La detención de Carlos Castillo Montemayor tomó por sorpresa a los marinistas que miran con alegría desmesurada la cuenta atrás de Moreno Valle como el fin de sus pesadillas que encarnan al prófugo García Ramírez, el excarcelado Alfredo Arango y el ahora preso ex secretario del Medio Ambiente, a quien los periodistas del PRI PACK se les ha ordenado defender como preso político con el objetivo de contener nuevas detenciones en los dos meses restantes de gobierno.
No era para menos la alegría por el final del sexenio morenovallista. Para la gran mayoría de marinistas, estos últimos cinco años han sido de penurias económicas, pues lo poco o mucho que lograron amasar con sus actividades ilícitas ya se lo acabaron. Las derrotas electorales, con el tiempo, se tradujeron en sequías patrimoniales. Ahí está el caso de Pericles Olivares, que en voz alta se queja por todo Puebla de estar arruinado.
Para los auténticos operadores del marinismo, sin embargo, la amenaza siempre ha sido la cárcel. Expedientes bien armados amenazan de cuando en cuando a Juan Carlos Lastiri por los desvíos millonarios de Unidos Para Progresar (UPP) o a Valentín Meneses por el caso de ventas de preliberaciones para reos de alta peligrosidad, un acto prohibido por la ley.
Expedientes como éstos cada tanto amenazan con revivir, pero no reviven. La simple amenaza, el miedo a una temporada tras los barrotes, atemoriza a cualquiera. Entonces los Lastiri, los Meneses le bajan a sus críticas, a sus conspiraciones de opereta.
Otros marinistas han sido perseguidos sólo administrativamente, aunque muchos de ellos han logrado amparos favorables por la pésima integración de los expedientes que realizó Patricia Leal en sus tiempos al frente de la Contraloría. Chávez Carretero, que erigió su pequeño paraíso del Luna Canela, Blas Villegas o Hernández y Genis han batallado jurídicamente, pero su silencio mediático les ha garantizado que el pleito no escale a una cuestión penal.
Caso especial es el de Gerardo Pérez Salazar, ex secretario de Finanzas y Administración en todo el sexenio, quien recibió una inhabilitación de un año y ni siquiera la peleó jurídicamente.
Otro caso es el de Mario Montero Serrano, a quien le fueron perdonados todos sus pecados a cambio de la sumisión gustosa de su papá y su estación radiofónica. Quizá fue el mejor acuerdo que obtuvo alguno de los marinistas destacados, junto con el perdón que recibió Javier López Zavala, quien goza de fluidas líneas de comunicación con el Alto Mando morenovallista.
A ciencia cierta, nadie sabe cuántos expedientes hay armados, penales o administrativos, en contra de marinistas prominentes. Ellos, tanto como su PRI PACK en los medios, creían que en el cierre de sexenio Moreno Valle ya no tendría ni la fuerza ni la oportunidad, ni las agallas para enviar a otro de ellos a la cárcel.
Se equivocaron. O se equivocó Castillo Montemayor. De acuerdo con Mario Alberto Mejía, el ex secretario del Medio Ambiente andaba en malos pasos, es decir, reuniéndose con el ‘Góber Precioso’ para armar alguna conspiración. Entonces lo alcanzó el largo brazo de la justicia y Marín prefirió poner un océano de por medio.
Los marinistas, junto con sus periodistas, se pusieron histéricos. Incluso promovieron un desplegado para dejar a Castillo Montemayor como un héroe encarcelado, reprimido por expresarse, aunque claro, no surtió efecto alguno. El ex titular del Medio Ambiente va a pasar varios meses a la sombra, y si se le encuentra culpable, algunos años.
Varios marinistas más, también los de los medios, deberían seguir el ejemplo de su Señor Tenebroso. Irse de Puebla no sólo los dos meses que restan al morenovallismo, sino por lo menos el periodo de Gali. ¿Alguien cree que esos expedientes van a desaparecer o se van a quemar, que en el 2018 no se van a desempolvar?
Por supuesto, la encarcelación de Castillo Montemayor no era necesaria ni prioritaria. Pero con sus conspiraciones, alguien se acordó que había desviado 39 millones de pesos. Mala pata.