Lo comentábamos hace unas semanas: la importancia de los nuevos liderazgos que emergen cada seis años.
Los ojos y oídos de quienes toman las decisiones en los municipios, estados y en la federación.
Quienes encabezarán luchas internas para ser los ungidos en próximas elecciones o ser designados en puestos de confianza y cercanía.
Pero, ¿qué hace la diferencia entre los unos y los otros?
Cada gobernante tiene a sus consentidos, pero al final solo uno es el elegido. Los demás estarán ahí, pero no vivirán la misma experiencia.
¿Será el gran trabajo que desempeñen solucionando problemas y abriendo caminos?
¿Será quien mejor sepa guiar los procesos internos y liderear a sus otros compañeros haciendo funcionar la maquinaria?
¿Será el confidente que se vuelve la persona de confianza personal del gobernante y lo acompaña a lo largo de las crisis momentáneas?
¿Cuál es la mejor manera de volverse “el ungido”?
¿Depende del gobernante o depende del subordinado?
Para gobernantes egocéntricos tal vez valgan más los elogios, las muestras de servilismo y la pleitesía.
Para los adictos al trabajo de campo valdrán más aquellos liderazgos curtidos capaces de llenar su agenda diaria resolviendo conflictos.
Valdrá la pena hacer primero un análisis sobre qué tipo de gobernante se tiene y qué capacidades posee quien aspira a ser la primera persona en la lista.
En las próximas semanas empezaremos a ver ese desfile de candidatos a la predilección política.
Pero, ¿cuál refrán tendrá la razón?
¿Será que a quien madruga dios lo ayuda o más bien los últimos serán los primeros?
Al tiempo…
