El fallecimiento del papa Francisco, a los 88 años en la Casa Santa Marta, marca el fin de un pontificado transformador. Fiel a su estilo austero, Francisco dejó instrucciones precisas para que su funeral se alejara de los protocolos solemnes del Vaticano y reflejara su visión pastoral centrada en la humildad y la cercanía.
El funeral se celebrará el 24 de abril en la Plaza de San Pedro, con una ceremonia presidida por el camarlengo y concelebrada por el Colegio Cardenalicio. Francisco pidió que su sucesor, si ya hubiera sido elegido, no encabezara el rito de su funeral, para preservar su carácter comunitario y evitar solemnidades innecesarias.
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La misa seguirá la estructura de una exequia común, con lecturas propias para un pastor, sin discursos oficiales ni orquesta, solo con música sacra interpretada por un coro reducido. Las intenciones de oración se centrarán en los pobres, los migrantes y la paz, causas que marcaron su pontificado.
Otra innovación será la eliminación del tradicional triple ataúd papal. Francisco será enterrado en un solo féretro de madera natural, sin ornamentos de poder. Su cuerpo será expuesto en San Pedro para el velatorio público del 22 y 23 de abril, en un montaje simple y sin trono.
El entierro, privado, se realizará en la Basílica de Santa María la Mayor, lugar que el Papa visitaba con frecuencia. Su tumba, modesta, será un reflejo de su vida: sin mármoles, sin esculturas, solo fe y coherencia.