carlos ramirez Carlos Ramírez
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Desastres naturales, tema de riesgos de seguridad nacional

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Desastres naturales, tema de riesgos de seguridad nacional
Indicador Político - Desastres naturales, tema de riesgos de seguridad nacional

Ante la ola de lluvias que asolaron a la Ciudad de México, la jefa capitalina de gobierno Clara Brugada encontró una explicación lógica pero auto incriminatoria: fallaron los pronósticos. Sin embargo, los pronósticos carecen de capacidad y dinámica propias, y en consecuencia fallaron los pronosticadores.

Lo ocurrido con las lluvias en las últimas horas por la presencia de ciclones y huracanes probó las fallas: los pronósticos carecieron de referentes en la realidad y todo estaría indicando que nadie ha recalibrado los métodos para establecer pronósticos realistas y de seguridad del tiempo.

El asunto no sería demasiado importante si no fuera por el hecho irrebatible de que los desastres naturales forman parte sustancial de la evaluación de la seguridad nacional de una República y desde luego que forman parte de los mapas de riesgo social que debe tener todo gobierno en sus espacios de previsión de afectaciones a zonas territoriales y comunidades humanas.

Y el asunto no queda solo en el tema de asumir la previsión de desastres naturales como temas de seguridad nacional y de riesgos sociales, sino va amarrada a los efectos sociales negativos en las zonas afectadas por este tipo de desastres: si la sociedad mexicana carece de una cultura de la previsión, las oficinas de seguridad nacional del Estado debieran de prever o en su caso diagnosticar los efectos sociales de expresiones de furia de la naturaleza, sobre todo porque siempre afectan a los sectores más marginados y menos atendidos.

De nada sirve tapar el pozo de los efectos sociales –y evidentemente políticos, aunque en primera instancia no se quieran asumir así– después de las expresiones de la naturaleza, si todo esquema de seguridad nacional debiera estar previendo incidentes que por lo demás son avisados por muy eficaces instrumentos de seguimiento de las variaciones temporales.

El mapa de riesgo y la estrategia de seguridad nacional del Gobierno mexicano sí ha considerado desde hace tiempo la previsión de fenómenos naturales que generan respuestas sociales desde violentas hasta decepcionantes, pero con la circunstancia agravante de que se trataría de manifestaciones negativas de la naturaleza que debieron de preverse en todas las estimaciones de seguridad nacional y en todos los mapas de riesgos.

De nada sirve en la Ciudad de México que la jefa de gobierno se justifique diciendo que no habían pronosticado la dimensión de las lluvias, cuando todas las estimaciones previas de la temporada estaban avisando una sobredimensión de las precipitaciones pluviales. Y como los pronósticos eran muy complacientes, entonces la autoridad capitalina desestimó el tamaño de las lluvias y las inundaciones.

A ello se agrega la imprevisión gubernamental que antes tenía cuando menos una prioridad en la preparación de resistencias contra las lluvias: el desazolve del drenaje en su instancia inmediata de la basura que los ciudadanos tiran en las calles y taponan las alcantarillas, y desde ahí se asume el descuido o desdén de las autoridades antes de cada temporada de lluvia.

El fin de semana pasado, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo atendió personalmente desde Palacio Nacional la supervisión de las labores estatales ante las lluvias derivadas de huracanes, pero ahí se percibió también que los gobernadores de los estados en ningún momento crearon a su vez grupos de supervisión de los daños previsibles no pronosticados por las propias autoridades y las escenas de ríos y calles desbordadas con afectaciones de decenas de miles de ciudadanos no puede acreditarse a la justificación irresponsable de que fallaron los pronósticos.

Los expertos en el diseño de pronósticos de todo tipo de situaciones se mueven en dos extremos radicales: la catástrofe y la tranquilidad. Desde la primera lluvia que causó graves inundaciones en la Ciudad de México, las autoridades capitalinas debieron de echar a andar sus comités de seguridad nacional y protección civil, además de que debieron también de consultar sus propios mapas de riesgo. Pero todo indica en la capital de la República la única prioridad es la utopía Las Utopías y que no hay más actividad política y de gobierno que la que tenga que ver con una precampaña presidencial de la jefa Brugada.

En una democracia, el Congreso federal debería tener mecanismos de exigencia de responsabilidades sobre las autoridades bajo el criterio de que una cosa son las expresiones incontrolables de la naturaleza y otra la falta de políticas y estrategias de gobierno para asumir previsiones en moto de catástrofes como un asunto de seguridad nacional y de riesgos desestabilizadores de la tranquilidad pública.

Los pronósticos no fallan; lo que yerran son los pronosticadores y las autoridades de gobierno.

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Política para dummies: la política siempre tiene responsables de carne y hueso.

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Carlos Ramírez

Escritor, analista y autor desde 1990 de la columna Indicador Político; fue subjefe de la sala de prensa de la Presidencia de la República; reportero en El Universal, El Financiero y El Heraldo.