- CRÓNICA -
En la #BatallaBlanca no se necesitaron nombres, sino puras indirectas que fueron coreadas por la bufalada como ganchos al hígado y no golpes al aire. Respaldada por el padrinazgo de Emilio Gamboa y todas las tribus del tricolor, hasta las indeseables como la corriente marinista, Blanca Alcalá recibió la bendición del PRI de la matraca y el confeti.
Pasan los años, pasan los candidatos, pero el tricolor es un animal de costumbres que se cumplen con rigor. La primera de ellas es el registro ante el viejo edificio sede del partidazo, que cada tres o seis recibe al protagonista de los sueños de poder.
Blanca se va asentando como candidata, aunque todavía le cuesta tirar golpes directos. Ante los más de 7 mil priistas que abarrotaron a lo largo de la 5 Poniente, dio un discurso de contraste contra el morenovallismo al que le faltó nombres propios.
En más de diez ocasiones lanzó indirectas aludiendo al mandatario poblano por todo lo malo que según ella hoy se vive en Puebla: autoritarismo, abandono, imposiciones y caprichos a la hora de gobernar.
Aquel que les infunde miedo a los alcaldes de terminar en la cárcel, el que anda en helicóptero y no por las calles, al que no le importan los campesinos, el que prefiere una Rueda de la Fortuna que sacar de la pobreza a millones de poblanos. Ese personaje que tiene aspiraciones presidenciales, pero que dice que no le alcanza para lograrlo.
Los priistas estallaron en júbilo escuchándola, aunque nunca rompiera lanzas directamente ni nombrara a quien los dejó en la orfandad en Puebla.
En poco más de 20 minutos, Alcalá delineó y dejó en claro lo que será su campaña por la gubernatura: su adversario del PAN no es el que aparecerá en las boletas, sino el jefe de éste, el “huésped de Casa Puebla”. Ese que en el imaginario colectivo de los miles de acarreados quedó claro que era Rafael Moreno Valle, aunque no escucharan su nombre.
Y quedó claro para los priistas que todas las baterías se enfocarán a Moreno Valle, porque para su adversario en la campaña, Tony Gali, sólo le valió una referencia, una indirecta: “Sé que voy a luchar una contienda muy dura, una contienda donde hay un candidato que ha sido diseñado por el gobernador, un candidato que se le olvidó, por cierto, cumplir una promesa, la más importante de todas, cumplirle a los poblanos”, y de ahí en fuera no hubo una alusión más.
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Arropada por su padrino político, Emilio Gamboa Patrón, Blanca Alcalá arrancó su camino en su búsqueda por regresarle Casa Puebla al PRI, cumpliendo los cánones del priismo tradicional: miles de acarreados (la bufalada), dos o tres figuras nacionales, la dirigencia estatal en pleno, un o dos ex gobernadores presentes, los representantes de “los Sectores” del partidazo y como figura decorativa de su evento a los aspirantes que dejó en el camino por la candidatura para legitimar su virtual unción.
Siempre flanqueada por Gamboa, Alcalá llegó al viejo edificio del PRI Municipal para registrarse como candidata única, lo que según el argot tricolor es lo mismo que una “candidatura de unidad”.
La organización, como sucede en todo acto digno del PRI, fue pésima. Todos querían estar junto a Blanca y lo único que hicieron fue convertir en un verdadero viacrucis el registro y la llegada al templete. Empujones, apretujones, patadas, mentadas de madre, gritos, fue la constante ante el tumulto que se formó en la entrada del edificio de la 5 Poniente. La candidata no se salvó de los empujones en su travesía para llegar al templete, ni tampoco sus cientos de invitados especiales.
En el patio principal del PRI Municipal, estaban los ex gobernadores Melquiades Morales Flores y Mario Marín, que contrario a otros eventos, estuvieron departiendo y platicando amenamente. La ex alcaldesa tampoco los nombró en público, sólo se refirió a ellos como “los ex gobernadores” y les agradeció su apoyo.
Melquiades ni siquiera se quedó al discurso, prefirió poner tierra de por medio. Marín, en cambio, se coló hasta el frente del templete y fue de los más felices de escuchar el discurso de Alcalá, y hasta foto se tomó con la candidata.
Javier López Zavala, Enrique Doger, Alberto Jiménez Merino, Guillermo Deloya, Juan Carlos Lastiri y Víctor Giorgana hicieron un papel de pajes, pues sólo estaban para aparecer en la foto, aunque para ellos sí hubo agradecimientos explícitos de parte de Blanca.
El único de los ex aspirantes del PRI que tuvo un papel protagónico fue Alejandro Armenta, quien en su faceta de coordinador de la campaña, trató de poner fin al caos que se vivía en las afueras de las oficinas municipales del partidazo, y aunque no lo logró, al menos pudo hacer que en el templete no pasara cualquier hijo de vecino.
Emilio Gamboa, fue el primero en bajar del templete junto con otra de sus ahijadas en el senado, Ivonne Álvarez la malograda candidata del PRI al gobierno de Nuevo León, quien no paró de echarle porras a Blanca.
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En el discurso de la #BatallaBlanca hubo de todo. Agradecimientos, críticas, señalamientos, promesas para los campesinos, obreros, amas de casa y jóvenes, hasta momentos emotivos, como cuando Alcalá recordó sus años universitarios y el esfuerzo que hizo su mamá para darle una carrera.
La virtual abanderada logró prender a su auditorio. Pocos se fueron con mal sabor de boca. La mayoría se fue feliz a su casa. Vieron en Blanca como su esperanza por regresar al poder, por regresar al gobierno, por tener de nuevo una chamba.
“Ésta, compañeras y compañeros será mi lucha, ésta será la batalla por la dignidad, ésta será la batalla por la transparencia, ésta será la batalla por la justicia de los poblanos. Sé que con ustedes, lo vamos a lograr, sé que con ustedes, alzando sus banderas, ésta será mi bandera, la bandera de las poblanas, la bandera de los poblanos, ésta será mi lucha, y con ustedes, ¡vamos a ganar Casa Puebla!”.