algo peculiar, a veces. ¿Aquí también? No sé, pero bueno, al menos lo es en esta veladora cuya cera no huele mal: sólo huele a cera, nada exótico, y es blanca. Antes de introducirla en la mochila la veladora se me cayó y se abolló; viene con un poco de abollamiento. Ahí sigue, no la he sacado aún: se podría caer de nuevo y abollarse un poco más. Continúa ahí, no la he enseñado todavía. Otros sí lucen sus veladoras. Mi veladora no tiene ninguna consigna, ninguna leyenda. Está muda la pobre. Me la regalaron hace un mes… Momento, ¡sí!, al reverso la veladora trae –en una pequeña área proporcional- un moño negro y unas cuantas letras: AIDS HILFE.


Llegué temprano, pero al Zócalo. Poco después de las cinco de la tarde cayó un tormentón, ocasionado por un conjunto más o menos inconexo de nubes en el cielo capitalino. En tierra, o en la plancha del Zócalo, lucía el agua de la lluvia. Y como aún había luz, luz solar, todo esto para nada era oscuro. Ir por Madero, para llegar a Reforma, era la ruta inmediata; después con un microbús podríamos “embestir” la vanguardia de blanco. Sin embargo, por estos rumbos ya eran visibles los elementos de un ejército de enfermeros ciudadanos, que, como todos los enfermeros, son a quienes los doctorcitos (en medicina, economía, derecho, historia, etc.) les endilgan el trabajo pesado, sucio y de limpieza.


Veinte minutos antes de las seis de la tarde. En la esquina del Hotel Melia, y frente a un carro de control remoto de la “señal con valor” de Tv Azteca, es prácticamente imposible abordar un transporte público. Como muchos otros, como los pseudo turistas que salen de la cafetería del hotel en cuestión, caminamos en dirección al Ángel. Veinte minutos, más diez de tolerancia (¿o es que hay cero tolerancia aquí también?), son más que suficientes para llegar a tiempo y “embestir” cuerpo a cuerpo… Ah, por cierto, también en este cruce había un carro de control remoto con dirección Chapultepec 18: Televisa “informando”.


Poca gente, pero todavía no son las seis. Lo más raro es que si a esta hora convocaron para salir, ya me topé con un continente a la altura del monumento a Colón. No sé realmente si ésta será una “marcha del silencio”, aunque eso parece: el único sonido que se escucha es el ruido de los carros de control remoto de las televisoras, que no sólo son blancos sino también muchos.


Apenas voy llegando a Cuauhtémoc. Además del silencio, he contabilizado ciertas miradas de reprobación hacia mí (esta impresión me llevo), ¿porque voy en contra flujo o porque traigo una camiseta negra?, ¿por ambas razones?


Realmente es difícil entender esto del colorcito blanco. Uno supondría que el color apropiado es el negro: hay luto, no digan que no, ya verán. No sólo eso, si estamos en guerra contra la “delincuencia organizada”, ¿sacar el blanco no significa rendirse desde ya? ¡Y la inmensa mayoría viene de blanco! Quizá, por aquello de la democracia y sus mayorías, el color apropiado debería ser el gris. Pero la disertación cromática puede esperar. Y digo en mi descargo que mi camiseta es completamente negra; ninguna marca ni publicidad traigo encima.


Los que sí traen algo de esto, y no son pocos, son los publicistas del GNP, que, sí, visten camisetas blancas… pero con publicidad encima. Y no son los únicos, ya verán.


Mucha clase media, demasiada, ¿y la crisis? Pregúntenle a un doctor en economía, que sirva para algo, ¿no? No hay mucho ánimo o coraje, van mudos como mi veladora. O casi. Aparece un contingente donde sobresalen Pumas y, más adelante, unas personas que cargan una manta con referencia a una asociación de algo que lleva como nombre Ricardo Flores Magón (incluyendo imagen del célebre personaje en cuestión). ¿Hay anarquistas en esta marcha?


“¡… Y recuerden que sólo les quedan noventa y dos días!” Cerca de la Glorieta de la Palma, y pasadas las seis de la tarde, la marcha se empieza a desbordar ocupando los dos sentidos de Reforma. Y es que aquí van los organizadores de la marcha. El ciudadano al cual entrevistan los medios, que lanza su puño hacia el cielo, y que advierte que la cuenta regresiva va corriendo, es Elías Kuri, un iluminado. No aparece María Elena Morera, otra ciudadana pero de MUCD, a cuyo esposo secuestraron hace algunos años y fue mutilado.


