Tuesday, 07 de May de 2024

Martes, 19 Enero 2016 02:18

El Proyecto Lastiri y la falsa unidad priista.




Written by  Javier Arellano Ramírez

La oferta es ofensiva, de plano grosera.


 

Citando al clásico de Mario Puzo, los aspirantes priistas deberían decir: “Rosario no insultes mi inteligencia”.

 

A unas horas de que Blanca Alcalá Ruiz sea impuesta como candidata del PRI a la gubernatura de un año con ocho meses, circulan las fotografías donde se sienta a la mesa con Enrique Doger Guerrero. Se quiere vender la idea de una supuesta, una presunta unidad partidista.

 

Nada más alejado de la realidad. Dentro de las filas tricolores los ánimos están desbordados. Nunca se implementó una verdadera operación cicatriz; jamás se llamó a los aspirantes a un diálogo y consenso. El arribo de Alcalá debe verse como una grotesca y precipitada imposición.

 

 

Enrique Doger es un hombre de partido, cercano a Manlio Fabio Beltrones; una llamada del sonorense lo conminó a sentarse con la virtual candidata. El ex rector aceptó guardar las formas, pero en el fondo nunca comulgará con el proyecto Lastiri. Y lo mismo podemos asegurar de Alberto Jiménez Merino y Javier López Zavala.

 

Porque el proyecto no se llama Blanca, en realidad se apellida Lastiri.

 

Es claro que el Proyecto Lastiri representa la personalísima operación de Rosario Robles Berlanga. Es la antesala para colocar a Juan Carlos en la candidatura del año 2018. Ese es el verdadero fin, el objetivo real de la señora Robles, impulsar a su hijo putativo hasta Casa Puebla. Para esto, incluso están manipulando, utilizando a la misma Blanca.

 

 

En el Proyecto Lastiri sólo cabe el zacateco y nadie más. Nadie. Porque las preguntas obligadas son ¿Qué gana Enrique Doger en este proyecto? ¿Qué le ofrecen a Javier López Zavala? ¿Cuál es la propuesta para Jiménez Merino? ¿Otra vez diputaciones federales? ¿Diputaciones locales? ¿Secretarías de un año con ocho meses?

 

El proyecto de Rosario Robles aplasta las aspiraciones de toda la clase priista porque desde ahora exhibe sus cartas, sus personalísimas intenciones. En este momento un voto por Blanca Alcalá es un resorte para catapultar a Juan Carlos Lastiri al 2018.

 

Desde este instante la baraja ya está marcada y los dados completamente cargados.

 

 

Esta maniobra –burda y grotesca–, convierte a la señora Robles en la nueva aspirante a cacique de Puebla. Los proyectos transexenales siempre fueron el anhelo de varios gobernadores: Jiménez Morales, Bartlett. Marín, Moreno Valle; pero Rosario es la primera secretaria del gabinete que quiere tomar a la entidad como su feudo personal. Ya tiene a su hija Mariana Moguel Robles operando como presidentadel PRI de la Ciudad de México. Pero no le basta, también quiere tomar el control político de Puebla y lo quiere para su cachorro predilecto: Juan Carlos Lastiri; vaya tal parece que lo quiere más que a Carlos Ahumada.

 

La dupla Robles-Lastiri ya dispuso de los lugares en la gran mesa de la política poblana; ya se repartieron las posiciones. ¿Y qué le dejan al resto de la clase priista? Migajas y sólo migajas; desdén y un profundo desprecio.

 

En este momento, la señora Blanca Alcalá, su inocultable falta de talento político, su frivolidad galopante, su banal vocación turística, sólo son la mascarada detrás de la que se yergue el Proyecto Lastiri, el ambicioso plan de Rosario Robles para apoderarse de Puebla. Ellos mismos se han encargado de difundir, de proclamar sus intenciones.

 

¿Ante esto qué van a hacer Enrique Doger, Javier López Zavala, Alberto Jiménez Merino? ¿Se van a prestar a convertirse en los meseros de la sucesión roblista? Es poco, muy poco probable.

 

El mismo fenómeno se repite en la esfera de la política regional, en zonas distritales, en municipios, ahí adonde Blanca Alcalá nunca llegó. La señora siempre hizo una carrera en la ciudad de Puebla y jamás vio más allá de Amalucan. Por eso no hay blanquistas en Xicotepec, tampoco en Chignahuapan, mucho menos en la Mixteca.

 

Este desconocimiento que existe entre la candidata y su estado convierte a Lastiri en el magnificente operador, la mano que mece la cuna, el gran urdidor. Claro, al fin y al cabo Juan Carlos está trabajando para su proyecto y Blanca le sirve como un escalón donde pisar.

 

 

Al tiempo.

 

 

 

 

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