carlos ramirez Carlos Ramírez
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La CIA en México: de Gavina Johnson y la ayuda del NYT

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La CIA en México: de Gavina Johnson y la ayuda del NYT
Indicador Político - Carlos Ramírez

En un análisis que cumpliría todos los requisitos de un déja vu, el diario The New York Times descubrió el pasado 8 de diciembre la existencia del hilo negro: Rusia tiene una amplia estación de espías en México. El documento periodístico fue una versión casi calcada del publicado el 23 de junio de 1985 para denunciar que el sistema mexicano de espionaje político se había entregado al KGB soviético a través del STASI de Alemania comunista.

Los dos textos periodísticos son de fácil consulta a través del archivo del diario neoyorquino (https://www.nytimes.com/1985/06/23/world/mexico-city-depicted-as-a-soviet-spies-haven.html y https://www.nytimes.com/es/2025/12/08/espanol/america-latina/espias-rusos-mexico-estados-unidos.html). La denuncia del NYT hace cuarenta años probó a las entonces autoridades políticas mexicanas que el embajador John Gavin operaba como el verdadero jefe de la estación de la CIA en México; y la revelación de este año en el mismo diario tiene también todo el tufo del embajador Ronald Johnson, él exagente operativo de la CIA, ex boina verde y operador de fuerzas especiales.

La denuncia del Times en 1985 fue confirmada al columnista por el entonces director de la Federal de Seguridad de la Secretaría de Gobernación, José Antonio Zorrilla Pérez: la DFS había enfriado sus relaciones con la CIA –a pesar de que la oficina mexicana se fundó a instancias de la CIA en 1947– y había firmado un convenio de capacitación de agentes con la STASI (Ministerio para la Seguridad del Estado) de Alemania comunista, uno de los brazos más importante del KGB soviético.

En 1985 –y el libro La CIA en México del columnista Manuel Buendía cobra actualidad inusitada– México era considerado como el Berlín de América: la agencia de espionaje y desestabilización –que no de inteligencia– de la Casa Blanca tenía en México su base exterior más importante. Y todos los directores de la Federal de Seguridad dependían de la CIA. Los convenios de Zorrilla Pérez con el STASI alemán estaban autorizados por el entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, y desde luego que por el presidente Miguel de la Madrid Hurtado, quien había sido víctima de la CIA y se había quejado de operaciones de desestabilización y desprestigio de la Agencia.

Solo periodistas marcados por la ingenuidad o por los intereses de la mano que mece la cuna en el NYT se espantan de que los servicios de espionaje de países cuyos intereses cruzan por México como el país vecino con enorme autonomía relativa de EU tengan aquí personeros. Pero ocurre el dato adicional de que los gobiernos de la 4T acotaron la movilidad clandestina de la CIA y de la DEA y en este contexto es en el que siguiendo el método Buendía –si un animal camina como pato, tiene boca de pato y grazna como pato, entonces es un pato– se puede llegar a la conclusión de que la revelación pero dice que del 8 de diciembre viene filtrada del área diplomática dirigida por un exagente de la CIA.

En 1985, el análisis del NYT estuvo firmado por dos analistas del diario que eran conocidos en la comunidad de los servicios de espionaje: Joel Brinkley y Robert Lindsay, el primero con fuentes directas de primer nivel en el servicio de inteligencia y espionaje de EU y el segundo autor de un libro que documentó un caso de un estadounidense que vendió información satelital a la URSS a través de su embajada en México: El halcón y el hombre de la nieve.

El embajador Gavin en 1985 dirigió un operativo en modo opción nuclear contra Zorrilla Pérez por el caso del asesinato de la gente de la aldea Enrique Camarena Salazar, pero el funcionario mexicano fue desplazado de la DFS no porque esa oficina estuviera protegiendo a los capos del entonces Cártel de Guadalajara –entre ellos a Rafael Caro Quintero–, sino por los convenios con el STASI alemán porque la oficina mexicana de seguridad política del Estado tenía toda la información de la estación de la CIA en México. Y paradójicamente, Zorrilla Pérez fue sentenciado como autor directo del asesinato de Buendía, el columnista que reveló en dos ocasiones el nombre del jefe de la estación de la agencia estadounidense de espionaje en México que sospechaban en Langley que la DFS había sido la fuente.

La parcialidad del reporte del NYT del 8 de diciembre pasado desautoriza la ética periodística que todo texto debe de mostrar, porque el periodista Carl Bernstein –el compañero de Bob Woodward en el caso Watergate– tiene publicada una investigación de cómo la prensa norteamericana es un instrumento de operación clandestina de la CIA en el mundo (https://www.carlbernstein.com/the-cia-and-the-media-rolling-stone-10-20-1977).

Estos datos no demeritan la veracidad de la información del NYT sobre los espías rusos en México, pero un trabajo con equilibrio periodístico hubiera revelado también la presencia de la CIA en México, aunque un poco desguanzada por la Ley mexicana de Seguridad Nacional en cuanto al registro de agentes extranjeros, pero revitalizada por el perfil del actual embajador Ronald Johnson –un Gavin remasterizado— como exagente de la CIA.

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Política para dummies: la política ese espionaje en su máxima expresión.

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Carlos Ramírez

Escritor, analista y autor desde 1990 de la columna Indicador Político; fue subjefe de la sala de prensa de la Presidencia de la República; reportero en El Universal, El Financiero y El Heraldo.