Sin embargo, por todo Reforma aparecieron carteles de MUCD.
Es interesante este desbordamiento y la vocación anarquista (pero cuasi cacerolista cuasi muda) de ciudadanos como Kuri. ¿Por qué? Por algunos medios nos enteramos de que “este movimiento es ciudadano”, “sin partidismos”. Sin embargo, lo más raro, o sospechosista, es que de aquí saldrían “liderazgos”. Liderazgos que parece que tenían identificados plenamente desde antes de que “surgieran espontáneamente”. Y bueno, como es mucho el arremolinamiento, y los periodistas y ciudadanos que se acercaron a Kuri quizá terminen abollados, no alcanzo a identificar a otra ciudadana iluminada y organizadora de esto: Laura Elena Herrerón. Hay cosas que uno pues nomás “no entiende”, ciudadanas y ciudadanos, y que quizá ni siquiera un doctor en economía las puede entender. En todo caso, busquemos a un criminólogo. ¿Por qué? Laura Elena Herrerón también fue organizadora de la marcha histórica de blanco en 2004; lo vuelve a ser en 2008, y en el inter apareció en 2006 como candidata a senadora por el Panal, el partido de una gángster: Elba Esther Gordillo Morales, la patrona no sólo del Panal, sino sobre todo del SNTE.


Volviendo a los ciudadanos cuasi invisibles, ya hay consignas: “¡Si no pueden, renuncien!”. Una manta: “Convivencia sin violencia”. Sigo de largo, tengo que llegar al Ángel. Un poco de calor, no sólo porque el sol se deja ver, y la lluvia parece que no caerá, sino también por manifestaciones políticas ciudadanas (¿cuasi?) voluntarias: “bla, bla, bla” en los logos –uno para cada uno- del PRI, PAN y PRD que portan en camisetas muchos ciudadanos. Las camisetas, que sí son blancas, además traen una consigna: “A callar y a trabajar… o a renunciar”. Sin embargo, no se mencionan chachalacas.
Bajo la manga del poder financiero, o más bien, bajo el edificio de la Bolsa Mexicana de Valores encontré un as (de corazones rojos, por cierto), pero también otras cartas que formaban una “creativa banca”. Un descanso brevísimo para lanzarnos como misil a la Embajada de Estados Unidos.


En el camino son visibles los globos que hacen referencia a Hugo Wallace, secuestrado y asesinado. La Embajada está resguardada, como siempre, aunque nadie tiene interés en protestar o lanzar consignas ni objetos punzo cortantes en contra de este edificio tan simbólico. Más consignas y un fluir digamos que óptimo. Mucha gente, mas no sólo.


Una aparición, tal cual. Me llama mucho la atención un rostro virginal (y no será el único, por cierto) que viaja sobre la muchedumbre ciudadana, con el azul y el blanco del cielo. Ya desde hace rato yo subía y bajaba por las jardineras de Reforma para poder avanzar más rápido y tener una visibilidad óptima. Ahora hago lo mismo, y es como si fuera hacia un jardín celestial…


“Es María, la madre de Jesús”, me dice la señora que carga su cartel. Y hasta deja que transcriba la leyenda que lleva la imagen. Fue muy amable, nada intolerante; no trató de convertirme (supuso que ya lo estaba). Por su tono, creo, parece que me vio asustado (¿realmente sí lo estaba?), y por eso agregó explicativamente (como diciendo “no te asustes”): “La madre de Jesús, María, tiene muchas manifestaciones: la Virgen de Guadalupe, la de Fátima… ésta es la Virgen de Medjugorje, de Bosnia Herzegovina, y se sigue apareciendo”. Pues desconocía a ésta, aunque sí sabía que la mamá de Dios siempre ha tenido ese problema de personalidad múltiple. Y si se trata de creer, yo creo que es algo genético, recordemos que el mismo Dios anda en las mismas, ¿no?: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Qué leyenda portaba el cartel? “La paz sólo se logra volviendo a Dios”.


“No queremos playas ni pistas, queremos seguridad.” Seguridad como demanda y la máxima de Alejandro Martí (“Si no pueden, renuncien”) como consigna: dos constantes. Aquí ya hay más banderas de México, no sólo las de vendedores, sino también la de los consumidores. Hay que subir las escalinatas del Ángel y sacar el paraguas: empieza a llover con ligera intensidad. Una manta que se volvió famosa: “Que nos gobierne, juzguen y cuiden LAS PUTAS, ya que sus hijos nos han fallado”. Ya empezaron las divergencias, porque estoy seguro que la señora que me reveló una personalidad más de María, Madre de Dios, podría decir, palabras más palabras menos: “Sólo Dios nos puede juzgar, el día del juicio final. Que nos cuiden las once mil vírgenes, que son las mejores policías del mundo. Además, el hijo de la Virgen, que es Dios, nunca nos ha fallado”.


Dejó de llover. Me di una vuelta alrededor de la glorieta y encontré a Martita. ¿A qué Martita, perdón? Ah, pues a Martita Figueroa, una periodista de la escuela de Paty Chapoy. Ellas, como otros periodistas de televisión, hacen “periodismo de investigación”… pero en espectáculos. Así que no sé qué hace Martita cubriendo este acto, ¿es un espectáculo? Ah, qué Martita. Otras divergencias se hacen patentes.


