Saturday, 27 de April de 2024

Miércoles, 23 Noviembre 2016 02:39

Las tendencias en marketing político




Written by  Jose Zenteno

Pocas actividades humanas sacan lo mejor y lo peor de las personas como la búsqueda del poder político. Por eso es que el mercado de la consultoría política profesional tiene un dinamismo impresionante. Su evolución es impulsada por los cambios sociales y tecnológicos que en los últimos años han entrado en un ritmo vertiginoso. Cada elección altera el escenario y obliga a los profesionales a buscar explicaciones, a incorporar en sus campañas lo ensayado, a repeler los efectos de las nuevas prácticas. Ocurrió en 2006 en México con la guerra sucia contra López Obrador; en 2008 y 2012 Barack Obama innovó en la narrativa y el uso de las redes sociales; en 2016 los resultados inesperados del Brexit en el Reino Unido y la Paz en Colombia, así como la elección de Donald Trump pusieron contra las cuerdas a las empresas encuestadoras porque no fueron capaces de anticipar el triunfo de posiciones retrógradas y nacionalistas que se creían derrotadas.


Las últimas dos semanas las he pasado en Washington y en Quito discutiendo con profesionales de la consultoría política sobre estas cuestiones tan relevantes para nuestro gremio. Entre tantas opiniones y teorías hay consenso en dos cuestiones fundamentales que explican lo que ocurre en el mundo: la creciente insatisfacción social y la también creciente influencia de las redes sociales.

 

El advenimiento de los “antisistema”

 

Los mexicanos Antonio Roldán y Rafael Carreón por un lado, y Roy Campos por otro, advierten que una parte significativa de los ciudadanos del mundo ya no son los mismos, cambiaron motivaciones y comportamientos, se movieron a posiciones políticas extremas y son los impulsores de cambios como el triunfo de Trump o la salida del Reino Unido de la Comunidad Europea, los definen como los “antisistema”. En oposición a los antisistema están los “prosistema”.

 

Según Roy Campos, los antisistema han crecido debido a múltiples factores: economía insuficiente, corrupción e impunidad, complicidad de la autoridad con el crimen organizado, discursos políticos anticuados, ausencia de nuevos liderazgos y poder político excluyente. Propone una definición del movimiento antisistema: “doctrina que desconoce totalmente a las instituciones como responsables de un gobierno. Ataca no solo a los políticos y funcionarios, sino a las instituciones legales o democráticas”. Un antisistema no es de izquierda ni de derecha, tampoco el ser independiente (sin partido político) significa ser antisistema, además, su propuesta no invita a la violencia aunque su discurso podría provocarla.

 

El antisistema afirma sus virtudes en oposición a los vicios de los otros, de los políticos de siempre. “Mientras ellos son corruptos, miedosos, mentirosos, hacen programas, proponen justicia y roban, nosotros somos honestos, valientes, críticos, peleamos por causas, queremos venganza y somos robados”. Un antisistema es fiel seguidor de otros como él, construye movimientos, es rebelde, está indignado y es emocional. Un prosistema es escéptico de los discursos innovadores, es pasivo, antepone su comodidad, busca su conveniencia y es racional.

 

Nuestro reto como investigadores es crear modelos para identificarlos y conocerlos mejor, además de ser capaces de proponer los cambios a la comunicación política que funcionen ante este nuevo mercado electoral. Y ya estamos trabajando en eso.

 

El poder de las redes sociales

 

Nadie cuestiona la capacidad de persuasión de Barack Obama o de Bernie Sanders en las redes sociales. Ellos son innovadores de la narrativa política porque fueron capaces de concebir un nuevo lenguaje de comunicación utilizando Facebook, Twitter, YouTube y más recientemente Instagram. Sin embrago, pocos han advertido sobre el uso que Donald Trump hizo de las mismas redes sociales para construir su candidatura ganadora.

 

El equipo de Trump estudió el algoritmo de Facebook y descubrió que está programado para identificar patrones en los gustos de sus usuarios. Esos patrones se establecen según el tipo de contenidos que reciben un “like”, los que comentan o los que son compartidos. Facebook coloca en sus muros el tipo de contenidos según el gusto y evita poner aquellos con menor probabilidad de estar en el gusto de cada usuario. Entonces, Trump lanzó una campaña mediante la cual “atrapó” a millones de norteamericanos con mensajes que por su contenido despertaban emociones como el miedo o el enojo. Muchos de los mensajes eran mentiras mezcladas con verdades, su propósito era motivar reacciones en la gente para que interactúen en las redes y con ello hacer creer al algoritmo de Facebook que eran del gusto de esos usuarios. Así consiguieron un público cautivo a bajo costo.

 

También descubrieron que las redes sociales hacen más que formar opinión pública; la destruyen. Mensajes como “el Papa Francisco dio su apoyo a Trump” o “Clinton ya aceptó su culpabilidad” fueron compartidos cientos de miles de veces y crearon confusión entre los ciudadanos. El equipo de Trump contrató hackers de varias partes del mundo que en conjunto fueron capaces de producir mensajes que pudieron despertar emociones en los votantes norteamericanos una vez que los atraparon en el algoritmo. Racismo, xenofobia, sexismo, “miedo a los terroristas islámicos”, “coraje contra los inmigrantes que quitan los empleos”, “venganza contra las naciones que se llevan nuestras inversiones y trabajos”, todo ello se sembró en las redes sociales y el discurso brabucón del candidato Trump lo cosechó en los medios tradicionales. Así fue como impuso la agenda de la campaña.

 

Encontré que existen en el mercado una pléyade de sistemas de información para evaluar las tendencias en las redes sociales, saber qué mensajes detonan tendencias, dónde salieron, en qué lugares y entre cuales segmentos están teniendo efecto. Los hackers están cada vez más especializados en la exploración del llamado Deep web que concentra más del 95 por ciento de la información disponible en la red, roban datos, violan sistemas de seguridad y utilizan infraestructura informática y de telecomunicaciones para incidir en las tendencias de las redes. Los hackers pronto podrán identificar el origen de una tendencia o de un ataque en contra de algún candidato y contraatacar para anular su efecto en cuestión de minutos.

 

Lecciones finales

 

El mundo cambia y la democracia lo resiente. Estamos entrando a un nuevo tipo de guerra entre candidatos, estrategas políticos, investigadores, hackers, publicistas y community managers. Las batallas por el poder político se librarán en internet. Quienes definirán el destino de la guerra será la mayoría antisistema o prosistema y quienes resultarán ganadores serán los políticos profesionales o los advenedizos como Trump. Hay que acostumbrarse a esa nueva realidad, hoy como nunca en la historia moderna se derrumban las barreras de entrada al poder político.

 

 

 

 

 

 

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