Tratando de incorporar la izquierda a la corriente dominante en Francia


Steven Erlanger / Montreuil, Francia


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Parece un duendecillo: de apariencia juvenil, apuesto en su playera Hugo Boss negra y pantalones vaqueros azules. A algunos les recuerda a Tintin, el eternamente joven héroe de libros de comics de tantas aventuras de la niñez.


Pero Olivier Besancenot, de 34 años, es el líder extremadamente hábil de la dura izquierda francesa, un faro para los miembros jóvenes desafectos del Partido Socialista y los remanentes de los alguna vez poderosos comunistas.

 

Tras haberse postulado ya dos veces para la presidencia francesa, y como una presencia elocuente en los programas noticiosos y de debate, Besancenot tiene índices de favorabilidad más altos en algunos sondeos que políticos establecidos como Ségolene Royal, la candidata presidencial del Partido Socialista que perdió el año pasado ante el conservador Nicolas Sarkozy.


En la elección presidencial de 2007, Besancenot obtuvo 4.1 por ciento de los votos con el lema "Nuestras vidas valen más que sus utilidades". Pero en el año transcurrido desde entonces, conforme el Partido Socialista ha reñido por su liderazgo y Sarkozy ha seleccionado a algunos personajes socialistas para su propio gabinete, el joven radical se ha vuelto casi de la corriente dominante; sondeos serios muestran que más del 60 por ciento de los franceses lo ven favorablemente.


En un sondeo el mes pasado realizado por la firma CSA, 49 por ciento de los encuestados dijo que Besancenot era actualmente el principal oponente de Sarkozy, detrás del alcalde socialista de París, Bertrand Delano (54 por ciento), pero por delante de otros socialistas como Martine Aubry (36 por ciento) y Royal (32 por ciento).


Besancenot es un cartero, un miembro de la clase trabajadora que entrega el correo de medio tiempo en el suburbio parisino rico de Neuilly-sur-Seine.


Pero también es el líder de la Liga Revolucionaria Comunista, y en una larga entrevista aquí, en oficinas del partido sobre una fábrica de impresión en esta ciudad racialmente mixta justo al este de París —donde las tiendas de ropa barata colindan con tiendas que venden especias y comida para llevar nordafricana y medioriental— él se describe sin sonrojarse como revolucionario.


Pero dadas las transformaciones del pasado, de la ferocidad burocrática del comunismo soviético al caos de Mao, dijo, "la revolución necesita reinventarse, ya que ningún experimento revolucionario ha tenido éxito jamás". Sólo han sido traicionados, incluso aplastados por una élite armada o destruidos por la "contrarrevolución burocrática", dijo, y añadió: "Estamos tratando de alcanzar ese equilibrio de tomar el poder sin ser tomados por el poder".


El capitalismo está en una crisis profunda, dijo, "perdiendo la flexibilidad para comprar la paz social" en la enorme contracción crediticia que empezó con las hipotecas de riesgo y no ha terminado. "Esta vez no está en la periferia", dijo, sino que "toca el corazón del sistema" y por ello tiene un efecto dominó, según cree. "Este es un giro importante en la evolución de la economía mundial".


La crisis del crédito está apuntando a más contradicciones, dijo Besancenot. "Estamos encaminándonos directamente a la catástrofe desde el punto de vista social, del punto de vista humano, de la guerra y el medio ambiente. Para nosotros, hoy en día, ser ecologistas significa comprender que este modelo de desarrollo socioeconómico está agotado, y si no cambiamos destruiremos nuestro propio planeta".


Es conocedor de los medios y comprende que el nombre de su partido, afiliado con la Cuarta Internacional Trotskyista, es erróneo para el mundo moderno, pues tiene un olor a ideología muerta y al sangriento siglo pasado. "Nos preguntamos sobre encontrar un nombre basado en lo que unifique a todos", dijo.


Así que está tratando de reunir otros pequeños partidos de izquierda en una nueva agrupación: el Nuevo Partido Anticapitalista, que pretende ofrecer una lista de votación amplia para los que están descontentos con el impacto del capitalismo y la globalización sobre los pobres, el medio ambiente, el Tercer y Cuarto mundos, y sobre los derechos de las mujeres y los homosexuales. El nuevo partido pretende postularse en las elecciones para el Parlamento Europeo en junio próximo.