“Te amo, David hijo.” Desde temprano, según me informan, y después de que empezó a avanzar la marcha, muchos familiares y amigos de secuestrados no abandonaron las escalinatas del Ángel. Aquí, por supuesto, la tragedia no es producto de un espectáculo, sino de muchos crímenes impunes. David era un niño. Son muchos. Cerca de David, “Buscando a Monis”. Monis era una joven de Ecatepec, desapareció en 2004. A ella la recuerdan familiares y amigos personificando payasos. Alguien me dice: “Así la recordamos y nos distinguimos”. Y sí, porque uno de estos payasos trae pintado un rostro triste, con lágrimas oscuras y la risa muerta. Son payasos, pero no hacen payasadas.


Las payasadas las encontré por atrás de la glorieta, de donde emergían más y más contingentes. Un grupo de hombres jóvenes, con un status a lo más de la Del Valle, llegaron haciendo una coreografía marca televisión, como a la “víbora víbora de la mar”, diciendo: “¡Veni-mos-a-la-mar-cha, veni-mos-a-la marcha!”.


Algunas personas les pidieron que se callaran, y se tuvieron que callar.


Una pareja, hombre y mujer, con un abrazo de por medio, recuerdan a su hijo: Ángel Vázquez, otro niño. Otros padres: “Joshua, tus padres te aman… Sr. Presidente: Durante seis años hemos mantenido la esperanza de encontrar la diferencia entre justicia e injusticia”. Y cerca de la inscripción del nombre de alguien que curiosamente desapareció, pero ya muerto, y que era fray y héroe de la Independencia, Servando Teresa de Mier, hay un grupo de personas que rezan por sus secuestrados. Aquí, por supuesto, el respeto a la creencia ajena y al dolor humano es la paz, o algo muy cercano a esto.


Es todo un mosaico esta columna. Una mujer joven sostiene una pancarta para que todos leamos lo que dice: “Despenalizar el aborto también es atentar contra los más indefensos”. A dos metros de ella, una mesa con otra pancarta:
“Las minorías sociales exigimos no más crímenes por homofobia”. Cerca de esta mesa, otros impresos: “Sí a la pena de muerte”. Sin embargo, quienes integran este mosaico parece que son invisibles entre sí, y eso que estaban muy cerca.


El debate podría haberse planteado, en una primera instancia, entre la pena de muerte y el aborto. Muchos defensores de la pena de muerte a su vez están en contra de la despenalización del aborto. ¿Cómo sabe la joven de la pancarta, por ejemplo, que ese conjunto de células, al cual llama “ser indefenso”, no es un secuestrador en potencia? Más aún: ¿cómo sabe que ese conjunto de células es un ser humano, una persona, con “alma” y toda la cosa? Si me lo hubiera demostrado, lo juro por Dios, me autoaplico la pena de muerte (porque sabría, por añadidura, que hay vida después de la muerte).


En toda la marcha sí hubo manifestaciones constantes a favor de la pena de muerte, aunque yo no alcancé a percibir una abrumadora manifestación a favor. El caso más grave es que hay otros personajes que también la han propuesto. Quizá sí es abrumadora la petición, pero como supuestamente no podían darle tintes partidistas a la marcha, esos otros no vinieron. ¿Quién más ha propuesto la pena de muerte? Sería interesante saber si la propuesta de pena de muerte que hizo (“a título personal”) el coordinador de los diputados del PRI, Emilio Gamboa Patrón, contempla hacer extensiva ésta a los narcopolíticos. Los políticos narcos también han secuestrado -al menos parcialmente- las instituciones políticas del país. Y bueno, ya encarrerados podría hacerse extensiva la pena a todo tipo de secuestradores (de sindicatos, de la cultura y un largo etcétera). Pena tan extensiva que de la cantidad se pasaría a la cualidad: la pena se volvería intensiva. Y con pena (ajena), otra pregunta para Gamboa Patrón: ¿no lo estarán asesorando Carlos Salinas de Gortari y José Córdova Montoya? Ya casi son las siete de la tarde y yo sigo en el Ángel: ¡no he iniciado mi marcha!


Ya la inicié, ya no voy en contra flujo. Hay de todo, ¿eh?, desde quienes compran tacos de canasta hasta quienes entran a un Starbucks. Versátil, yo hice ambas cosas. Curioso, encuentro por momentos un ambiente festivo, ciudadano y sin cursivas. Como islas, pero aún no hemos naufragado, ¿o sí? “Amo a Erick”, y el verbo amor está simbolizado con un corazón rojo (pero no como el de la Bolsa de Valores) en las camisetas blancas de una familia: madre, padre, abuela y hermana. Marchan abrazados y atrás sus camisetas lacónicas dicen: “Siempre te recordaremos…”

 

(Continuará)

 

 

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