La iniciativa de reforma electoral del Gobierno de la presidenta Sheinbaum que inició el presidente López Obrador al final de su administración no es otra que la definición del nuevo campo de batalla para determinar los espacios de la hegemonía del poder en México para los próximos años.
De un lado se encuentra el bloque de poder de los expresidentes Salinas de Gortari-Zedillo-Calderón-Peña Nieto y de su grupo de intelectuales orgánicos Héctor Aguilar Camín-José Woldenberg-Lorenzo Córdova Vianello. La tarea del excomunista Pablo Gómez Álvarez al frente de la comisión de reforma no buscará no solo la restauración de los viejos esquemas de fraude electoral desde la autoridad que organiza elecciones, sino terminar la limpieza político-ideológica del grupo que tiene el control orgánico de las estructuras electorales desde 1990 hasta la reforma de 2014.
Hasta ahora, el grupo opositor al proyecto de reforma electoral se está nucleando alrededor de Camín-Woldenberg-Córdova como abajofirmantes de uno de muchos desplegados que se van a inundar en la prensa para oponerse a la iniciativa oficial, pero también en estructura del Instituto de Estudios para la Transición Democrática que precisamente fundó Woldenberg durante el Gobierno de Salinas y que le sirvió como trampolín al IFE en 1994 como consejero “ciudadano” de los seis barones de notables que pasaron de consejeros magistrados a consejeros ciudadanos del instituto que fundó Salinas de Gortari en 1990 para enterrar a la Comisión Federal Electoral de Manuel Bartlett Díaz, 1988 qué operó el fraude para entronizarlo en la presidencia. El primer asesor de Woldenberg en 1994 en el IFE fue Córdova Vianello, el último consejero y consejero presidente del INE salinista hasta 2023.
Con el PRI, el PAN y el PRD de los Chuchos, el bloque político-ideológico-operativo tomó el control del IFE/INE en 2014 no para organizar profesionalmente las elecciones, sino para construir un centro político-ideológico operativo que frenara el avance de Andrés Manuel López Obrador como el candidato opositor a neutralizar desde las elecciones capitalinas del 2000.
Como expresidentes del IFE/INE, Woldenberg, Luis Carlos Ugalde, Leonardo Valdés Zurita y Córdova Vianello se apoderaron del control administrativo y de personal del organismo electoral para llevar a funcionarios académicos contrarios al populismo y en ese sentido el IFE/INE se convirtió en un partido político con una ideología sintetizada del pensamiento conservador del PRI, el PAN y el PRD de los Chuchos. Ahí están como prueba los seminarios, documentos y libros escritos desde un organismo público y con recursos presupuestales del Gobierno para confrontar, desvirtuar y desprestigiar al pensamiento populista que le acreditaban de modo automático a López Obrador y seguidores.
El problema no era que existiera un grupo de esa naturaleza, sino que utilizara la obvia parcialidad del organismo electoral y sus recursos públicos para jugar en la cancha de los candidatos oficiales del PRIANREDE. Una revisión de los funcionarios electorales de 1994 al 2024 desde el punto de vista curricular y de elites permitir identificar las razones por las cual es el organismo electoral oficial fue algo así como el IEPES –el Instituto de Estudios Políticos Económicos y Sociales del PRI– del bloque PRIANREDE.
Todas las reformas electorales –once— se realizaron desde la mayoría del PRIAN para aislar al periodismo cardenista y luego lopezobradorista. En ese contexto, la reforma electoral Sheinbaum-López Obrador le asignó la tarea a Pablo Gómez Álvarez para terminar con la hegemonía político-ideológica conservadora del PRIANREDE y sus intelectuales orgánicos y lobotomizar las funciones de todo organismo electoral para evitar fraudes del partido en el poder.
La reforma electoral de 2014 que creó el INE careció de consenso, discusión y capacidad de escuchar a la oposición lopezobradorista, aunque ahora los abajofirmantes de los desplegados de Camín-Woldenberg-Córdova clamen con cinismo que la nueva reforma se debe discutir de manera democrática y se debe aprobar con un consenso. En la aprobación de las reformas pactadas por el PRIANREDE en el Congreso, el presidente de la Cámara de Diputados, el panista Ricardo Anaya Cortés, sometía a votación las objeciones opositoras y ante la evidente minoría se escuchaba el dictamen del no-consenso: “En consecuencia, se desecha”. Y así desechó la alianza PRI-PAN-PRD chuchista el debate democrático que exigía la oposición y la reforma regresiva, antidemocrática y priista-panista que entronizó por nueve años a Córdova como el representante de los intereses de la hegemonía PRIAN electoral.
Así que no hay que tener falsas de esperanzas: la reforma electoral oficial regresará estructuras de organización de elecciones a los tiempos del modelo de Manuel Bartlett Díaz, solo que ahora a favor de Morena.
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Política para dummies: La política es el poder…, cuando debe serlo.
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