"No somos soldados-monjes", dijo. "Somos los explotados, oprimidos, los jóvenes y los asalariados, que no se quejan pero quieren ser respetados; y por eso, en cierto punto, levantamos la cabeza a través del involucramiento".


Besancenot habla rápida y fluidamente, salpicando sus respuestas con referencias al canon filosófico del marxismo y el post-marxismo, pero tiene sentido del humor, también, especialmente sobre la pureza revolucionaria. Al preguntarle sobre la forma en que la falibilidad humana ha arruinado utopías previas, dijo que el cambio serio debe provenir desde abajo, no de una dictadura del proletariado, y que creía en las garantías protectoras de los derechos legales, la descentralización de la autoridad, las responsabilidades locales y la democracia multipartidista.


El objetivo, dijo, es "encontrar un proceso político que permita un proceso revolucionario que sea controlado por su base; especialmente para no confiar en las promesas del otro".


"Si llegáramos mañana diciendo que esta vez tenemos la garantía de que no terminará mal, definitivamente no nos creerían, incluso si fuéramos sinceros; lo cual seríamos, por cierto".


Besancenot nació en Levallois-Perret, cerca de Neuilly. Su padre era maestro y su madre sicóloga escolar. Pero él es sensible sobre su educación. Al provocarlo diciéndole que es hijo de la burguesía académica, se enoja poniendo en claro que su padre enseñaba en una escuela primaria en un barrio comunista, y que sus padres eran empleados asalariados con "antecedentes en la clase obrera". Luego se suavizó. "No sería problema, por cierto", si hubieran sido burgueses, dijo, luego añadió: "Mis padres no explotaron a nadie".


Fue politizado por la violencia juvenil y el racismo. "Teníamos un amigo, un compañero del vecindario que fue atacado por alguien que le disparó", dijo. El barrio se movilizó, y "los jóvenes pasamos a ser militantes de SOS Racisme", un grupo que combate el prejuicio. Se unió a la Juventud Comunista Revolucionara a los 14 años.


Estudió historia en la Universidad de Paris X-Nanterre, donde empezó el levantamiento estudiantil de 1968, y luego obtuvo una maestría en historia contemporánea.


Su objetivo, dijo, es tratar de definir un nuevo modelo para la sociedad que de algún modo evite una élite gobernante permanente. "Hasta ahora hemos tenido dos tipos de sociedades, hemos tenido las sociedades burocráticas en el Este y hemos tenido las sociedades capitalistas, y en ambos casos es una minoría de individuos la que decide por la mayoría", insistió. "Estamos a favor de un modelo en que la mayoría decida por sí misma".


Besancenot es regularmente blanco de burlas de personajes franceses más tradicionales por su seriedad e ingenuidad, dividiendo a la izquierda en beneficio de la derecha. Él es "el sueño de Sarkozy que desea que él sea para la izquierda lo que Le Pen es para la derecha", dijo Pierre Moscovici, candidato al liderazgo socialista, al referirse a Jean-Marie Le Pen, el líder del ultraderechista Frente Nacional.


En cuanto a este "partido anticapitalista misterioso", continuó, "no hay preocupación por buscar soluciones, ni consideración del mundo tal cual es".


El desdén es devuelto. Besancenot llama a los socialistas ingenuos del sistema. "Lo que ellos piensan es su mayor fortaleza es su mayor debilidad, la práctica del poder", dijo, "poniendo en práctica ideas derechistas" y sacrificando el principio en favor de las reformas menores.


Daniel Cohn-Bendit, el miembro Verde del Parlamento Europeo y líder del levantamiento de mayo de 1968, dice que Besancenot sigue cautivo del pasado. "Estos camaradas resisten el capitalismo pero no se han desprendido de las ideas más antiguas de la revolución”, dijo. Pero Cohn-Bendit quizá aún apoye la nueva coalición, que ha sido respaldada por José Bove, el activista anti-globalización.


Los franceses son profundamente pesimistas sobre el futuro, y lo que podría atraer a muchos hacia Besancenot es el rechazo de éste a la certidumbre. "Mi generación está llena de dudas", dijo. "Para mí eso no es un problema, casi es mejor tener dudas que certezas. No tenemos un proyecto social terminado. No tenemos un Nuevo Jerusalén donde podamos ir a vivir".

 

 

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