Ricardo Tepetitla, originario de la comunidad El Paraíso en Tepeojuma, es uno de los 18 pasajeros que lograron sobrevivir al trágico accidente ocurrido el pasado 3 de julio, cuando un autobús de la línea Oro cayó a un río en la localidad de Ixcateopan, Guerrero. Desde su cama, inmovilizado por múltiples fracturas, denuncia la indiferencia de la empresa responsable del transporte.
Aquel día, Ricardo se dirigía a Tlapa con el objetivo de vender calcetines, actividad con la que mantiene a su familia. Abordó la unidad en la terminal de Izúcar de Matamoros sin imaginar que, horas después, su vida estaría en peligro.
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“Desperté cuando ya estábamos dentro del río. Solo grité ‘Dios’ y me aferré al asiento. Intenté mantener la calma y busqué por dónde salir”, recuerda con voz pausada. El saldo para él fue severo: fractura de pierna, costilla y hombro, lesiones que aún lo mantienen postrado.
Inicialmente fue atendido en el hospital IMSS Bienestar de Tlapa, y posteriormente trasladado en helicóptero al Hospital de Traumatología y Ortopedia de Puebla. A 18 días del suceso, permanece convaleciente en su domicilio, al cuidado de su esposa e hijos.
Pese a la magnitud del siniestro —que dejó al menos nueve muertos—, Ricardo asegura que la empresa Oro no se ha comunicado con él, ni para ofrecer apoyo ni para preguntar por su estado de salud.
“La Fiscalía sí se presentó en el hospital para tomarme declaración, pero de la empresa no he recibido ni una sola llamada”, lamenta.
El sobreviviente hizo un llamado al gobierno del estado para que no lo deje en el olvido.
“No estoy pidiendo caridad, solo quiero apoyo para poder recuperarme y volver a trabajar. Mi familia depende de mí”, expresó.
El caso de Ricardo expone no solo la gravedad del accidente, sino también la falta de responsabilidad y acompañamiento hacia las víctimas. Una tragedia que, más allá de las cifras, deja al descubierto el desamparo en el que muchos intentan salir adelante por cuenta propia.
