Entre los muros coloridos del Valle de Catrinas, una figura femenina llama la atención: una marchanta con su rebozo, su bicicleta, su niño a la espalda y su canasta repleta de calabacitas y flores de cempasúchil. La obra es del artista atlixquense Edgar Tepanecatl Luna, conocido como Inca, y más que una pintura, es un homenaje a la fuerza y dignidad del trabajo.
“Ella es de San Pedro, siembra, cultiva, cosecha y viene a vender. Trae a su criatura en el rebozo y representa ese esfuerzo diario de tantas mujeres. Le puse un detalle en la mano, por mi amiga Ruth, que falleció hace un mes y tenía su puesto en el mercado. Es mi forma de recordarla, de rendirle tributo a quienes trabajan sin descanso”, relató el grafitero.
Su mural, titulado “La Marchanta”, se alza como una postal viva del Atlixco que respira esfuerzo: el del campo, el comercio y el emprendimiento que se construye desde abajo, con manos que no se detienen.
Su estilo es único, su trabajo se caracteriza por la fuerza de los colores, colores que se avivan con la mezcla de diversas técnicas. Todo lo adquirido en el tiempo, entre las calles y los amigos, hoy da fruto para poder crear una Catrina que se alza única en la entrada principal a la ciudad.
Para Edgar esta oportunidad de ser parte de Valle de Catrinas le permitió mostrar su arte de manera mucho más global y de tener la oportunidad, al mismo tiempo, de tener la libertad de poner su sello y de permitirle que se pudiera expresar de esta manera sin ataduras.
Cada uno de los artistas plásticos que hicieron su Catrina tuvieron la libertad de escoger el diseño, de presentarlo y de ser escogidos por la presidenta municipal Ariadna Ayala, y algunas de estas serán expuestas el próximo año en algún punto internacional.
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