carlos ramirez Carlos Ramírez
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La ficción política de Brugada deja a la ciudad al garete

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La ficción política de Brugada deja a la ciudad al garete
La ficción política de Brugada deja a la ciudad al garete

Hay ocasiones en que la demagogia ahoga a los demagogos. A la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, se le hizo muy simbólico proyectar su modelo de zonas culturales conocidas como “Utopías” y en la comparecencia de su primer informe de gobierno dijo claramente que la capital de la República debe ser llamada “Ciudad Utopía”.

Y muchas veces –quizá más de las que se debieran– los políticos suelen caer víctimas de sus propias palabras. Utopía es un concepto filosófico que quiere decir literalmente el “no lugar” (U, no; topos, lugar). Y la Real Academia que vigila el uso del lenguaje da dos definiciones: plan, proyecto, doctrina o sistemas ideales que parecen de muy difícil realización.

Por si hiciera falta, la misma Academia proporciona en el diccionario de la lengua una lista de sinónimos de utopía: representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano. quimera, fantasía, ilusión, sueño, invención, fábula, idealización, imaginación, ficción, alucinación, ideal, anhelo.

En este escenario lingüístico que los políticos suelen olvidar, la jefa Brugada está descalificando de origen el alcance de su visión de la Ciudad de México como ciudad utópica irrealizable. Lo malo es que los encontronazos diarios con la realidad sacuden la credibilidad de la ciudad más grande de la República –y una de las más grandes del planeta—y solo confunden a los ciudadanos que ven el lado contrario de la utopía demagógica del poder: una ciudad sin control, sin seguridad, sin gobernantes que gestionen la conducción de la administración pública y funcionarios que inventan conceptos filosóficos para ocultar la realidad colapsada de una comunidad urbana al garete.

Brugada fue una de las piezas políticas más importantes de López Obrador en la capital. Cuando en 2009 Brugada no pudo ser candidata a la reelección a la entonces zona delegacional de Iztapalapa que había gobernado varios años, López Obrador inventó el modelo de representación circense de los cargos públicos: como jefe de Gobierno de la capital, nombró públicamente a un político que nadie respetaba porque se movía en las zonas desde la picardía del poder, el famoso Juanito, y en un mitin a mano alzada le dio la candidatura a la delegación de Iztapalapa y lo hizo jurar en público que una vez ganada la posición tendría que renunciar al cargo y que la mayoría legislativa del PRD –antes de Morena– designaría a Clara Brugada como la jefa delegación al sustituta.

El asunto picaresco de carpa de circo político estuvo a punto de naufragar cuando Juanito dijo que había resultado electo por su propia simpatía y que los habitantes de Iztapalapa lo querían al frente de la delegación. De manera autoritaria, López Obrador ordenó la manipulación de fuerza del poder político y amenazas personales para echar de la Jefatura delegacional a Juanito, sin aclarar cuántos votos había obtenido Juanito y cuántos Clarita Brugada como la candidata lopezobradorista.

La caracterización de la capital de la República como “Ciudad Utopía” no debería ser tomada a chunga, aunque cumple con todas las exigencias para restarle seriedad política y al poder a esa determinación. Lo que debe quedar claro es que probablemente en el fondo del incidente se esconde el reconocimiento de la política Clara Brugada de que la solución de los problemas capitalinos son una utopía, es decir un sueño o una alucinación y que con un concepto demagógico quiera vender la idea de que sería utópico pensar que ella, su gobierno y la organización política que la potenció están reconociendo que la Ciudad de México no tiene solución a su problemática de aglomeración de ciudadanos y la multiplicación al infinito de sus problemas.

El tráfico vial que tortura a los conductores todos los días y a todas horas, la violencia ahora multiplicada por el surgimiento de sicarios o asesinos por contrato que aprovechan la impunidad en la política de seguridad de la jefa de gobierno de “abrazos, no balazos”, la marginación que está saliendo a vivir en las calles e invadiendo zonas urbanas de clases medias sin que nadie impida que se instalen con sus carritos en quicios de puertas y realicen sus necesidades físicas y hasta sexuales a la vista de todos, entre muchos de los problemas de la macrocefalia urbana, forman parte del panorama cotidiano de la ciudad-capital que ha visto pasar gobernantes que llegan por el voto de promesas utópicas, hasta llegar al caso de la jefa Clara Brugada que sencillamente quiere reconocer la incapacidad de su proyecto de gobierno al caracterizar a la CDMX como “Ciudad Utopía”, o ciudad imposible de hacer realidad.

Lo que preocupa a muchos capitalinos que les otorgaron el poder de su representatividad de grupo –que no social—es pronto se presente otra iniciativa para cambiar de nueva cuenta el nombre a la ciudad: DF, CDMX y ahora podría venir la reforma legal para llamar a la capital de la República como “Ciudad Utopía”. Nada más eso faltaba.

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Política para dummies: la política no debe ser pero es una actividad de caprichos.

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Carlos Ramírez

Escritor, analista y autor desde 1990 de la columna Indicador Político; fue subjefe de la sala de prensa de la Presidencia de la República; reportero en El Universal, El Financiero y El Heraldo.