El relanzamiento del PAN el pasado fin de semana generó muchas reacciones negativas en el ambiente político, pero se tiene que partir de una realidad: es lo que hay y con ellos hay que arar.
Pero por lo pronto, esta jugada política del PAN con todo y sus insuficiencias y críticas causó preocupación en Morena, en el PRI, en Palacio Nacional y en el Palacio de Invierno de Palenque porque se trataría de un movimiento estratégico de rebote político de un partido que parecía imposible que ganara la presidencia y que fijó la alternancia que marcó el principio del fin de la tricolor.
En términos estrictos, lo ocurrido en el Frontón México el pasado sábado no alcanzó a posicionar al PAN en espacios adicionales de la política, pero con su sola de organización superficial mandó el mensaje de que sería el único partido de oposición con capacidad para organizar un nuevo bloque electoral.
El PRI está liquidado y carece de figuras, discursos e ideas como para convertirse en un factor aglutinador, aunque será aliado importante; Movimiento Ciudadano se mueve al ritmo de los intereses personales del expriista Dante Delgado Rannauro solamente cachando desencantados, pero también sin ninguna comprensión del momento político de la República y de lo que se requeriría para construir un discurso alternativo.
Del lado de la ciudadanía se están alineando algunas formaciones con intención de ser partidos, pero sin figuras internas que tuvieran capacidad para organizar nuevas formaciones que compitan por sí mismas por cargos de elección popular, y con la carga negativa de que muchos de ellos vienen arrastrando experiencias fracasadas sobre todo en el PRD. En todo caso, lo que hay que destacar de estas nuevas corrientes de activistas es la persistencia de figuras de la sociedad civil que pudieran estar mostrando nuevos rostros a la sociedad, pero siempre y cuando las más importantes de ellas tomen la decisión de buscar una candidatura a diputado o senador para cambiar el aire enrarecido del poder legislativo. Y ahí todavía es la hora en que se prefiere la presencia y el rechazo, pero no la decisión incorporarse a la política práctica.
El escenario partidista y de sociedad civil participativa va a cambiar el panorama electoral en las legislativas federales del 2027, sobre todo porque está a la vista ya el hecho de que Morena y sus partidos satélites –el Verde y el PT– llegaron a su punto máximo y vienen retrocediendo por el efecto negativo de muchos de sus comportamientos en decisiones política, sobre todo, dentro de Morena, el brutal efecto negativo que ha tenido el conocimiento de casos de corrupción y de deterioro del discurso moral de la austeridad.
El PAN se puede reactivar, el PRI podría hacer el último sacrificio a la nación y usar sus candidaturas para promover nuevos liderazgos sociales y morales y las figuras de la sociedad civil y política que quedaron sin partido podrían tener espacios en estas dos formaciones, independientemente de que por sí mismas pudieran alcanzar la posibilidad de un registro.
En Morena parece haber indicios de preocupación por el efecto negativo de la corrupción, del despilfarro en lujos y de las pugnas en los grupos de la presidenta en funciones y del presidente emérito que están causando bajas burocráticas que repercutirán en capacidad de organización y alineamiento de votos.
El PAN dedicó todo el esfuerzo mediático en el relanzamiento superficial del sábado, pero ahora tiene la gran tarea de construir un discurso nuevamente de transición política a la construcción de una República –porque la democracia, mal que bien, ahí va, caminando– y para ello requiere de volver a armar un bloque de pensamiento estratégico político que se perdió con Fox y Calderón. Y en su haber existen tres experiencias que debieran revaluarse: el bloque intelectual progresista-conservador que desde luego excluya de origen al grupo de (A) Nexos de Héctor Aguilar Camín, José Woldenberg y Lorenzo Córdova Vianello; revivir el esfuerzo que hizo Carlos Abascal Carranza en la Secretaría de Gobernación para cuando menos iniciar la discusión interna de que era necesario un acuerdo de reconstrucción nacional teniendo como principal punto de referencia –que no copia– a los Pactos de La Moncloa de la transición española; y el esfuerzo frustrado de Porfirio Muñoz Ledo para proponer una gran reforma del Estado que se convirtiera en el ritmo de la transición a la República.
Estas experiencias no la retomaron ni por equivocación el proyecto de alianza PAN-PRD-MC de Ricardo Anaya Cortés en 2018, ni la coalición PAN-PRI en 2024. Solo falta que la actual dirigencia del PAN vea más allá de la lucha mezquina por pequeños cargos.
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