He aprendido que lo más valioso en la política no son los discursos, sino la capacidad de escuchar a la gente. Cuando una comunidad pide un pozo, una escuela segura o un camino digno, no lo hace por capricho, lo hace porque ahí está la necesidad. Y programas como Obra Comunitaria tienen valor precisamente porque ponen esas voces en el centro.
Por eso duele cuando alguien intenta aprovecharse de esos esfuerzos. En Texmelucan vimos un hecho aislado que no debe repetirse: Movimiento Ciudadano usó este programa para promocionar a su ex candidato, presentándolo como gestor de recursos que no eran suyos. Lo digo con claridad: eso no está bien. Porque lo público no se cuelga ni se presume, se respeta y se cuida.
La política debería sostenerse en la congruencia. Como recordaba Séneca: “La verdadera medida de un hombre está en sus acciones, no en sus palabras”. La ciudadanía no confía en quien reparte favores, sino en quien demuestra compromiso, escucha con humildad y cumple con responsabilidad.
Creo que programas como Obra Comunitaria son una oportunidad para fortalecer la confianza, pero solo si evitamos que se conviertan en propaganda. La gente merece saber que los apoyos llegan por derecho, no por afinidad política. Y quienes estamos cerca de la comunidad tenemos el deber de proteger esa confianza. Porque al final, lo que queda en la memoria de una comunidad no son los nombres ni las siglas, sino la huella real de las acciones. Y esa huella solo se construye con congruencia, con respeto y con la capacidad de escuchar. Si cuidamos eso, programas como Obra Comunitaria seguirán siendo lo que deben ser: una esperanza concreta en la vida de la gente, y no un escenario para la vanidad política.